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En aquel tiempo, el viceconsejero de Transportes Betolaza aseguró que la Línea 5 del metro llegaría a Galdakao en siete años, en el lejano y promisorio 2016. Incluso garantizó la frecuencia de los trenes:cinco minutos. Unos meses después, cambió el Gobierno en Euskadi y ... el nuevo consejero de Transportes, Iñaki Arriola, denunció que los cálculos hechos por sus predecesores eran «electoralistas». El proyecto se mantenía, claro que sí, pero flotando en el éter sin plazo ni presupuesto que más le conviene a la política. El alcalde de Galdakao dijo entonces que aquello era un «jarro de agua fría».
Nueve años después, el diputado general ha anunciado en Juntas que la Línea 5 no va a llegar a Galdakao. Y el alcalde de Galdakao ha dicho lo mismo, que es un «jarro de agua fría». Lo admirable es que no es el mismo alcalde que en 2009. Sí es del mismo partido, el PNV, cuyo grupo político en Galdakao le pedía anteayer mismo a la Diputación que diese «una muestra inequívoca» de la apuesta por la llegada de la Línea 5. Lo hacían tras ver que se apoyaba con todo la construcción de la Línea 4 a Rekalde y que la Diputación ponía sobre la mesa de las grandes infraestructuras la construcción de un túnel bajo la ría y la ampliación de la Supersur.
Fue precisamente hablando de esas obras enormes cuando Unai Rementeria le abrió la puerta de salida al proyecto de la Línea 5. Lo hizo subrayando la imposibilidad de hacer «todo nuevo» y «doblar infraestructuras». Y explicando que lo que hacen los sistemas modernos de transporte es combinar el metro y el tren. «No todo puede ser subterráneo», dijo el diputado general.
La idea puede ser incómoda y difícil de explicar, pero además es cierta. Si la política le tuviese más respeto a ese detalle, a la verdad, concentraría su energía en lo importante y antes que promesas lanzaría argumentos. También daría cada paso atendiendo a una visión general y sin anteponer ningún interés al bien común. Después, resultaría más sencillo explicarlo todo. Incluso lo más difícil. Como que no contar exactamente con una línea de metro no puede significar que un municipio de 30.000 habitantes que cuenta con un hospital de referencia para 300.000 pacientes no esté integrado en la red de transporte público del modo más cómodo, funcional y moderno posible.
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