El aumento de costes y la sequía disparan un 30% los precios en una feria de récord

La fiesta por excelencia del agro vizcaíno, suspendida durante los dos últimos años por la pandemia, reunió a más de 125.000 personas, según cifras oficiales. La coincidencia con el Puente de Todos los Santos, las ganas de recuperar las tradiciones y divertirse sin ningún tipo de atadura, así como la ausencia de lluvia durante buena parte del día, propiciaron que el centro de la villa foral estuviera de bote en bote desde primera hora.

El incremento de precios fue considerable y llamó la atención de lugareños y visitantes. El kilo de la pinta roja llegó a los 18 euros, 4 más que en 2019 y 6 más que hace una década. El excesivo calor y la falta de lluvia ha lastrado la cosecha. «Tenemos menos producto. De los 1.500 kilos que hemos sacado otros años, solo hemos podido traer 200. Es mucha diferencia», explicó Bingen Pinto, que gestiona Zabaleko Urdaibai, una plantación de Busturia.

Las huertas de la zona, además, se han visto afectadas por los corzos. Han devorado todo lo que se han encontrado a su paso. «A mí me han comido 5.000 plantas de guindillas, otras tantas de pimiento verde y 1.500 metros de alubia. El fin de semana hicieron una batida y ni por esas. Hay un problema importante», se quejó este agricultor, en cuyo stand ya solo quedaba la última remesa de pimientos verdes para el mediodía.

Producto estrella, la coincidencia con el final de la temporada y la menor cantidad de producto hizo que volaran de los mostradores. Y eso que hubo que desembolsar entre 1,50 y 2 euros por docena. Más de lo normal. Hace tres años, costaba un euro. Como mucho, 1,20, unas tarifas que se habían mantenido prácticamente inamovibles desde 2012.

«Tiempos duros»

Izarne Sarrionandia, propietaria de un caserío de Igorre, también agotó pronto las existencias de esta codiciada hortaliza. El excesivo calor ha hecho mella. «Al no ser el clima el normal de la época, la maduración del tomate o los pimientos ha sido pésima. En la primera tanda, ya salían con gabardina, que eso suele ocurrir en las últimas de finales de septiembre», detalló esta joven profesional, que sigue el negocio familiar.

Con respecto a otras verduras, los tomates, directos de la huerta, experimentaron una subida y se vendieron a 4 y 5 euros el kilo, cuando en 2019 se podían adquirir por 3. A su vez, el queso Idiazabal se encareció unos 2 euros de media. El kilo rondó los 21. Otra de las causas del estirón de precios responde al «subidón» de los costes de producción. Jesús Aranburu, de la quesería que lleva su apellido en Idiazabal, ha tenido que subir el 10%.

«Pero lo que me ha aumentado a mí la producción no es comparable. Entre un 30 y un 40%. Estamos tratando de estrechar los márgenes al máximo, pero no sé cuánto resistiremos. Están siendo tiempos muy duros», afirmó este productor guipuzcoano, que lleva más de cuatro décadas participando en la cita. En cambio, otros alimentos tradicionales, como la miel y las mermeladas, se mantuvieron similares. Arkaitz Larrazabal, de Maisu Txakolina, una bodega enclavada en Orduña, fue de los que optó por no elevar el coste de las botellas del afamado caldo vizcaíno, pero no sabe cuánto tiempo podrá seguir así. «Estamos aguantando el chaparrón como podemos», confesó el empresario.

Dijo que ha tratado por todos los medios de que el incremento de costes no repercurta en el consumidor final, pero, con tres subidas consecutivas del vidrio, vaticinaba que para enero le será imposible mantener los precios. «De botellas compras un volumen y, hasta que no las gastas, puedes aguantar. Pero, cuando hay que reponer, el panorama cambia. En dos años, el precio del vidrio nos ha subido un 60%. Estábamos pagando las botellas a 23 céntimos y ahora a 37», lamentó.