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Said tiene 24 años y lleva cuatro meses viviendo en los bosques que rodean Berango y Getxo. Duerme en tiendas de campaña con otra media docena de migrantes -la mayoría recién llegados a Bizkaia- que no tienen un techo en el que cobijarse. Este joven ... es de los que menos tiempo lleva aquí, pero se esfuerza por aprender castellano. Pero muchos de sus compañeros llevan meses, incluso más de dos años, instalados en la zona. Junto a las tiendas de campaña han montado una especie de carpa con mesas y sillas. Tienen el agua y la comida ordenada en cajas. También han habilitado una zona para asearse y la ropa recién levada la cuelgan en cuerdas sujetas a las ramas de los árboles. El único objeto de ocio es un balón de fútbol que tienen ahí para pasar el rato.
Este es uno de los diversos campamentos que hay instalados en la zona. Hay bastantes más. Pero no es fácil encontrarlos. Se calcula que puede haber medio centenar de jóvenes viviendo en estos asentamientos. Para llegar a ellos hay que caminar por estrechos senderos, rodeados de frondosa vegetación.
Said voló desde Marruecos a Turquía hace más de dos años. Desde allí emprendió un camino a pie de varios meses hasta España y se dirigió a Euskadi porque le habían dicho que aquí la vida era «más fácil», con «más ayudas». Said muestra a EL CORREO las condiciones en las que vive. A su lado está su amigo Mohamed. Este último es un joven informático de 31 años que llevaba siete meses aquí. Mohamed tiene suerte y desde hace unos días ya no duerme en la calle, ya que ha conseguido plaza en el albergue de 10 plazas que ha habilitado de urgencia la asociación San Nikolas Zabalik. «Sólo buscamos un futuro mejor. Lo último que queremos es causar problemas», insisten.
Estos campamentos habían pasado desapercibidos para la inmensa de los vecinos. Pero el asunto cambió cuando uno de los propietarios de estos terrenos denunció la presencia de estos campamentos irregulares en su propiedad. Hace tres semanas, la Policía de Berango les comunicó que debían abandonar la zona. Y, desde entonces, se han precipitado las reacciones de diversos agentes que quieren «solucionar» esta situación.
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A los vecinos de la zona les sorprende la repercusión que han adquirido estos asentamientos cuando -insisten- llevan meses instalados. E insisten en que aquí hay chicos que quieren buscarse la vida de forma «honrada», pero también otros que «llevan más tiempo» y que han causado «muchos problemas». Hay bastantes ejemplos. Los nuevos gestores del asador Iturgitxi, que reabrió sus puertas hace menos de un mes -con el nombre de Iturgitxi Berria- tras cuatro años cerrado, explican que las instalaciones fueron ocupadas durante meses por un grupo de individuos hasta que consiguieron sacarles de allí.
Cerca, en la calle Itza Bidea, está Jesús María, un vecino de 90 años que se encuentra cortando el césped de su pequeña casa. Cuando se le pregunta por los asentamientos, este hombre explica que a él le rompieron las puertas y las ventanas y se comieron casi todo lo que tenía en el frigorífico. Jesús María reforzó las puertas, pero ha sufrido algún otro intento de asalto. Lo que no hicieron fue llevarse ninguna de las herramientas que tiene en el taller. En realidad, esta vecino está casi agradecido. Junto a su casa hay otra vivienda que también estuvo varios meses ocupada y otra que ha sufrido varios asaltos en los últimos dos años.
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