sergio llamas | LEIRE PÉREZ
Martes, 30 de noviembre 2021, 14:30
Este martes ha sido día de mangueras y cepillos en Las Encartaciones. También de empezar a evaluar los daños de las inundaciones, aunque los Ayuntamientos de las localidades afectadas ya han avanzado que todavía tardarán unos días en conocer el alcance exacto de los mismos. ... Los vecinos de Alonsotegi, Güeñes y Zalla, principalmente, se han pasado la mañana retirando el barro acumulado y apartando las ramas que el Cadagua dejó en sus lonjas, garajes y hasta viviendas.
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«Tenía el arcón lleno, con lo que pesa, y aún así el agua le ha dado la vuelta», señalaba Mikel Baño, que ha visto su lonja y su txoko en el barrio de Ibarra (Güeñes) inundado. «En el portal el agua llegó a alcanzar unos 60 centímetros», añadía
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La misma desagradable tarea le ha caído a su vecina, Irantxu Aretzaga. «Habíamos subido mucho la altura del txoko, pero aún así ha entrado», explicaba mientras sacaba herramientas de la huerta, la vajilla y otros objetos acumulados. «Hay que tirarlo todo», subrayaba la mujer, que este lunes no pudo entrar al local porque el agua no se retiró a última hora de la tarde. «Ha sido similar a la que tuvimos en 2015, pero ya no podemos seguir elevando la lonja. Esto cuando llega, llega», se resignaba la mujer, que al menos agradece que el agua no llegara a las gallinas que guarece junto a su huerta, ayer anegada. «Vivir al lado del río es lo que tiene», se dolía
Este martes, las carreteras y el camino que el lunes estaba cubiertas por el Cadagua han amanecido teñidas de barro y plagadas de grotescas esculturas arbóreas, con ramas y troncos de enorme tamaño arrastrados por la corriente. La imagen en el barrio Pertxeta, de Alonostegi, es desoladora. Allí el agua llegó a superar los dos metros de altura e inundó completamente uno de los almacenes de la fábrica de muebles Montes. Su responsable, Iñigo Montes, todavía no ha entrado a verlo. «A la tarde regresaré con las botas de goma, pero lo de ahí está todo perdido. El suelo, que habíamos arreglado no hace mucho, está levantado», describía el hombre, que ya tiene experiencia con las crecidas del río. Sabe que ahora toca hablar con los seguros o el consorcio de compensación. «No creo que recuperemos más del 40 o el 45% de los costes», avanzaba ya junto a un río que este martes baja manso, pero caudaloso.
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Junto a la fábrica de muebles, los dueños de varias barracas de feria han estado este martes limpiando las caravanas y vehículos que no pudieron poner a salvo. «Hemos intentado abrir las ventanas y salvar las cosas, pero la madera se hinchará y quedará para tirar», adviertía Jalil Maienin, quien añade que el domingo por la noche tuvieron «que salir corriendo» a las 23.00 horas al ver cómo se elevaba el agua.
También en Pertxeta, Francisco Moya pasó la mañana arreglando una verja tumbada por el río. Multitud de ramas, plásticos y basura ha quedado entrelazado con el enrejado, arrancado totalmente tumbado por la crecida. «En la casa no ha entrado, pero aquí ha arrasado», afirmaba.
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Muchos vecinos de Allende Zelaia, en Sodupe (Güeñes), ya pudieron comenzar a limpiar el interior de sus casas el lunes, aunque sumideros y calles continuaban bajo el agua. Este martes José Antonio Fernández Bartolomé y Jagoba Elordugi pudieron al fin entrar en el local que utilizan de almacén y vestuario de la empresa Ausareo. «Tenemos que llevar botas que nos han prestado y que no son de nuestro número, porque lo teníamos todo aquí», explicaba Jagoba mientras sacan al camión las cosas que confían en poder salvar, como materiales de obra y señales de las obras que realizan para el Ayuntamiento. El grupo electrógeno, sin embargo, quedó cubierto bajo el metro de agua que se coló en las instalaciones, al margen de los sacos de arena colocados. «De la fuerza que tenía el agua le ha dado la vuelta a todo lo que teníamos aquí», advertía Antonio señalando un espacio donde hay una montaña de enseres, de los que será difícil sacar el barro que también les cubre a ellos, y que aún cubre la calle junto al río, ahora de vuelta en su cauce.
En Basauri, el Ayuntamiento desconocía este martes los daños provocados por la crecida, registrados en propiedades privadas. La mayoría de los afectados habían dado parte a los seguros y los trabajos de limpieza iban a buen ritmo. Tanto que en algunos lugares, como el garaje anegado en la calle Fernando Barkin, este martes no quedaba ni rastro de agua. Rastrillos, cepillos, baldes... Cualquier cosa sirvió para sacar los más de treinta centímetros de agua que se colaron en el aparcamiento. En la puerta del garaje, José Antonio y José Ramón contemplaban el estado del inmueble. «Tenemos ganas de meter los coches, si tuviésemos miedo aquí no usaríamos las parcelas nunca», explicaban.
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Junto al río, los propietarios e inquilinos de la hilera de lonjas en las que el lunes entró más de un metro de agua se afanaban en recuperar la normalidad. «Me dio tiempo a sacar el coche, pero he perdido muchos recuerdos, como una colección de fotos de las inundaciones del 83», comentaba Txema Hernando. En su opinión, «algo raro sucedió». «Lo decimos todos en el barrio porque el río no llevaba tanta agua y en dos horas se desbordó. Han tenido que abrir compuertas o algo», afirmaba.
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