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Conor McGregor se atreve con las piezas más arriesgadas, como las americanas metalizadas y de terciopelo, pero, sobre todo, le fascina lo caro.
«Póngame 24.000 euros de Dolce&Gabbana»

«Póngame 24.000 euros de Dolce&Gabbana»

Conor McGregor, nuevo icono de la moda, se gana la vida pateando culos. Pero lo que más le gusta es gastar en relojes y ropa muy cara

Luis Gómez

Sábado, 10 de junio 2017, 00:29

Si la vida es cuestión de clases económicas, nadie mejor para atestiguarlo que el luchador de artes marciales más famoso y arrogante del mundo. Conor McGregor frecuenta las tiendas de lujo como quien acude a la charcutería. Con la particularidad de que, en vez de revisar los precios y pedir 150 gramos de jamón de York, pongamos por caso, el irlandés se pone de lo más exquisito y gasta cantidades ingentes de dinero. 24.000 euros se dejó en su última visita a la boutique de Dolce&Gabbana en Los Ángeles. Y así día tras día. Le ha cogido gusto.

Le pirran los excesos y no hace nada por disimularlo. En su cesta de la compra caben todo tipo de artículos. Desde ostentosos cinturones tamaño XXL hasta relojes de oro y gafas de lo más excéntricas. Sin olvidar los pantalones súper ceñidos y de colores chillones, que tan de moda ha puesto desde que los focos empezaron a perseguirle. Su fama va más allá del ring. Solo tira de súper firmas. Lo suyo es marcar.

Y llamar la atención, porque le fascinan las americanas metalizadas y de terciopelo para las que se necesitan toneladas de personalidad antes de echárselas encima. También viste con asiduidad abrigos de visón. Hubo un tiempo en que le interesó la sastrería a medida, aunque ahora siente devoción por la indumentaria más informal y las zapatillas deportivas. Vista la facilidad con la que tira de visa, todo el mundo le hace la ola en cuanto le ven entrar en las tiendas. Los afortunados saben que con su presencia ya han hecho el día... o el año, porque este deportista multimillonario es un comprador compulsivo. Cobra una bestialidad por «patear culos y partir caras», pero lo que más le gusta es gastar dinero a espuertas en ropa cara, muy cara, y relojes. Son su perdición. «Últimamente es algo habitual en mí», confesó a la revista GQ.

Conor hace felices a casi todas los dependientes, salvo a los que, de vez en cuando, cometen algún desliz. Lógico teniendo en cuenta las cantidades de ropa y complementos que deben empaquetar. Por lo que se ve, nadie está libre, ni siquiera los empleadas de tiendas tan megaexclusivas, de que entre montañas de artículos se les extravíe algún producto. Si eso pasa con McGregor, mejor echarse a temblar. Gasta mucho dinero y, también, malas maneras.

A los encargados de Dolce&Gabbana se les pasó incluir en la cuenta un par de zapatos y un pañuelo de bolsillo, por lo que se vieron obligados a importunar a la estrella de la Ultimate Fighting Championship (UFC) para saber si podían pasar la tarjeta de crédito otra vez. McGregor es una estrella del star-system mundial que no pasa un error. Sabe que vale su peso en oro. Si en los últimos años cientos de miles de personas se han aficionado a las artes marciales mixtas, ha sido gracias a este deportista que de chaval se ganó la vida como fontanero. Ahora se lo quiere hacer ver a los gerifaltes de una especialidad que mueve más de 4.200 millones de dólares anuales. «Quiero negociar lo que valgo, enseñarles mis análisis financieros cara a cara y decirles Esto es lo que me debéis. Pagadme y después ya hablaremos».

Aunque asegure hacer una «vida de tío normal y corriente», se comporta, por mucho que le pese, como un nuevo rico. Sus amigos le consideran, en cambio, una persona «sencilla». Cuentan que a McGregor, de 29 años, le gusta beber litros de tequila, vestir jerseys de cuello vuelto color mostaza de Gucci y llenar su garaje de impresionantes vehículos. Los coches son otra de sus caras debilidades. Conduce, que se sepa, un Lamborghini verde, un Rolls-Royce gris pálido, con interiores de piel naranja chillón, un Dodge Challenger, un Escalade negro...

«Quieren ser como yo»

Sin embargo, no le mueve solamente el espíritu material. Una de las cosas que más feliz le hace es ver la legión de chavales que calcan su estilo. Presume de que Irlanda se ha llenado de bandas de muchachos con barba y chalecos. «Todos quieren ser un poco como yo. Es la puta verdad. Y no los culpo. Si fuese otra persona, yo también querría ser como Conor McGregor», proclama orgulloso. Con más de 11 millones de seguidores en Instagram, ha conseguido algo insólito: ser mucho más popular que las artes marciales. El icono de moda con más personalidad del momento es un provocador y un deslenguado. Tras alquilar una enorme mansión junto a la playa de Malibú, deslizó que soñaba con ver cómo se movían los «culos gigantescos» de las famosas hermanas Kardashian.

En realidad, a McGregor le gusta hablar más de la cuenta. Tanto que muchas veces no se sabe si dices las cosas en serio o en broma. «Si alguien se acerca a mí cuando tenga a mi hijo en brazos del mismo modo en que se me acercan ahora para hacerse una foto, va a resultar gravemente herido. Yo tumbo a la gente. La dejo inconsciente. Si golpeo a un tío, su cabeza acaba en las gradas», soltó pocas semanas antes de que su novia, Dee Devlin, diese a luz al primer hijo de la pareja.

No conviene, pues, violentar a un individuo que se vanagloria de conseguir casi todo lo que se propone. Circula por las redes sociales un vídeo suyo de hace 12 años en el que confesaba que un día tendría «tanto dinero» que no sabría qué hacer con él y que su familia «jamás» tendría que volver a trabajar. «Lo dije y lo logré», recuerda. «Acabo de llegar a otro nivel, donde puedo alcanzar lo que quiera y coger lo que desee en cualquier momento», remarca. Por eso, además de dejarse una pasta en Dolce&Gabbana, luce camisetas de Tom Ford, mocasines de Santoni, pantalones de Salvatore Ferragamo, relojes Rolex y Patek Philippe, americanas de Belvest... Lo más de lo más. Un derroche que hace palidecer al mismísimo Cristiano Ronaldo.

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