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Desesperado por la falta de dinero tras un tiempo en el paro, al día siguiente de que se le acabara el contrato de alquiler de la habitación donde dormía, un hombre, de 55 años y con una discapacidad que le obliga a andar con muletas, ... optó por la peor salida. Armado con una navaja, el ladrón se presentó en un local de Telepizza ubicado en la calle Gernikako Arbola de Barakaldo, sobre las dos y media de la tarde del pasado jueves. Con el arma blanca en la mano, pidió a las empleadas que le entregaran el dinero de la caja.
En un primer momento debieron de pensar que se trataba de una broma pesada. La amenaza no resultó convincente porque la encargada del establecimiento, que se encontraba en ese momento trabajando y otra empleada, se refugiaron en el interior de la cocina después de advertir al atracador que iban a llamar a la Policía. «Pues aquí les voy a esperar», anunció él con resignación. El hombre sufre una cojera que le resta movilidad y le obliga a apoyarse en muletas para desplazarse.
Según explicó después, el hombre, que ha perdido la relación con su familia, no tenía adónde ir al vencer el 31 de octubre el alquiler de la habitación en que vivía. Además, según dijo, le han rechazado las peticiones de ayuda que ha presentado. Hace un tiempo estuvo trabajando para la ONCE pero después no le ha resultado fácil encontrar otra ocupación, pese a haberlo intentado en asociaciones que emplean a personas con discapacidad.
Antes de ser esposado y conducido a la comisaría de la Ertzaintza en Sestao, que cubre el término municipal de Barakaldo, entre otros de la Margen Izquierda, el atípico ladrón pidió perdón a las empleadas a las que había intentado atracar.
Delante de los ertzainas y de su abogado de oficio, dejó claro que lo que él quería era «ir a prisión. Allí estudiaré algo y así cuando salga, igual encuentro algo», argumentó. «Si no, voy a hacer otra igual», les advirtió, en referencia a que volvería a intentar cometer otro asalto. Los agentes le acusaron de un delito de robo con violencia en un establecimiento público en grado de tentativa, que está castigado en el Código Penal con entre tres y cinco años de prisión.
En su defensa, podría alegar su perentorio estado de necesidad, aunque no debió hacerlo. Ante la perspectiva de que pudiera volver a delinquir, tras ser puesto a disposición judicial ayer por la mañana, el juez de guardia que le tomó declaración, decretó su inmediato ingreso en prisión provisional en Basauri.
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