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JON ANDER GOITIA
Miércoles, 24 de junio 2020, 17:32
Nadie se atrevió ayer a encender de nuevo la fiesta en el pinar de Gorliz. No había ni rastro de las aglomeraciones que se habían producido apenas veinticuatro horas antes, ni tampoco del descontrol provocado por el excesivo consumo de alcohol, que terminó con tres ... chicas menores hospitalizadas, dos de ellas en coma etílico. El episodio vivido en la jornada del martes parece haber calado hondo entre la chavalería, que si bien volvió a ser mayoría en las campas, su objetivo en esta ocasión fue muy distinto: disfrutar de una buena comida al aire libre.
Ayer, las campas de la localidad costera ofrecían una estampa radicalmente opuesta: el alcohol había dado paso a las parrilladas en familia o entre amigos. En esa tarea se encontraba precisamente David Rodríguez, todavía en los pasos previos, esforzándose por avivar las llamas. «Lo de ayer con los chavales fue decepcionante, se tienen que tomar medidas para evitar que situaciones así se repitan. Tienen que entender que no es el momento, yo suelo venir aquí con mis hijas y siento miedo por ellas», confesaba. «¿Cerrar el pinar? Sería injusto para aquellos que actuamos bien», añadía Nerea Machado, comensal en la misma mesa.
Una opinión compartida por el propio Ayuntamiento de Gorliz, que no quiere que paguen justos por pecadores. Por eso el martes reclamó nuevamente a la Diputación, como titular del pinar, ayuda para solventar estos problemas. Por lo pronto, la Administración vizcaína ya ha descartado la opción de clausurar el recinto y pide «responsabilidad» a los usuarios.
«Hay que evitar que estos episodios vuelvan a producirse. Suponen un problema de alteración del orden público con varios menores y, por tanto, se trata de una cuestión de seguridad», advierten los responsables forales. Una razón esta última por la que desvían el trabajo a la hora de tomar posibles medidas para atajar los botellones a los diferentes cuerpos de Policía. «Corresponde a la Policía Municipal y, en su caso, a la Ertzaintza, la actuación en este tipo de situaciones, es su competencia», subrayan.
Lo que está claro es que ninguno de los ayer presentes en el pinar 'invitaría' a los participantes en la macrofiesta del martes a volver a la zona con el mismo propósito. «No tienen sitio en nuestra mesa», zanjaban con rotundidad.
«Con vigilancia se podrían evitar estas escenas. Mi hija tiene doce años y no me gustaría verla dentro de dos años en un ambiente así», apuntaba David Gómez, vecino de Gorliz asiduo de la zona. «El pinar es nuestra joya, ideal para hacer planes en familia», comentaba, mientras tomaba sitio junto a sus cuñados, antes de hincarle el diente a unos pinchos morunos y degustar una apetitosa ensalada.
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«Después de estar tres meses en casa por el confinamiento han salido como locos. Deberían tener un poco de respeto por el entorno y por los demás», compartía Iker Andrés, quien se acercó desde primera hora de la mañana con sus amigos –rondan los veinte años de edad– desde Barakaldo para hacer una barbacoa. «Teníamos miedo por si hoy –por ayer– se producía también algo parecido. En ese caso, tampoco pensábamos irnos, porque nosotros actuamos bien», explicaba.
«Solo pedimos que usen la cabeza, el martes fueron unos irresponsables», añadía, desde otra mesa, Markel García, de 18 años, quien se juntó con varios amigos para comer unos bocatas, después de que el día de playa se les torciese por el brusco cambio de tiempo.
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