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No hay política pública que tenga mucho recorrido si se hace de espaldas a la gente. Y menos si tiene que ver con la movilidad, asunto transversal que afecta a la vida cotidiana de todo el mundo. Para pulsar la opinión de la ciudadanía de ... Bilbao, la Universidad de Deusto ha llevado a cabo una encuesta, financiada por el Ayuntamiento e Iberdrola, que aporta unas conclusiones relevantes. Quizás la más llamativa es que el 52,4% de los 900 participantes estarían de acuerdo con prohibir la circulación de coches por el centro de la ciudad como medida para intentar frenar el cambio climático.
76,3% de los bilbaínos cree que dentro de veinte años los semáforos se autorregularán en función del tráfico, y un 67% confía en que la calidad del aire será mejor que ahora.
61,6% de los encuestados visualiza un 2040 con autobuses eléctricos autónomos, y un porcentaje similar prevé coches autónomos.
53,3% prevé que la ría recuperará protagonismo en términos de movilidad y habrá en ella transportes públicos fluviales.
Los resultados fueron hechos públicos ayer durante la jornada eMovilidad Euskadi 2021, organizada por EL CORREO, con el patrocinio del Consistorio e Iberdrola, y con la colaboración de Renault. El encargado de presentar el sondeo -con un error muestral del 3,3% y una fiabilidad del 95%- fue Braulio Gómez, director del Deustobarómetro. A la pregunta de con qué medidas estaría de acuerdo para frenar el calentamiento global, la mayoría aprobaba opciones como endurecer las penas por delitos ambientales, subirles los impuestos a las empresas contaminantes... Lo llamativo fue que el mencionado 52,4% apostaba también por cerrar el centro de las ciudades a la circulación.
Seis de cada diez conductores dejaría el coche si el metro y el bus les ofreciesen confianza
Casi la tercera parte de los residentes en la ciudad utiliza el vehículo privado en su día a día
El alto precio de los vehículos 'verdes' sigue lastrando la electrificación del parque móvil
Es un asunto muy controvertido incluso en planteamientos mucho menos ambiciosos. Hay que recordar la polémica entre el alcalde, Juan Mari Aburto, y su teniente de alcalde y socio de gobierno, el socialista Alfonso Gil, cuando este último planteó la posibilidad de establecer peajes urbanos. O los recelos que genera la proyectada peatonalización de la plaza Moyúa. O las dudas sobre las restricciones que llegarán con la implantación de una zona de bajas emisiones en 2023... Pues todo eso, aparentemente, se queda corto para una mayoría de la ciudadanía.
Hay otra cara de la moneda: el miedo al transporte público. Cualquier restricción al vehículo privado pasa necesariamente por el trasvase al metro, el autobús o el tranvía. Y esto es lo que está en peligro. Con la pandemia, recordó Braulio Gómez, ha llegado el miedo a las concentraciones de gente por el riesgo de contagio. «Aunque los estudios dicen que el transporte público es seguro, que no ha habido en él ningún foco de contagio, la percepción de la ciudadanía es la contraria». Sólo el 45% de los encuestados considera que los medios colectivos les ofrecen «mucha o bastante» seguridad. A la mayoría les inspiran «poca o ninguna» confianza. Lo que viene a constituir en estos momentos el mayor reto para avanzar por el flanco de la movilidad sostenible.
O, al menos, para no retroceder. Pero es eso lo que está ocurriendo. El temor al contagio en los medios públicos ha incrementado el uso del coche, que utiliza en su día a día el 29,7% de los encuestados. Una proporción que en el tramo de edad entre 35 y 44 años se dispara hasta el 45,9%. Se trata de unos porcentajes elevados para una ciudad de la dimensión de Bilbao. «Pero lo bueno es que más de la mitad de quienes lo usan querrían dejar de hacerlo», apuntó el director del Deustobarómetro. En concreto, la encuesta revela que el 64% de los conductores dejarían el coche en el garaje «si el transporte público fuera más seguro».
También se olvidaría del vehículo privado un porcentaje importante de los conductores si el incentivo les llegase por el lado negativo: por el bolsillo, fundamentalmente. Si se pusiesen peajes se pasaría al transporte público el 57,3%, y si aumentase el precio de los combustibles lo haría una cantidad similar, el 56,9%.
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En la encuesta de Deusto también se preguntó a los ciudadanos por el Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS), que mayoritariamente se ve bien -el 74,3% considera que bajará las emisiones y mejorará la salud de la ciudad-. Y también por ciertas cuestiones de fondo y gestión, como la conveniencia de la colaboración público-privada para avanzar hacia una movilidad sostenible -el 76,3% está de acuerdo-, o si hay que invertir recursos públicos en que los autobuses sean no contaminantes -un 84,3% da su aprobación-.
Si somos todos tan sostenibles, ¿por qué no hay más coches eléctricos por las calles? Para la mayoría de los encuestados (76,8%), porque aún son demasiado caros. También se menciona muy a menudo que no hay suficientes puntos de recarga (62,8%) y que la información sobre este tipo de vehículos es insuficiente (60,7%). ¿Y qué desea la ciudadanía para el futuro? Gómez habló de «más bicicletas, más calles peatonales y menos coches». Estos últimos seguirán siendo necesarios, pero los equilibrios entre modos de transporte cambiarán.
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