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Lo mismo decimos que Bilbao está medio muerta porque ya no hay ni jóvenes ni ocio nocturno, que nos indignamos por el drama que sufren los vecinos al no poder dormir debido al barullo que hay en la calle hasta altas horas de la madrugada. ¿ ... En qué quedamos? Pues en que hay algo de cierto en las dos afirmaciones.
Se ha notado en los foros abiertos de Abando e Indautxu, que han tenido lugar la primera semana de abril. Se trata de encuentros que, en el marco de los talleres de seguridad, buscan ofrecer un punto de encuentro entre vecinos y responsables municipales. Que la gente le diga al Ayuntamiento qué le preocupa. Y en los barrios céntricos el tema recurrente es el ruido, el jaleo nocturno. Se escuchó a personas contar que están perdiendo noches de sueño y años de vida, que las obras de insonorización en sus casas sirven para poco, y que quienes dan el paso de mudarse a un sitio más tranquilo han de rebajar el precio de su piso y aún así vender es difícil.
¿Es para tanto esto último? Desde las inmobiliarias sí admiten que muchos de sus clientes ponen una línea roja y no quieren comprar piso en calles ruidosas, ya sea por la hostelería o por el botellón. En Pozas, Rodríguez Arias donde el Moma, Ledesma, la zona de San Vicente, Uribitarte... En los lugares conocidos. «Como hay gente que no quiere ir ahí a vivir, el precio medio es más bajo que en calles paralelas pero sin bares», asume Roberto Serrano, gerente de Quorum. No es fácil hablar de cifras, pero un mismo piso costaría «un 15% menos en Pozas que en Urquijo». Sobre un precio medio «de 500.000 euros, serían 75.000 euros de depreciación».
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Gonzalo Irizar, de la firma Irizar, menciona las mismas cantidades y porcentajes por el «filtro» que ponen los potenciales compradores a la hora de determinar dónde quieren vivir. Pero asume lo difícil que es afinar más porque no hay dos pisos iguales y «el ruido es uno de los factores» que entran en juego.
Por supuesto, no es algo que ocurra únicamente en Bilbao. José Alonso, delegado de Don Piso en la zona norte, revela que en ciertas calles de Romo, en Getxo, o en Zaballa, en Barakaldo, también es necesario poner precios «ostensiblemente más bajos» a las viviendas para darles salida. Pone como ejemplo un inmueble de nueva construcción de Romo que da a dos calles diferentes: una tiene bares y otra no. Pues bien, pisos similares han sido vendidos en la primera por 240.000 euros y en la segunda por 260.000. La diferencia en este caso no es muy elevada. Pero sí lo es el tiempo que se tarda en darles salida. El más tranquilo encontró comprador en tres meses, y el otro necesitó más de un año. «El problema no es sólo el ruido, sino las complicaciones que tienes para meter el coche en el garaje cuando a ciertas horas tienes que pasar por una zona peatonal repleta de gente».
En Bilbao esto ocurre pese a que «hay muy pocas zonas afectadas por problemas de ruido porque la ciudad está casi muerta en cuanto a ocio nocturno y todo el mundo lo ve y lo sabe, menos los del Ayuntamiento», razona Irizar. Y pone como ejemplo Pozas, donde «hace años había mucho más movimiento» y, pese a ello, menos problemas.
¿Por qué ocurre esto? Roberto Serrano, que lleva 28 años en el negocio, ha percibido un cambio relevante. «Hace tres décadas la gente que compraba piso era menos exigente, más conformista». Ahora, sin embargo, las exigencias son mucho mayores: apenas nadie se plantea comprar una vivienda que no tenga ascensor, se mira más la calidad de los materiales... Y la tranquilidad del entorno cotiza al alza. Del mismo modo, los vecinos también han ganado en sensibilidad.
Más aún tras la pandemia. El concejal adjunto de Movilidad y Sostenibilidad, Álvaro Pérez, reveló a este periódico hace unas semanas que las quejas por ruidos se habían disparado en los últimos tiempos. En parte, porque durante meses de confinamientos y restricciones de horarios los vecinos se acostumbraron a entornos más plácidos. El regreso a la normalidad, en fin, tiene su parte dura. También hay que tener en cuenta que la población envejece y quizás se vuelve más sensible a ciertas incomodidades.
En este entorno, a menudo hay que echar mano de soluciones imaginativas para dar salida a pisos en zonas poco atractivas por el escándalo. José Manuel González, presidente de los agentes de la propiedad inmobiliaria (Apis) de Bizkaia, lo ilustra con el caso de una vivienda sobre un bar que dispensaba un estruendo incontrolable y que fue finalmente adquirida por una persona con problemas de audición.
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