MÁSTER DE PERIODISMO MULTIMEDIA EL CORREO-UPV/EHU
Viernes, 4 de junio 2021
Ciudades como Venecia o Ámsterdam no se conciben sin sus icónicos puentes. Lo mismo sucede, cada vez más, con los que abrazan la ría de Bilbao. Desde los más antiguos (San Antón), hasta los más recientes (Frank Gehry, San Ignacio), constituyen en conjunto una suerte ... de cremallera que cose las dos márgenes de la ría. Permitiendo la movilidad de vehículos y personas, durante mucho tiempo estos puentes han estado condicionados a permitir el tráfico fluvial a través de la ría, arteria clave del comercio y la industria de Bilbao.
Publicidad
Ya en los albores de la ciudad, sus habitantes hicieron vida en ambas márgenes. Posteriormente, a partir del siglo XVIII y hasta finales del XIX, cuando la villa salta desde las Siete Calles hasta el Ensanche, en la que fue la gran expansión de la ciudad, se proyectaron diferentes puentes que conectaron las dos orillas, permitiendo, al mismo tiempo, la navegación. En este tiempo surgieron los diferentes puentes de la Ribera, la Merced y del Arenal.
En la primera mitad del siglo XX, Bilbao ya era una gran urbe, gracias al proceso de industrialización vivido durante décadas. Queda patente la necesidad de construir nuevos puentes que faciliten la movilidad y es así como se levantan los del Ayuntamiento y Deusto. También, ya en los 70, el de la Salve, que responde a una realidad más comarcal, para unir el centro con las periferias. Fueron puentes móviles o de gálibo alto, para permitir el paso de barcos, fundamentales para el desarrollo industrial de la urbe.
Noticia Relacionada
MÁSTER DE PERIODISMO MULTIMEDIA EL CORREO-UPV/EHU
Finalmente, a finales del pasado siglo y principios del presente, Bilbao se vuelve hacia la ría y se decide aprovechar su potencial para la transformación de la ciudad. Con el traslado del puerto al Abra exterior y la consiguiente urbanización de Abandoibarra, se apuesta por crear un entorno urbano más amable con el peatón. Fruto de esta concepción son los puentes de Zubizuri, Euskalduna y la pasarela del Padre Arrupe en el centro, y la de Ibaieder en el barrio de La Peña. Su estética vanguardista, además, los han convertido en la imagen de modernidad del Bilbao actual.
Publicidad
Bilbao tiene quince puentes, de los cuales seis se han construido en los últimos veinticinco años. Esta radical transformación del paisaje urbano fue consecuencia de una nueva concepción de la ciudad, basada principalmente en la apertura de Bilbao a la ría, e influyó considerablemente en la movilidad de sus habitantes.
A finales del siglo pasado, la villa acometió su gran transformación para constituirse en la ciudad moderna que es hoy en día. La clave fue la apertura a su frente de agua particular: la ría. «El traslado del puerto de Bilbao del corazón de la ciudad al Abra exterior fue beneficioso tanto para el puerto como para la ciudad» explica Ibon Areso, que estaba en aquel entonces al frente de la Oficina del Plan General de Ordenación Urbana y posteriormente ocupó diferentes cargos políticos, incluido el de alcalde, como sucesor de Azkuna. «Las instalaciones portuarias necesitaban ampliarse y, con su traslado, la ciudad ganó un amplio espacio con una gran potencialidad urbanística», analiza. El resultado fue la zona de Abandoibarra tal y como la conocemos actualmente.
Publicidad
A raíz de esta urbanización del corazón de la ciudad quedó patente la necesidad de coser mejor las dos orillas. Es así como se proyectaron los puentes de Zubizuri (1997), Euskalduna (1997) y la pasarela del Padre Arrupe (2003) en el centro de la ciudad, y la pasarela de Ibaieder (1985) en el barrio de La Peña. De esta manera, se introdujo un nuevo concepto hasta entonces inexistente en Bilbao: su peatonalización. «La nueva ciudad debía ser más «andable», de tal forma que los viajes de los ciudadanos pudieran hacerse en transporte público o a pie», explica Areso.
Pero el impacto de los puentes fue más allá. «Lo fundamental es que propician que emerja una ciudad que estaba oculta dentro de la misma ciudad» expone Elías Mas, reconocido arquitecto que, entre otros méritos profesionales, fue arquitecto municipal de Bilbao. «Los puentes son elementos importantes para el crecimiento de la ciudad y claves para entenderlo», recalca. «Además de para unir las márgenes, y de ser construcciones de alto valor artístico o histórico, han servido siempre para que la ciudad entre en otra dimensión y le otorgan otra zona de expansión».
Publicidad
Noticia Relacionada
Y es que los puentes de Bilbao han acompañado a la urbe a lo largo de sus diferentes transformaciones, siempre conectados a sus necesidades. «De alguna manera, podría decirse que los puentes son seres vivos y han tenido que evolucionar» señala la periodista Argiñe Areitio, coautora, junto con Pedro Zarrabeitia, del libro Los puentes de la ría de Bilbao. Las construcciones que van desde el siglo XIX hasta los 80 del siglo pasado estuvieron obligadas a permitir la navegación fluvial, primero como actividad comercial y, posteriormente, industrial. Así pues, el desaparecido puente de Perrochico primero, y los del Ayuntamiento y Deusto después, fueron puentes móviles. La otra manera de garantizar el tráfico fluvial era contar con puentes de gálibo alto, como el puente de la Salve (1972) o, fuera del término municipal, el de Rontegi (1983).
Las imágenes de aquellos puentes abiertos para permitir el paso de los barcos han quedado para siempre en el imaginario colectivo de la ciudad. Fue algo que sucedió hasta finales del siglo pasado, cuando el volumen de tráfico que soportaban estos puentes ya no era comparable a los años 50. Ya no se podía seguir cortando el tráfico con tanta asiduidad.
Publicidad
Noticia Relacionada
A la par, con el fin de la industrialización de la ría y la consiguiente apertura de la ciudad a su frente de agua, Bilbao se modernizó para convertirse en una ciudad del siglo XXI, y los puentes fueron parte fundamental del proceso. En esta ocasión, las necesidades eran otras. Ya no había que pensar en el tráfico fluvial, sino en los ciudadanos. «Las nuevas construcciones debían facilitar la integración de ambas márgenes», explica Areitio.
Especialmente importantes fueron las pasarelas de Calatrava y Arrupe, que permitieron a los ciudadanos salvar el obstáculo de la ría, algo que anteriormente solamente podían hacer a través de los puentes del Ayuntamiento y de Deusto, separados entre ellos por más de un kilómetro, o bien a bordo de los desaparecidos gasolinos.
Noticia Patrocinada
Pero Bilbao no tiene techo. La gran zona de expansión actualmente es la isla de Zorrotzaurre. La necesidad de conectarla adecuadamente al resto de la ciudad ya ha propiciado el levantamiento de los dos últimos puentes que ha visto la villa, el de Frank Gehry y el de San Ignacio. Se trata del último episodio de una historia que comenzó a escribirse alrededor del puente de San Antón hace más de 700 años. Un capítulo sin duda fundamental para la configuración del Bilbao del futuro.
- Candela Gordovil Rueda
- María Isabel Hidalgo
- Andrea Mendoza Trujillo
- Alba Peláez Ovies
- Iñigo Atxa Loroño
- Iñigo Fernández De Lucio
- Jon Munarriz Chaves
- Carlos Nieto García
- Jesús Nicolás Sánchez
Publicidad
- Carlos Otaduy Caso
- Vladimir Rodríguez Hernández
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.