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Los ayuntamientos vascos preparan contrarreloj sus dispositivos de vigilancia para controlar desde esta noche las aglomeraciones en lugares públicos de madrugada. justo rodríguez
La 'orden' para atajar los botellones nocturnos con policías y precintos desborda a los alcaldes

La 'orden' para atajar los botellones nocturnos con policías y precintos desborda a los alcaldes

El Gobierno vasco admite que no puede «prohibir» reuniones sociales, pero emplaza a los ayuntamientos a actuar para atajarlas

Viernes, 16 de julio 2021, 01:30

La orden decretada por el Gobierno vasco para que los ayuntamientos se encarguen de disolver los botellones nocturnos, zona cero de la actual explosión de contagios entre jóvenes en Euskadi, ha provocado una intensa resaca en las alcaldías. Un día después de que el LABI ... que lidera el lehendakari impusiera un veto a las reuniones de personas no convivientes de medianoche a seis de la mañana, los alcaldes amanecieron ayer con un reto entre sus manos que ha desbordado su capacidad de actuación a la hora de armarse a todo correr de patrullas de la Policía Municipal y precintos con los que acotar parques, playas, jardines y zonas deportivas, entre otros espacios públicos en el punto de mira del Ejecutivo. Pero además se declaran desconcertados por la magnitud del encargo -«cada fin de semana hay cientos de botellones en la comunidad, son incontrolables», confiesan los propios ertzainas- y por el lenguaje empleado por el LABI para llevarlo adelante -el decreto evita de forma expresa el término prohibir por la incertidumbre jurídica que ello conllevaría en plena ola de varapalos judiciales a las medidas que implican recortes de libertades fundamentales como son el de reunión y movilidad-. Sin recurrir al toque de queda como Cantabria o Cataluña, Iñigo Urkullu quiere que la decisión de «impedir» lo que llama «exceso de interacción social» en el País Vasco se interprete como si fuera una «prohibición», una norma de «obligado cumplimiento», aunque los juristas lo tomen casi como una «recomendación». Con este panorama, los regidores se han visto obligados a trabajar contrarreloj para poner a prueba esta misma madrugada su diligencia para atajar las aglomeraciones, condicionados por la «falta» de medios humanos y materiales, más acusada por las vacaciones de verano.

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