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JOSÉ DOMÍNGUEZ
Jueves, 27 de junio 2019
Quizá ayer no era la mejor tarde para estar al aire libre, pero incluso a pesar de la solana la plaza Unamuno bullía de gente, ... y también su entronque con Iturribide. Aunque poco más allá del Museo de los Pasos la cosa perdía mucho fuelle. «Yo nunca paso de la fuente de los tres caños, es como entrar en el Bronx», confesaba un comerciante de la zona. Buena culpa de la mala fama de este tramo, «de poco más de 100 metros, hasta el supermercado», la tiene la lonja del portal de entrada a los números 34, 36 y 38 de la calle, donde una joven de 17 años fue violada el domingo. Los vecinos denuncian que se ha convertido en «un piso patera y un foco de tráfico de drogas».
«Actúan con total impunidad, se ponen a vender en la misma acera y, cuando tienen un cliente, le meten dentro y hacen la operación para que nunca les cojan con mercancía fuera», aseguran. Nadie se atreve a dar nombre «porque han llegado a robar a uno de los residentes en estos portales». El trasiego es «continuo» por las tardes y se dispara los fines de semana, sobre todo por las noches, «y hasta bien entrada la madrugada».
La entrada al edificio debería estar cerrada con llave, como en cualquier portal, pero la puerta está «descerrajada». Basta con empujarla para entrar al vestíbulo que lleva a la puerta interior de la lonja. Los vecinos se han cansado de arreglarla, «porque da igual, la vuelven a romper, les interesa así para que les funcione el negocio».
Uno de los vecinos asegura haberse informado, «y han convertido una parte del bajo en vivienda, cuando carecen de cualquier permiso municipal de habitabilidad». El resultado, según lamentan, es que por allí pasan «muchas personas, algunas viven solo unos días, y la mayoría de países árabes». La mejor prueba, asegura, «es que allí abajo no hay nadie empadronado. ¡Es que no puede haberlo!, es un piso patera con todas las de la ley».
Luego está lo de los vómitos y los orines que deben limpiar «tras cada noche de fiesta». «Han llegado a salir del bajo para pedir papel de fumar», lamentan algunos. Y otros añaden los «gritos y las peleas». Pero todos coinciden en el problema de los perros. De hecho, a los curiosos les recibía ayer un amenazador rottweiler que se desgañitaba a ladridos desde el patio trasero. «Hay dos y en condiciones penosas», aseguran. Un cóctel explosivo que, a su juicio, «no hace más que manchar el buen nombre de una calle con solera y tranquila».
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