Un talador se emplea a fondo con la motosierra en un pinar de un monte de la localidad vizcaína de Etxebarria. ignacio pérez

La tala de árboles, un oficio de riesgo

EL CORREO acompaña a una cuadrilla que corta pinos en Markina, una labor peligrosa que se ha cobrado tres vidas este año en Euskadi

Domingo, 25 de julio 2021, 02:28

José Antonio Eguren, natural de Ziortza-Bolibar, compró hace tres meses un pinar en un terreno de propiedad privada camino del monte Akarregi (433 metros), en Markina-Xemein. Allí tiene una cuadrilla de tres trabajando, «todos asegurados y en orden». Entre ellos, los hermanos Jon ... y Pedro Curac, de 24 y 32 años, al mando de una procesadora que corta y desbroza, una autocargadora y una arrastradora, máquinas forestales de enormes dimensiones alquiladas por Eguren. Trabajan de lunes a viernes de ocho de la mañana a una de la tarde y de dos a seis de la tarde. Ganan unos mil euros y prima si acaban antes de plazo. «El oficio lo hemos aprendido aquí, trabajando», declaran los jóvenes, nacidos en Rumanía.

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Tras obtener el permiso de corta, Eguren ya tiene medio talado el terreno y, la madera que extrae del arbolado, negociada con una serrería de Soria, para el mercado de la carpintería. Con ella se fabricarán tableros de aglomerado. Los troncos más pequeños y secos son para embalaje y papeleras. Cuando terminen, limpiarán toda la tierra sin removerla. «Los ecologistas dicen que la zarza es una riqueza, eso dicen. Para mí es suciedad», comenta Eguren. Las pistas que ha abierto la cuadrilla para llegar al pinar se quedarán ahí para goce de montañeros y para facilitar el acceso a los bomberos forestales.

«Los guardas no quieren que pongamos más eucaliptos»

José Antonio Eguren, Propietario del pinar

Tras la tala no habrá repoblación. «Cada vez hacemos menos, y si la hacemos, de pino francés, que necesita 70 años para poder ser talados y que te sea rentable. A ver quién los aguanta. Ni los nietos de los nietos. Además, los corzos se comen las semillas de pino francés según plantamos», indica. «Y los guardas no quieren que pongamos más eucaliptos, nos dicen».

Como rematante, José Antonio es una figura importante en el proceso económico de la transferencia de la madera del monte al aserradero. Trata con los propietarios del bosque (particulares o Diputación) y con los compradores de la madera. Estos pinos 'insignis' o 'radiata' de unos 20 años de edad (una variedad que desde hace cuatro años sufre en Euskadi las consecuencias de dos hongos) los negoció por cincuenta euros el metro cúbico (plantarlos cuesta un euro). Antes de decidirse, Eguren los estudió con detenimiento. Con la ayuda de una cinta métrica, midió el diámetro de cada uno a metro y medio del suelo. La altura de los árboles la sacó con el hipsómetro. «Aquí hemos sacado pinos de tres metros de diámetro. Pero los mejores son de metro y medio, esos son los que quieren las serrerías. Y un poco verdes».

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Trabajan en pequeños grupos. Cortes y caídas de ramas son su mayor amenaza

a la intemperie

Vuelco del camión

Antes que rematante, Antón o Errotalde, como le conocen en la zona por el nombre de su caserío, fue camionero cargador de troncos. También trabajó como talador en sus inicios en el sector forestal, al que lleva vinculado 50 años. No se le olvida aquella vez que el camión volcó en una pista intrincada, «no como las de ahora». «Me salvé de milagro», dice. Recuerda otros incidentes. «Hace 20 años, un amigo mío, al lado de Gernika, murió al instante cuando le cayó una rama. Después de comer yo me marché a la serrería y cuando volví estaba lleno de ertzainas. Y no era una rama grande», explica.

Por todo esto no se sorprendió cuando el 7 de julio supo de la muerte de un joven de 27 años que conducía un camión arrastrador de troncos en Muxika. José Antonio Eguren aprieta los labios, se queda pensativo y niega con la cabeza. «Antes los camiones no tenían freno, ahora son máquinas muy seguras pero hay que tener mucho cuidado, se te va una pista y...». El de Muxika es, a día de hoy, el tercer accidente mortal en tareas relacionadas con el sector forestal que se produce en Euskadi en lo que va de año. Los otros dos tuvieron lugar en enero (en Ezkio-Itsaso, por un golpe de una rama) y en febrero (en Ugao-Miraballes, aplastado por un árbol). El año pasado fallecieron dos personas, como en 2019. Y una en el año 2018.

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«También sé de un motorista que andaba por el monte de noche. El viento derribó un pino y quedó en silla de ruedas», dice Eguren. Nos conduce hasta Iker Legarra, natural de Markina y talador profesional, integrante de una de las cuatro cuadrillas que José Antonio Eguren tiene a su cargo y que se mueven en tres camiones y cuatro todoterrenos por los montes. Legarra, de 43 años y buen humor, tiene el cuerpo cuajado de contusiones. «Cortes, gracias a Dios, no he tenido ninguno, pero escapadas, sí». «Yo siempre llevo gafas de seguridad, pantalón de protección contra cortes ligeros, casco y botas. Acabas cocido».

Iker Legarra estuvo a punto de cortarse el pie con una rama y perdió en otro incidente parte de un ojo. ignacio pérez

«¡Carallo, el ojo!»

Una vez una rama que saltó le abrió la cara y le sacó la cuenca de un ojo -mueve la visera para mostrar la cicatriz que quedó tras la sutura-. «La rama entró por debajo de la gafa. La hostia fue como un bate, me quedé con la motosierra paralizado y un compañero gallego que tenía al lado gritó 'carallo'». En ese ojo solo le queda un 10% de visibilidad. Hace dos años, le aplastó un árbol que, al ceder, se cruzó con otro y frenó de sopetón. Sus costillas hicieron crac. «Casi me saca las chichas». El sacro y la cadera también los ha tenido fracturados tras otro accidente en mitad de una tala. En la suela de su bota de seguridad muestra que falta un trozo, «el otro día me entró una rama. Y son nuevas, ¿eh?». «Cuando acabo mi jornada y veo en la tele las peleas de los políticos me parecen tonterías comparado con esto», señala.

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Con la ayuda de un hacha, enseña cómo prepara el ejemplar que va a cortar. «Cada pino es diferente». Abraza el árbol y mira hacia arriba para ver dónde tiene la caída. «Tienes que ver dónde lo vas a echar». Para derribarlo en la dirección correcta, explica, hay que cortar una especie de bisagra en el tronco, que será la que dirija la trayectoria. «Luego hacer una cuña por el lado que queremos que caiga el árbol. En el momento oportuno te escapas». Iker Legarra cuenta que ha visto a muchos «caseros» cojear porque han tenido un percance con la motosierra. «Si la cadena de la motosierra se te mueve y te agarra...».

Trabaja con tres compañeros, dos de origen rumano y uno ecuatoriano. Todos han hecho un curso de prevención de riesgos laborales. «A veces ando a leches, ¡cuidado, no os pongáis tan cerca!, les digo. Me pongo malo, me tienen loco». «Los taladores que somos de aquí somos pocos. Están todos jubilados».

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Jon Curac se baja de una máquina transportadora de troncos en un monte de Markina. ignacio pérez

EN SU CONTEXTO

18.000

personas en Euskadi se dedican al sector forestal, de forma directa e indirecta. Es el 2,42% del empleo de la comunidad. La aportación de esta industria al PIB vasco es del 1,5%.

Accidentes

Suponen el 35% de los que se producen en el sector primario vasco.

Empresas

Nueve de cada diez tienen menos de 20 empleados.

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