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LAURA GONZÁLEZ
Lunes, 24 de diciembre 2018, 01:21
El belén, las luces, el árbol, la llegada de Olentzero, los regalos inesperados, los reencuentros, las grandes comilonas... pero sobre todo las reuniones familiares. Todos recordamos con añoranza las navidades de nuestra infancia, una época del año en la que éramos los protagonistas ... de las fiestas. Momentos de ilusión que se vivían intensamente y que han rememorado para EL CORREO siete rostros de la sociedad vizcaína, trasladándose por un momento a su más tierna niñez.
Las navidades de Kerman Lejarraga, campeón de Europa de boxeo, discurrían siempre en la localidad vizcaína de Amorebieta. Desde Nochebuena hasta Reyes. Allí se reunía con su madre Isabel y con sus tíos. «También estaba mi abuela, y la que ya murió, por parte de mi tío». Precisamente este hombre, Víctor, era el que les preparaba a todos unos suculentos banquetes. «Me gustaba todo lo que hacía, no solíamos comer nunca lo típico, siempre se inventaba algo». De todos los regalos que recibió por estas fechas, un año le dieron una gran sorpresa con un dálmata al que bautizó como 'Anubis'. «Era cabezón y muy territorial», rememora. También le quedan espinitas clavadas, como las indumentarias del Athletic «que nunca llegaron». Y otra ocurrencia -la imaginación de los chavales no tiene límites- que, obviamente, tampoco se hizo realidad: «Un año pedí poder cambiarme el nombre por el de Julen Guerrero».
Criada en Barakaldo, donde nació en 1978, la actriz Begoña Maestre, la pastelera del 'Chiringuito de Pepe' o la fría Beatriz en 'Traición', su última serie, pasó casi todas sus navidades en su casa, donde se vivía con mayor ilusión la noche de Reyes. «Mi padre nació en Burgos, en la localidad de Oña, y mi madre, aunque es de Bilbao, viene de familia extremeña. Luego nos dimos cuenta de que con el Olentzero teníamos más tiempo para disfrutar de los regalos». La mayor de tres hermanos, Begoña era la encargada de colocar el belén en casa, y lo hacía feliz «porque me encantan las manualidades. Compraba hasta papeles especiales y me encargaba de forrarlo y de decorarlo todo».
Con tres años recibió el regalo que más le ha fascinado. «Lo recuerdo porque tengo un vídeo grabado. Tendría unos tres años. Me trajeron un muñeco pelón y lo abracé de tal manera que mi madre no podía coger la caja para abrirla». De lo que también guarda un grato recuerdo es de ver a su abuelo disfrazado de rey mago, cada año de uno diferente «Era un momento mágico. Después de cenar, siempre fingía que había aparcado mal el coche y bajaba para ponerlo bien. Cuando llegaba, todos coreaban ¡'que viene su majestad'!, y le ofrecían una copa de vino. Nosotros le mirábamos alucinados».
Nacida en 1990 en la ciudad que lleva por apellido, lo que provoca muchas conversaciones sobre la villa por todos los lugares que recorre del mundo, la joven modelo Alazne Bilbao siempre vuelve a casa para celebrar la Navidad con los suyos. Lo hacen en un caserío familiar. «Es una suerte poder poner la chimenea y cocinar en horno de leña». Se reúne con sus padres, sus tíos, sus abuelos y su hermana, junto a sus parejas. «Las mujeres somos las que decidimos el menú. Solemos hacer bacalao al pil pil, cordero al horno, mariscos... También comemos jamón y gildas, que son la especialidad de mi aita».
De todos los regalos que llegaron con el Olentzero se queda sin duda con uno, 'La Keka'. «Era una muñeca que se me quedó un día encima del coche. Desde entonces no hacía otra cosa que pedírsela a mis padres. Cuando me llegó por segunda vez, estaba muy feliz. La adoraba». Decorar su casa era un auténtico «ritual». «El árbol, el belén, las luces, gorros, matasuegras... poníamos lo que hiciera falta».
Criada en Indautxu, Belén Frau ha sido recientemente nombrada subdirectora de operaciones del gigante Ikea, con el que empezó su andadura en Barakaldo. Actualmente reside en Milán, ciudad que cambiará próximamente por Copenhague. De pequeña estas fiestas las pasaba tanto en Vitoria como en San Sebastián, y más tarde en la capital vizcaína, con sus abuelos, sus tíos, sus padres y sus cuatro hermanos. «Somos una familia numerosa y muy juerguista. Eran unos días muy divertidos, en los que comíamos un montón. Pavo, chipirones, compota... Parecía que no se acababa nunca». En su caso empezaron llevándoles los regalos los Reyes y el Niño Jesús. «Luego ya le ayudaba Olentzero». «Un año me trajeron una cocinita, siempre había sido mi sueño, y me hizo una ilusión tremenda. Era eléctrica, y la batidora hasta se movía». Al ser familia numerosa, las peticiones se veían recortadas por el camino. Lo que no faltaba es el belén, con el que comparte nombre. Aún hoy en día lo pone. «Como vivimos en Italia hemos incluido entre las figuras a un pizzero», declara entre risas.
La capitana del Athletic, la portera Ainhoa Tirapu, lleva ligada al club rojiblanco catorce temporadas. Nacida en Iruña en 1984, ha pasado siempre en su ciudad la Navidad junto a su familia. «Recuerdo ir a ver el desfile de Olentzero, y luego nos quedábamos a cenar donde mi abuela. Allí nos juntábamos un montón y había una mesa solo para niños». De regreso a casa, Ainhoa y su hermana abrían los regalos «medio dormidas», antes de irse a la cama. De entre todos, recuerda una bici, una BH California. Tendría unos 10 años. «Solía pedir cosas que no me regalaban en cumpleaños, y balones ya tenía. Pedía bastantes muñecas, un poco de todo, porque un año dije que quería la furgoneta de los 'Micro Machines'», afirma entre risas, antes de acordarse de lo que nunca llegó. «Perros. A mi madre le daban pánico, y eso que era hija de veterinario. Lo que sí tuvimos fue un periquito y peces, algo controlable».
Disfrutaba mucho colocando el belén con su hermana, «nos lo currábamos mucho», y corriendo la San Silvestre. También comiendo los filetes empanados de su abuela. «Nunca he vuelto a probar algo tan rico».
En Ondarroa, en el hogar del escritor Kirmen Uribe, autor de la reorganización del Museo de Bellas Artes de Bilbao, los regalos no se entregaban hasta Nochevieja. «Mi aita era arrantzale y solía ir a pescar a Irlanda. En Nochebuena y Navidad no estaba, y no se quería perder nuestra reacción». Unas fiestas en las que las mujeres solían entonar villancicos y canciones tradicionales vascas. «Contaban historias de otras épocas y eso fue lo que hizo que me picara el gusanillo de escribir», reconoce.
En estas fiestas no faltaban los caracoles en la mesa, y tampoco el belén que su bisabuela Susana montaba en su propia casa. «Ocupaba toda una sala entera y la gente solía pasar a verlo. Como se había quedado viuda muy joven, cada uno que lo visitaba le daba dinero. Ella misma hacía las figuras», cuenta. Figuras que nunca faltan en su casa. «A los niños les gusta, seas creyente o no. Es algo que marca la Navidad».
«Muy entrañables». Esas son las primeras palabras que pronuncia Carolina Pérez, presidenta de la Asociación de Empresarias y Directivas, cuando piensa en aquellas navidades de la infancia. Nacida en Erandio en 1964, era la pequeña y la única niña en una familia de siete hermanos, en la que había una norma que nadie ignoraba. «No se podía comer nada de turrón hasta el día 24, era pecado». También recuerda que en aquella época «no se celebraba» el Olentzero. «Ya de adolescente sí, tras la muerte de Franco. Yo me vestía de casera y cantaba canciones en euskera que nos había enseñado mi ama, que era de Zarautz». A los 10 años recibió una BH de la que aún se acuerda. «De lo que me quedé con ganas fue de un oso de peluche. Entonces no había muchos y cuando mi madre se enteró, ya de mayor, me regaló uno en un viaje juntas a Nueva York». La Nochevieja también era muy especial en su casa. «Nos vestíamos de gala y nos hacíamos bromas». Así fue hasta que su padre falleció cuando ella tenía 16 años.
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