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Dori, de 27 años, tiene la cara quemada, incluidas la nariz y las orejas, se ha quedado sin pelo en la mitad del cuero cabelludo y sufre un trastorno bipolar diagnosticado a raíz del incendio provocado presuntamente por su novio en la lonja en la ... que vivían en Atxuri la noche del 30 de abril de 2021. «No puedo dormir, tengo muchas pesadillas», dice. Ayer comenzó el juicio por el caso en la Audiencia vizcaína en el que Aitor B. se enfrenta a una petición fiscal de 29 años de prisión por intento de asesinato y un delito contra la administración de Justicia. «Noté que me echaba un líquido por la cara e inmediatamente sentí ardor y dolor», relató la mujer, de origen nicaragüense, ante el tribunal de la Sección Sexta, detrás de un biombo para evitar cruzar la mirada con el acusado.
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Tras retirarse la peluca que lleva para cubrir los estragos del fuego, relató que empezó a convivir con Aitor el 2 de enero, pocos días después de conocerle. «Fue como caído del cielo porque yo ya no podía vivír más» en Igorre con unas amigas. Se trasladó con él y con su hija de 2 años de otra relación anterior a un local sin cédula de habitabilidad, en el número 33 de Atxuri, propiedad de una expareja de él. Residía allí de forma temporal mientras arreglaba la casa que se había comprado en Eibar.
10 de enero El coche que conducía Aitor B. y en el que viajaba Dori atropelló en Igorre a una hermanastra de ella a la que reclamaban una deuda.
30 de abril Dori sufre quemaduras en el incendio supuestamente provocado de la lonja.
La relación apenas duró cuatro meses, pero los problemas empezaron enseguida. Concretamente, el 10 de enero. Aitor le reclamó a una hermanastra de su compañera, Nidia, 350 euros por el alquiler de una habitación compartida. Tras una primera advertencia, la pareja se desplazó en coche hasta Igorre. «La idea era ir a hablar con ella, pero en lugar de eso le echó el coche encima», contó Dori. La mujer les denunció por el atropello y ambos fueron imputados por intento de homicidio y lesiones, aunque después retiró la acusacion contra ella. A partir de entonces, «discutíamos mucho. Yo no aguantaba más, quería ir a la Policía y contar que había sido él, pero me decía que si lo hacía me mataba o le hacía daño a la niña».
La mujer compró unos billetes para irse con su hija el 5 de mayo de aquel año a Nicaragua, donde tiene otro hijo, y así «huir de él». La noche de los hechos, sobre las diez de la noche, después de cenar y acostar a la cría, mantuvieron un enfrentamiento por este viaje. Dormían en habitaciones separadas. Dori se fue a la cama, pero al de un rato se levantó al baño y él le propuso mantener relaciones sexuales, a lo que ella se negó. Entonces, «me agarró del pelo y me estalló la cabeza contra una pared. Empecé a sangrar y perdí el conocimiento». Describe lo que recuerda después como «escenas de una película, borrosas». Escuchó como le decía. «¿Te querías morir? Pues yo te voy a ayudar». Dori gritó: «La niña, la niña». Y a partir de ahí sufre una laguna de memoria hasta que despertó del coma en el hospital.
También testificó ayer el acusado, con una versión radicalmente distinta. Alto y corpulento, pelirrojo, con gafas y vestido con camisa y pantalón cargo, Aitor B. mantuvo que su novia «llevaba dos semanas sin dejarme dormir porque se quería suicidar». De hecho, grabó un vídeo momentos antes del incendio en el que la mujer afirmaba que «se quería morir» y se lo mandó a sus familiares y allegados, además de enseñárselo a la Policía. Por primera vez en toda la instrucción, ayer en la vista oral atribuyó a su compañera «una toxicomanía y problemas con el alcohol», algo que ella y varios testigos desmintieron.
«Fui estúpido porque estaba enamorado de ella», alegó. Aquella noche se despertó «al escuchar los gritos de Dori». «La encontré de pie, paralizada y sin pelo, completamente carbonizada». Había llamas y humo. La niña estaba «acurrucada» en la cama a su lado, pero sin un solo rasguño. La cogió en brazos y salió por el acceso más difícil, la persiana del garaje «porque la puerta estaba cerrada con doble cerradura». Una vez en la calle, se sentó en un bordillo y se derrumbó. Según el inquilino del piso superior a la lonja, la niña rehuía acercarse a la ambulancia donde se encontraba su «padre». «No quería ir».
Dori ingresó en la Unidad de Grandes Quemados del hospital de Cruces, donde le indujeron el coma. No podía hablar, pero escribió en un papel lo que había ocurrido y le culpó a él. A partir de entonces, le prohibieron la entrada a la habitación y al de pocos días fue detenido por la Ertzaintza.
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