Los policías antidroga deben adaptarse a las circunstancias de cada investigación. Los ertzainas y guardia civiles que han participado en la operación Qilad-Arizko, que ha asestado uno de los golpes más importantes al narcotráfico del año en el Norte, se han tenido que vestir ... con el maillot de ciclista y montarse en la bici para realizar las vigilancias. El caserío donde se ocultaba la mayor parte de la cocaína, un total de 58 kilos, estaba ubicado en un paraje apartado del municipio vizcaíno de Gamiz-Fika. «Estaba tan aislado que no nos servía ni ir corriendo para pasar desapercibidos, así que hemos terminado con mejor forma física», bromea Hermelo Molero, jefe del grupo de Drogas de la Ertzainetxea de Bilbao en conversación con este periódico. El impresionante alijo decomisado a la organización desarticulada, una de las más activas de Bizkaia, fue presentado ayer en rueda de prensa en Logroño. Los seis detenidos en Bizkaia y La Rioja, de entre 30 y 73 años, han ingresado en prisión provisional. En total, se han decomisado 270 kilos de distintas drogas, entre ellas 'coca', hachís, marihuana, 'speed' y éxtasis, valoradas en 17 millones de euros, además de dinero y armas.
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Hermelo y sus agentes les seguían la pista desde el pasado febrero. A partir de abril unieron sus esfuerzos a la Policía Judicial de la Guardia Civil de La Rioja tras la detención de un correo de la banda en Calahorra con nueve kilos de 'speed'. Descubrieron que el líder de la red, que podía llegar a mover «hasta 100 kilos de 'coca'», calcula el responsable policial, era un vecino de Barakaldo de unos 50 años, con familia y sin antecedentes. Era un capo bastante «atípico». Alejado de la imagen del macarra, culto, discreto y hasta «sibilino». El único detalle llamativo de su forma de vida era que conducía un 'Porsche' y un 'Audi' deportivo sin tener trabajo.
Había elegido como mano derecha a un vizcaíno afincado en Castro y que regentaba un negocio legal en Las Arenas. «Él no tocaba la droga y su correo era un tipo discreto y educado, que hubiera pasado desapercibido en cualquier control policial», explica Molero para evidenciar la complejidad de una investigación, que se ha prolongado durante meses, para recabar pruebas en su contra. En Barakaldo fueron registrados cuatro trasteros. Uno de ellos estaba destinado en exclusiva a guardar la marihuana, 176 kilos de cogollos valorados en medio millón de euros.
Cuando los agentes decidieron pasar a la parte operativa, prepararon un gran despliegue con seis perros especializados en detección de droga y la unidad de Intervención. Temían que la 'coca' estuviera enterrada en el amplio terreno de la casa de Gamiz-Fika. Sin embargo, el «depositario», politoxicómano, la había escondido «debajo de la cama». Había paquetes de hasta 25 kilos, lo que indica que habían llegado así probablemente por barco. Algunos tenían el anagrama de Cartier y otros la bandera comunista, por lo que pertenecían a dos partidas distintas.
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Llama la atención la avanzada edad de uno de los detenidos, 73 años. El hombre vivía cerca de Rekalde y era un viejo conocido de la Ertzaintza, que responde al nombre de Ramón. «Cuando llegué a la unidad, hace 25 años, le acababan de detener por tráfico de drogas. Ha pasado la mayor parte de su vida en la cárcel. Acaba de salir en diciembre», recuerda Hermelo. Otro traficante, gruista de profesión, fue arrestado en Vitoria.
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