«Es un gran paso pero no es definitivo». «Es necesario cerrar el círculo, que haya una reparación efectiva». «Es un buen gesto pero queda trabajo por hacer». Las víctimas que participaron este viernes en el acto de perdón en la Catedral de Santiago coincidían ... en que el gesto de la diócesis de Bilbao va «en el buen camino» y agradecen al obispo, Joseba Segura, «el compromiso que ha adquirido con nosotros». Sin embargo, no es suficiente ni «definitivo».
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«Este gesto no debería hacerlo solo la diócesis de Bilbao.Es algo que tendría que suceder a nivel estatal. Incluso diría que tendría que llegar al Vaticano», reflexiona Eduardo Torralbo, que sufrió de abusos y maltrato psicológico en los Salesianos de Barakaldo. Fue una de las seis personas que este viernes subió al altar para depositar una vela en el altar. «La dejé por mí y por todos mis compañeros maltratados. Y también por mi madre, que ha sufrido muchísimo», relata. ¿El acto es suficiente? «Me gustaría que el profesor que me maltrató me pidiese perdón». Si bien el instituto y la orden sí le han hecho llegar sus disculpas, el maltratador «sigue vivo y en el colegio», censura.
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Joseba Imanol Ibarra también fue este viernes uno de los protagonistas. Relató desde el atril los abusos sufridos en primera persona en el internado de La Misericordia y la huella que dejaron en él. «Tengo mucha suerte de estar en esta diócesis. En otras no sé si hubiera hecho un acto como este», considera. También sostiene que el acto es un buen paso pero no el último. «Esto no se acaba hoy. Queremos que se ponga otra placa (como la colocada en la Catedral) en La Misericordia, en memoria de los niños abusados por el entonces director, José Luis Pérdigo». «Ese día podré sacar lo que llevo dentro y guardarlo en un cajón».
Pasa el tiempo pero el dolor permanece. «Éramos críos», rememora Josu López. «Cuando hablábamos de ello de adultos, lo hacíamos en broma. Pero hay un caso de un compañero que lo pasó muy mal... Murió». Es entonces «cuando te das cuenta de qué es lo que nos pasó». No obstante, «el acto era necesario y conveniente para las víctimas y para la Iglesia».
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Lo que varias de las víctimas echaron en falta fue «un mayor compromiso de reparación». «El acto hace historia», reconoce Alfredo Ruiz de Arcaute. Sufrió abusos en una parroquia de Vitoria, donde considera que no se han dado pasos como el de este viernes en Bilbao. «El obispo Segura está abriendo un camino que no había abierto hasta ahora». Reconoce que se habló de abusadores, pero «no se hizo referencia al ocultamiento que ha habido durante mucho tiempo» en el seno de la institución.
Denuncia que «hasta ahora se nos había dicho que éramos locos, que queríamos atacar a la Iglesia, sacar provecho...». Por todo ello, «falta cumplir la penitencia, asumir las consecuencias de unos actos que son pecado pero que también son un delito». Como víctima, cree que «este acto se queda cojo. Falta un compromiso mayor de reparación. Para muchas víctimas, sobre todo las alejadas de la Iglesia, el perdón no es suficiente». Exige un apoyo psicológico para que los afectados «puedan desarrollar una vida con la máxima normalidad posible».
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Juan Cuatrecasas, padre del joven que sufrió abusos en un colegio Gaztelueta, afirma que «lo que se está haciendo desde el obispado de Bilbao va por el buen camino». No obstante, cree que «la Iglesia en su totalidad debería colaborar en la investigación del Defensor del Pueblo», que ha reclamado a la institución que abra sus archivos con el objetivo de hacer un informe exhaustivo. «Queda trabajo por hacer».
Quien tenía el deber de defendernos fue nuestro abusador. Nos hizo descender a los infiernos con abusos, humillaciones y violaciones. Hay pecados que no se pueden perdonar, ni ofensas tan grandes y amargas olvidar. Y aunque en esta vida no pueda verle, quizás en otra eternidad podré mirarle a la cara y pedirle explicaciones. Le preguntaría ¿por qué tanta maldad? ¿Qué necesidad había de hacernos daños a unos niños desvalidos e inocentes? Si sabías que eras un pederasta, ¿por qué te metiste a sacerdote? ¿Por qué manchas el buen nombre de la Iglesia católica y de su Dios?».
Fue traumático. No puedo recordar mucho de aquella época. Sé que me daba mucha vergüenza todo lo que sucedía y que me sentía culpable».
Estaba desorientado, atormentado, ninguneado, corrompido... Sentía que era mi culpa. Que era mi culpa que él se hubiera fijado en mí».
Nunca le he contado nada a nadie. Estaba muy asustado. He necesitado ayuda psicológica hasta ahora. Me arruinó la vida».
Después de cincuenta años, ahora sí. No más silencio. Ellos son los culpables. Que nunca más puede volver a suceder algo así».
Nunca he pasado tanta humillación y vergüenza. Creó en mí un sentimiento de culpabilidad que he arrastrado toda mi vida».
Mi preocupación era que no me vieran los demás compañeros al salir del cuartito. En aquellos momentos, la familia asumía todo lo que el colegio decía».
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