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El último asesinato machista perpetrado en el territorio ya tiene sentencia. La Sección Primera de la Audiencia vizcaína ha condenado a 24 años de prisión, 22 por asesinato y 2 más por maltrato habitual en el ámbito de la violencia de género, a Leonel B., ' ... Leo', por matar a su compañera sentimental, Rebeca Huayta, boliviana de 45 años, en el bar que regentaba en la calle San Francisco de Bilbao, en diciembre de 2022.
La sentencia, que se notificó ayer por la mañana a las partes, no impone al acusado la pena máxima que prevé el Código Penal para el delito más castigado, el asesinato, de 25 años, sino que le aplica una importante rebaja porque el jurado le reconoció la atenuante de confesión. Y eso a pesar de que los hechos estaban agravados por el parentesco, al ser la víctima la pareja del acusado, y la circunstancia de violencia de género, ya que la mató por el hecho de ser mujer en un acto de dominio y superioridad hacia ella. Además, el jurado, por unanimidad, le consideró culpable de asesinato con alevosía y ensañamiento. No obstante, el límite máximo de cumplimiento se sitúa en 25 años de prisión, así que por más pena que le hubieran impuesto, nunca habría llegado a completarla.
Tras la lectura del veredicto por parte del tribunal popular el pasado viernes, 12 de abril, al magistrado-presidente, Juan Manuel Iruretagoyena, le quedaba fijar una pena en base a la decisión de los nueve ciudadanos que integraron el jurado. También le correspondía a él determinar la responsabilidad civil, que ha cuantificado en 90.000 euros como indemnización para la familia de la víctima. Además de las penas de cárcel, donde se encontraba en prisión preventiva desde que fue detenido por los hechos, le imponen cinco años más de libertad vigilada.
Brecha por una paliza
El crimen se produjo en la taberna Hilargi, situada en el corazón del barrio de San Francisco, en la madrugada del pasado 28 de diciembre de 2022, en plena Navidad. Aquella noche, la pareja mantuvo una discusión en el local porque Rebeca había invitado a unos clientes a un ritual boliviano para atraer la suerte al negocio, lo que enfadó a Leonel, celoso compulsivo.
Cuando se marchó una amiga de Rebeca y se quedaron solos en el bar, a partir de las cinco de la mañana, él la abordó «de manera sorpresiva», la tiró al suelo y la arrastró hasta la cocina, donde la atacó con un cuchillo de 20 centímetros, y con un cristal roto, provocándole la muerte por desangramiento. Según el relato de hechos recogido en la sentencia, el asesino aumentó deliberadamente el dolor de la víctima al causarle 18 heridas de arma blanca y la mujer tardó una hora aproximadamente en morir.
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Parte de la escena fue grabada por las cámaras de seguridad instaladas en el local y que sirvieron como una de las principales pruebas de cargo durante el proceso. Después de agredirla, se marchó a su casa dejándola herida de muerte y se cambió de ropa. El hombre se comunicó con un amigo, que le aconsejó que avisara a la Policía Municipal, como así hizo mediante una llamada de teléfono, entre tres y cuatro horas después del asesinato, aunque antes de que se hubiera abierto un procedimiento contra él, requisito que exige la ley para aplicar la rebaja de pena.
290 «modestos» euros
Leonel, con antecedentes por violencia de género con otras dos parejas anteriores aunque no computables en este caso, maltrataba a su compañera sentimental desde hacía aproximadamente un año. «Dentro de su relación de pareja con Rebeca, ejercía violencia física, agresiones, pero también psíquica, con un control de su vida, sobre la víctima, de manera habitual», señala la resolución. Según declararon en el juicio su hija, exmarido, amigas y vecinos, Leo le controlaba el teléfono móvil, limitaba sus relaciones familiares y de amistad e incluso le impedía salir de casa o le obligó a dejar el trabajo de cuidado de personas mayores al que se dedicaba. Unas semanas antes de que acabara con su vida, Rebeca tuvo que ir al hospital porque le había abierto una brecha en la cabeza al tirarla por las escaleras de una paliza. Sin embargo, ella nunca le había denunciado, le perdonaba y regresaba con él.
En el juicio con jurado, que se celebró entre los días 8 y 12 de abril, Leonel reconoció los hechos. «Yo la maté y la maltrataba», admitió. Se presentaba como acusación particular su hija Aracely, y como acción popular la asociación feminista Clara Campoamor y el Ayuntamiento de Bilbao, además de la Fiscalía, que solicitaban 25 años de prisión para el acusado por el asesinato y tres más por el maltrato habitual. La defensa llegó a reconocer al final del juicio el delito de asesinato con ensañamiento, aunque con los atenuantes de confesión, alcoholismo, reparación del daño y arrebato, aunque estos tres últimos no fueron reconocidos por el jurado. Las acusaciones y la defensa están estudiando la sentencia para ver si la recurren en apelación ante la sala de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV).
Para los jurados, no se ha presentado ningún informe que acredite que Leonel era alcohólico. Varios testigos afirmaron en la vista oral que bebía mucho, «aunque la situación de control, de violencia psíquica sobre Rebeca también existía cuando se encontraba sobrio». Tampoco en las imágenes tomadas por la cámara del local ni las de la calle San Francisco se aprecia que estuviera afectado por la ingesta de bebidas alcohólicas. La cantidad de dinero que ingresó para la hija de la víctima, 290 euros, extraídos de su sueldo en prisión, «es realmente modesta» como para aplicar la atenuante de reparación del daño, según el fallo.
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