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Hay muy pocos proyectos tan esperados en Bilbao como la estación intermodal de Garellano. La historia viene de largo. En 1996 se inauguró la vieja Termibus como equipamiento provisional e insuficiente para una urbe de esta talla. Aquel parche se consolidó durante más de dos ... décadas. Hasta que en 2017, al fin, arrancó la construcción de la que tiene vocación de convertirse en una de las más importantes puertas de entrada a la villa. Tras sucesivos aplazamientos, su puesta en servicio está prevista para octubre. Pero los trabajos tienen que terminarse en septiembre. «Sí o sí», dice, tajante, el concejal de Obras y Planificación Urbana, Asier Abaunza.
Estamos en un momento tan determinante que «200 operarios trabajan cada día en la estación para cumplir con el plazo». Carpinteros, electricistas, instaladores, albañiles... «Las obras van bien, pero no nos va a sobrar ni un día».
El motivo por el que todo tiene que estar culminado el mes que viene es que, tras el fin de la obra, hay más cosas que hacer antes de estrenar la estación, de abrirla al público. Fundamentalmente, «las pruebas de Protección Civil» para certificar que se trata de una instalación segura. Con especial mención a la extracción de humos. «No queremos que nos pase lo mismo que a San Sebastián...», observa Abaunza. Se refiere a lo que les ocurrió a los guipuzcoanos a comienzos de 2016 cuando, estando ya convocado el acto oficial de la inauguración de su estación, los bomberos alertaron de que el sistema de evacuación de humos no cumplía con los requisitos de seguridad. La puesta en marcha se aplazó un par de semanas y aquello resultó un poco bochornoso.
En fin, que en el caso bilbaíno es ineludible terminar el mes que viene para que, después de esas pruebas fundamentales para confirmar que todo está en orden, la intermodal pueda entrar en servicio en octubre. Y nunca más tarde. ¿Por qué? Porque ese mes habrá que abandonar la parcela que ahora ocupa la estación provisional y, lógicamente, los buses tienen que ir a algún sitio.
Hay que recordar que la finca donde ahora paran los autobuses, en el vértice entre las calles Pérez Galdós y Luis Briñas, es una espacio «que nos cedió Ría 2000», señala el concejal de Obras. La cuestión es que esa parcela se vendió para levantar ahí la quinta torre de Garellano, la que culmina la regeneración urbanística de la zona y que ha diseñado Richard Rogers. Pues bien, Ría 2000 se ha comprometido a entregar el suelo a la promotora en octubre como plazo máximo. De lo contrario, «habrá penalizaciones».
Con esta amenaza en el horizonte próximo, el plan del Ayuntamiento es hacer la mudanza en la primera quincena de octubre para evitar sorpresas de última hora y no culminar el proceso sobre la campana, con todas las incertidumbres que ello genera.
Asier Abaunza | Concejal de Obras
En cualquier caso, Asier Abaunza insiste en que las cosas van bien. Y eso que estamos ante un trabajo colosal. «Ha habido que retirar tanta tierra como para abrir el canal de Deusto», ilustra el concejal. Para hacer semejante agujero hubo que diseñar un plan de obras que ha condicionado toda la evolución del tajo: una mitad de la estación, la más próxima a la calle Gurtubay, ya está terminada, «tiene incluso instalada la iluminación». La otra mitad, la que linda con Luis Briñas, es la que necesita el acelerón. Pero va sobre plazo. «Estamos tendiendo el cableado, el suelo de granito de la zona de pasajeros ya está casi listo...».
Esta disparidad en el ritmo de los avances tiene su origen en la excavación de la zona. En un primer momento se llegó al fondo en la mitad próxima a Gurtubay, donde se pudo empezar a cimentar y forjar. En la otra mitad permanecían las rampas de tierra que daban acceso a los camiones al fondo del pozo, y que no pudieron ser retiradas hasta que en la zona más avanzada se realizaron las subidas de hormigón que serán las que utilicen los autobuses para acceder al subsuelo.
Es posible que algún observador se haya preguntado cómo se pretende abrir en octubre un equipamiento al que le queda mucho para estar terminado en sus pisos altos. El motivo es que la estación sólo necesita para funcionar parte de la planta baja y las cuatro subterráneas, además de la gran plaza que completará el complejo. El resto del inmueble, donde habrá un hotel y una residencia de estudiantes, se terminará más tarde.
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