Otra vez. La Ertzaintza tuvo que intervenir en la madrugada de este domingo en Sopela para disolver un macrobotellón que se celebraba por las 'no fiestas' de San Pedro. Uno de los participantes fue arrestado acusado de delitos de desórdenes públicos y atentado ... a agente de la autoridad. Este hecho se produce apenas una semana después de que la Policía autonómica también tuviese que actuar por el mismo motivo en Getxo. Y justo un año después de que Sopela fuese también escenario de una aglomeración de chavales que dieron rienda suelta al jolgorio en plena pandemia.
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Al igual que en el verano de 2020, el desenfreno fue aumentando a medida que la jornada avanzaba. Algunas de las cuadrillas de Sopela –no la agrupación oficial– se reunieron para celebrar la fiesta local. El número de participantes fue creciendo y al caer la noche se produjeron ya los primeros botellones.
Había llegado gente de municipios vecinos como Getxo y Berango. También Leioa e incluso Bilbao, como ocurrió el año pasado. El epicentro de la quedada volvía a ser la zona de Eleizalde. Esta calle estrecha enseguida se llenó. Pasada la medianoche todavía se sumaron más chavales. Animados por la música –disponían de un potente bafle en medio de la calle – y el alcohol, las escenas de fiesta sin control se sucedían. Las quejas de vecinos de la zona y el evidente incumplimiento de las medidas aún en vigor contra la pandemia obligaron a intervenir finalmente a la Ertzaintza, que desplazó hasta la zona un importante dispositivo, con tres furgones de la unidad antidisturbios a la cabeza.
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A las 4.25 de la madrugada los agentes entraron en la zona de Eleizalde, epicentro de la fiesta. A esa hora, desde la calle Sipiri, la vía paralela, se podía comprobar la descontrolada atmósfera que se vivía en el recinto, con más de doscientos chavales sin mascarilla. Intervinieron una veintena de agentes, a los que les llovieron botellas de cristal lanzadas por algunos jóvenes. «Ponte a resguardo o te van a volar la cabeza de un botellazo», le aconsejó un policía a este periodista. En ese instante, un vidrio cayó a escasos dos metros. Se vivieron entonces los instantes más tensos de la actuación. Los antidisturbios formaron dos filas de defensa en Loroño, uno de los accesos a esta calle con una amplia plaza. Las botellas siguieron cayendo sobre los agentes, que hicieron un amago de carga. Consiguieron que el grupo se dispersase.
Algunos de los jóvenes abandonaron el lugar por las tres salidas de la calle. Otros, en cambio, con los rostros cubiertos, respondieron lanzando más objetos. De improviso, por la espalda, un chaval les arrojó a los agentes una botella de cristal. Rápidamente le redujeron y se lo llevaron detenido. Con la música enmudecida, el vidrio rompiéndose contra el suelo y el sonido de los disparos de las escopetas de pelotas de goma –sin munición– era lo único que se escuchaba. Pero los ataques no cesaban. Los vehículos policiales se adentraron finalmente en la plaza para tratar de dispersar a ese grupo y lo consiguieron. La situación quedó controlada. Habían pasado quince minutos y se respira una calma tensa.
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Los chavales se amontonaban en las bocanas de las calles Akilino Arriola, Sipiri y Loroño, las tres vías que rodean esta manzana. Al ver la escena, algunos optaron por marcharse a casa; gran parte de ellos a pie, otros, pese a la evidente ingesta de alcohol, en coche. Otra parte del grupo se dispersó por el pueblo y algunos aún continuaron la fiesta dentro de los coches. La Policía abandonó el lugar. Una treintena de chavales tomaron de nuevo Eleizalde, pero ya sin la euforia de las horas anteriores.
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