La odisea de vivir en un piso sin ascensor

Por falta de espacio para construir nuevas edificaciones en el 'botxo', el Ayuntamiento y el Gobierno vasco impulsan desde hace tiempo la rehabilitación del parque residencial, uno de los más antiguos de Euskadi. Tiene 54 años de media. El esfuerzo público para subvencionar una buena parte de la instalación de ascensor en los bloques, una necesidad urgente para una población que envejece sin remedio, ha permitido que los pisos que carecen de este equipamiento desciendan en casi 6.000 en la última década. En 2013, había 29.679. Ahora, son cerca del 14,3% del parque, 23.750.

Pero detrás de las cifras frías hay realidades terribles. Uno de cada cinco está ocupado por mayores de 65 años. El porcentaje se dispara en los barrios más vulnerables, también los más envejecidos. Esa misma estirpe de trabajadores que estrenaron o levantaron con sus propias manos las viviendas sufren ahora la brecha social en forma de escaleras. La falta de ascensor convierte a veces esos pisos en prisiones. En los barrios más antiguos también abunda esta problemática. Según un estudio de la sociedad Viviendas Municipales, en 14 barrios el 90% de los pisos tienen ascensor y en otros 13, siete de cada diez carecen de él. Miribilla y el centro gozan de tasas de accesibilidad satisfactorias. En el Casco Viejo y en La Ribera de Deusto este equipamiento brilla por su ausencia en la mitad de los hogares. Los barrios que están a la cola en ingresos en la ciudad son los que menos elementos de este tipo tienen.

En el Peñascal sólo hay ascensor en el 27% de las residencias, aunque esto también tiene relación con el gran número de casas unifamiliares que se construyeron monte arriba. Aquí se aguarda un millonario plan de regeneración urbana con derribos y realojos en bloques modernos. Mientras, solo el 40% de las residencias de Altamira, el 20% de las de Arabella y el 31,7% de las de Uretamendi están en edificios accesibles.

En Otxarkoaga y San Francisco cuatro de cada diez pisos no tienen elevador. En el primero de estos enclaves, la Asociación de Familias protagonizó una batalla vecinal pionera de la democracia en Bilbao, en 1977 y 1978, con encierros en el Ayuntamiento, para que el Gobierno central rehabilitara las viviendas. En los dos últimos años, las arcas municipales apoyaron 259 actuaciones de accesibilidad que beneficiaron a 4.616 hogares en toda la ciudad. 103 fueron para ampliar el recorrido del elevador, es decir, para bajarlo a cota cero, y 57 para su instalación en bloques que no tenían. Las comunidades también pueden solicitar ayudas al Gobierno vasco.

Surbisa, la sociedad municipal de rehabilitación urbanística creada en 1985 para reflotar la ciudad de las terribles inundaciones que ocurrieron dos años antes, actúa, precisamente, en las zonas históricas y en los barrios más vulnerables, con bloques con más carencias. Aquí las reformas se apoyan con más subvenciones. La sociedad ejerce de «ventanilla única» y asesora a las comunidades que quieran sumergirse en una obra. Pese a que el coste «de la instalación de un ascensor ha pasado de los 150.000 a los más de 200.000 euros», los vecinos de estas zonas pueden recuperar hasta el 85% de la inversión», relata el concejal de Regeneración Urbana, Iván Calderón, que recalca que viudas, pensionistas o desempleados pueden recobrar la totalidad del desembolso previo.

El edil destaca «la labor social» de la sociedad, que en sus primeros 35 años de historia propició la mejora de una de cada siete pisos de Bilbao. Pero «en ocasiones, las personas que viven en el tercero, o en el cuarto, no precisan el ascensor y rechazan afrontar esa obra, aunque solo terminen pagando el 15% del coste. En muchos casos no puede colocarse por falta de acuerdo», explica. Los interesados no alcanzan la mayoría simple. Aunque pueden facilitarse créditos, adelantar el importe se convierte en algo imposible para personas muy mayores o muy pobres, que no están para meterse en jaleos. En otros casos, el ascensor solo puede instalarse fuera del bloque. Si se invade terreno municipal, no suele haber problema, pero si es privado, la cosa se alarga o directamente se paraliza. Y en otro porcentaje de viviendas, es técnicamente imposible.

Las agrupaciones vecinales de Otxarkoaga o Uretamendi, donde Surbisa acaba de desembarcar y pretende actuar también en el exterior de las viviendas, reclaman un esfuerzo mayor de las instituciones para reparar esta deuda de accesibilidad. La Asociación de Familias de Otxarkoaga siempre ha pedido al Ayuntamiento que, a través de Viviendas Municipales, dueña de muchas de las viviendas del barrio, impulse estas obras no solo en las que son de propiedad municipal. Aquí y en otros barrios altos abundan los vecinos mayores o con discapacidad que han fallecido tras años sin poder salir de sus viviendas y que lo siguen haciendo. Un drama escondido en los rellanos de los portales más humildes.