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Las estadísticas oficiales dicen que en Bilbao hay unas 44.000 personas pobres, con dificultades continuadas para cubrir sus necesidades de vestido, calzado, vivienda, alimentación... Esto ya era así antes de la crisis del coronavirus y buena parte de ellas eran, y son, usuarias del ... sistema de protección social. Ahora, con más paro, el panorama es peor, aunque aún no se sabe muy bien cuánto se ha torcido. Pero sí se sabe que hay otras familias que, sin estar en esa situación, viven en una frontera peligrosa. Hogares que van afrontando el día a día con ingresos escasos y sin capacidad de ahorro, a quienes un parón de la actividad se les lleva por delante. Son 4.500.
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Más concretamente, 4.489. Se trata de las familias que durante la primera ola pandémica, entre marzo y junio, acudieron al Ayuntamiento de Bilbao en busca de ayudas para alimentación. No era gente que recurriese de manera habitual al Banco de Alimentos, y la mayoría nunca había echado mano a las ayudas de emergencia social (AES). Simplemente, se trata de personas que están en la cuerda floja. Al límite.
«Se demostró que un parón de la actividad genera en algunas familias una necesidad inmediata de las cosas más básicas», razona Juan Ibarretxe, concejal de Acción Social. Se trata de personas que viven al día, con una economía «muy vinculada a la actividad inmediata». Si trabajan, comen. Si se quedan sin empleo, el desastre es instantáneo. «Si mañana nos volviesen a confinar ocurriría lo mismo», vaticina.
Esta realidad ha salido a la luz gracias al balance provisional de los programas vinculados a Bilbao Aurrera, el plan de choque aprobado en mayo por el Ayuntamiento para hacer frente a los efectos más inmediatos de la crisis sanitaria. Una de las virtualidades de esta iniciativa es echar un salvavidas a los más golpeados mediante el refuerzo de las ayudas sociales gracias a 3,46 millones de euros llegados del Gobierno vasco. La mayor parte de esa cantidad fue para tarjetas de alimentación, que percibieron las mencionadas 4.489 familias; de media, recibieron 519 euros cada una hasta el mes de junio. Eran subvenciones vinculadas de manera directa a los efectos de aquel confinamiento. Es decir, ya están ejecutadas.
Al margen de esto, hay una cosa que está llamando bastante la atención en el departamento municipal que dirige Juan Ibarretxe: la evolución de las AES. Se trata de las ayudas puntuales que cada año reciben familias en apuros para hacer frente a gastos determinados: el alquiler, la luz, alguna obra, la compra de unas gafas... Pues bien, en 2020 habrá, según los primeros cálculos, unas 6.539 beneficiarias. En 2019 fueron 6.420. «Nos ha sorprendido que sea una cifra tan parecida», admite el concejal. En principio, lo lógico hubiese sido un aumento mayor. Aunque también apunta que el impacto de la recesión de los últimos meses no se percibe solo en la cantidad de personas que precisan de ayuda, sino en cuánta ayuda requieren. Y parece que la cuantía de las subvenciones sí va a subir.
Esto parece revelar que la crisis económica derivada de la pandemia viene a cebarse con quienes ya lo estaban pasando mal. Y que las clases medias, con capacidad de ahorro, más o menos aguantan. Aunque habrá que ver durante cuánto tiempo, y si el comportamiento ante un nuevo confinamiento -con las finanzas exhaustas- es similar al que se ha visto durante el primero.
Hay un colectivo específico especialmente vulnerable en estas circunstancias: las personas mayores. Entre abril y mayo, desde el Ayuntamiento se pusieron en contacto con 36.600 personas de más de 65 años, y aquella prospección reveló que «la soledad iba ganando terreno». Es lógico, entre otras cosas, porque hay miedo. Gente que salía a la calle, que iba a hacer recados, que acudía a centros de mayores ahora cerrados, ya no lo hace. Eso no solo aumenta «la tristeza en un colectivo vulnerable», sino que puede «acelerar» el deterioro físico o mental de estas personas, alerta Ibarretxe.
Con todo, la inmensa mayoría de los contactados por teléfono tenía apoyo de vecinos, familia o se encontraba en alguno de los programas diseñados para dar acompañamiento a los más veteranos. Pero sí se detectaron 140 casos que se incorporaron al plan 'Urrats bat gehiago', que ahora cuenta con 450 beneficiarios. «Se les acompaña al médico, o se intensifican los contactos con la gente del barrio, las salidas a tomar un café, actividades de ocio...».
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