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Carlos Benito
Lunes, 17 de octubre 2016, 12:42
Marc Ribot serviría muy bien como tema para uno de esos concursos de televisión en los que hay que demostrar el conocimiento exhaustivo de un asunto. Su discografía es tan caudalosa y heterogénea que él mismo se ve alguna vez en dificultades para identificar una referencia concreta, ya que su hiperactividad le ha llevado a multiplicarse en incontables bandas, colaboraciones y curros ocasionales como asalariado. A poca afición que tenga uno por la música, es prácticamente seguro que habrá escuchado alguna vez su guitarra, incluso en el caso de que su nombre no le suene de nada: más allá de sus proyectos personales, su huella ha quedado repartida por discografías ajenas con anfitriones de todo tipo, desde Laurie Anderson hasta Mikel Erentxun, pasando por The Black Keys, Caetano Veloso, Aterciopelados, Norah Jones, Tricky, Mory Kanté, Madeleine Peyroux, Mike Patton, Tanita Tikaram o Andrés Calamaro, por citar una muestra variopinta de la interminable lista.
De todas formas, la etiqueta que siempre le acompañará a modo de definición ultrarrápida es la de escudero de Tom Waits. Allá por mediados de los años 80, Ribot se convirtió en uno de los pilares del nuevo sonido de Waits, que había cambiado su imagen de pianista beodo por la de energúmeno medio orate, con más encaje en la pista de un circo que en los clubes decadentes de antaño. La manera creativa e imprevisible que tiene Marc Ribot de encarar la guitarra, con un claro empeño por evitar siempre la amenaza de lo convencional, encajaba a la perfección con la excentricidad teatral de su nuevo patrón: en canciones como 'Rain Dogs' parecen hechos el uno para el otro. «Tom trabaja con una especie de concepto dramático, en el que los instrumentos son como personajes en una obra. No le preocupa si tocas un fa o un fa sostenido. Lo que se plantea es: ¿sería esa la banda que tocase en el bar donde el narrador está despotricando?», ha explicado Ribot en una entrevista con 'SF Weekly'. Entre sus alianzas de largo recorrido también destacan Elvis Costello, el productor T Bone Burnett (que le ha llevado a participar, por ejemplo, en la premiada colaboración de Robert Plant y Alison Krauss) y, sobre todo, su buen amigo el compositor y saxofonista John Zorn, para quien ha tocado en una treintena de discos de diverso pelaje.
Del son al free jazz
«Aunque he hecho un montón de tipos diferentes de música, no me veo a mí mismo como si corriese de aquí para allá, tratando de absorber distintos géneros -ha declarado Ribot al 'Miami New Times'-. Me atrae cierto tipo de energía y, cuando empecé, la encontré en distintos lugares. La encontré en muchas de las bandas que escuché en el CBGB cuando me mudé a Nueva York a finales de los 70. La escuché en la música de Arsenio Rodríguez. La escuché cuando trabajaba con Brother Jack McDuff y su grupo de órgano funky. Me atrae la música que tiene una determinada energía visceral: no puedo definirla, pero sé cuándo la oigo». Curiosamente, en el principio de todo estuvo la guitarra clásica. Marc Ribot, nacido en Nueva Jersey en 1954, la estudió de adolescente con un amigo de su familia, el compositor haitiano Frantz Casseus, aunque ha reconocido que lo que le interesaba de verdad en aquella época era el garaje. La confluencia de aquellos universos opuestos dio a Ribot una versatilidad pasmosa, a la que pronto se sumó el efecto liberador de la 'no wave' neoyorquina, con su devoción por el ruido desatado y la impericia instrumental.
Ribot ha ramificado su carrera en mil proyectos, entre los que resulta difícil encontrar otro punto de contacto que no sea su simple presencia. El más conocido seguramente es Los Cubanos Postizos, su tributo eléctrico de corazón punk al son montuno del matancero Arsenio Rodríguez, pero también se pueden destacar Spiritual Unity, que reinterpretaba sin saxofón la obra del saxofonista de free jazz Albert Ayler, o The Young Philadelphians, extraño híbrido entre el 'sonido Filadelfia' de los 70 y la improvisación de vanguardia, o su revisión de la música de raíces en compañía de David Hidalgo, de Los Lobos. Y entre esos «colectivos», como él prefiere llamarlos, también se encuentra Ceramic Dog, un trío de «rock avanzado» con el que visitará el martes que viene la Sala BBK de Bilbao. Según ha comentado el propio Ribot, después de muchos años emprendiendo proyectos que «esencialmente eran bandas de rock disfrazadas», decidió «salir del armario» y formar una que lo asumiese sin disimulo, aunque el resultado no tiene nada que ver con aquel garaje básico que tocaba en el instituto: a su característico estilo a la guitarra (sin escatimar disonancias y con ese tempo juguetón, que parece avanzar a trompicones) se suma una base rítmica igualmente imprevisible y ajena a cualquier cliché, con el bajo y la electrónica de Shahzad Ismaily y la batería de Ches Smith.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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