Estudiantes de Secundaria de la ikastola Kirikiño de Txurdinaga juegan al pimpón. En primer plano, uno de los carteles que declaran el centro «libre de teléfonos móviles». Jordi Alemany

Los colegios vizcaínos se convierten en espacios libres de teléfonos móviles

Familias, docentes y equipos directivos unen fuerzas para concienciar de que el uso abusivo de las pantallas concierne a toda la sociedad

Lunes, 16 de diciembre 2024, 00:36

El patio del colegio concertado Alazne, en Cruces, es un gallinero. Los chavales juegan con el balón, se persiguen, corren, saltan a la comba... «Es como si soltaran toda la energía que tienen», dice Carlos Urio, orientador y jefe de estudios. Es un cambio notable, ... ya que hasta este curso los estudiantes podían utilizar el móvil en el patio. Se formaban corrillos de adolescentes, que a menudo jugaban entre ellos de forma 'online'. Desde septiembre, sin embargo, la presencia del dispositivo está prohibida en las instalaciones. La transición se ha realizado «con total normalidad», cuenta Urio, más allá del típico grupito que todavía se esconde para poder teclear de forma compulsiva.

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No es un caso aislado. Los centros educativos vizcaínos mutan en espacios libres de teléfonos móviles. 'Arnasguneak', en euskera. Así lo confirman más de una veintena de responsables consultados. Incluyen centros públicos, religiosos y cooperativas de todo el territorio. Algunos ya lo eran y han aprovechado este primer trimestre para dar una vuelta de tuerca a su normativa. Otros se suben ahora al carro. El momento es propicio, ya que Educación les ha obligado a redactar, antes de fin de año, una regulación sobre este asunto. Euskadi es la única comunidad autónoma que no ha prohibido el móvil en los colegios de forma general.

En el colegio Avellaneda de Sodupe también han endurecido la normativa. Hasta ahora, los estudiantes podían tener encima el teléfono, pero no usarlo. Ahora ya ni eso. Su director, Ianko Intxaurrandieta, explica que se ha desplomado la proporción de estudiantes que llevan el móvil al centro. «En Primaria es testimonial, en Secundaria no llega al 30% y en Bachillerato lo tienen algo más de la mitad; antes era el 90%», asegura.

La ikastola Kirikiño, en Txurdinaga, recorrió este camino hace unos años. Desde entonces, la política digital ha ido «evolucionando» y ahora «se nos han sumado las familias», celebran Amaia Galíndez e Iraitz Garai, miembros del equipo directivo. En la decisión de decretar la ikastola espacio libre de móviles fue fundamental «ofrecer a los estudiantes alternativas», señala Danel Abando, maisu. Se instalaron mesas de pimpón, la rana, un futbolín... «Antes los chavales jugaban al parchís con el móvil. Ahora tienen juegos de mesa», apunta.

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El centro está asociado con Altxa Burua, el movimiento de padres y madres que busca presionar para retrasar la edad de acceso a los teléfonos. Ya han logrado reunir más de 20.000 firmas para exigir al Gobierno vasco que prohíba los teléfonos en los colegios. No sólo para respaldar a aquellos centros con familias más complicadas, sino también para dar a la cuestión de las pantallas la gravedad que, a su juicio, se merece: que es un problema «de salud pública».

«El consumo precoz y excesivo de pantallas tiene un efecto perjudicial en los menores»

Mirene Beriain

Pediatra y miembro Altxa Burua

«Desde la llegada de los 'smartphones' hace doce años he observado la atracción y fascinación que generan en los niños desde edades muy tempranas. Desde utilizarse como chupetes digitales cuando son pequeños hasta convertirse en un elemento importante del tiempo de ocio. Y eso conlleva dejar de hacer otras cosas que son muy importantes para su desarrollo y salud física y mental: moverse, jugar al aire libre, relacionarse en persona, dormir...», explica Mirene Beriain, coordinadora de Altxa Burua en Bizkaia, madre y pediatra. «Cada vez es más evidente también en la consulta, donde observamos retrasos del lenguaje y adolescentes con problemas emocionales que consumen seis horas de móvil al día. Aunque las causas son múltiples, el consumo precoz y excesivo de pantallas es un factor que influye de forma significativa», analiza. Por todo ello, la experta aboga por «aplicar el principio de precaución» con los dispositivos digitales. «No les podemos pedir a los adolescentes que los utilicen de forma 'saludable'. No están preparados y no les aportan claros beneficios».

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Si bien la prohibición de los móviles en los colegios se extiende como un primer paso que interpela a toda la sociedad, lo cierto es que no existe un consenso dentro de la comunidad educativa. El orientador de Alazne, Carlos Urio, considera que los dispositivos se han convertido en una suerte de cabeza de turco. «Se los señala como causantes de todos los problemas, y no es así. ¿Acaso antes no había conflictos o los niños no se distraían?».

«Limitar el móvil en las aulas tendrá poca incidencia si las familias no se implican a fondo»

Jon Gorriño

Director del instituto de Durango

En su opinión, y pese a la decisión de su colegio de prohibirlos, eliminar los móviles de las escuelas «no mejora la actitud ni el rendimiento del alumnado». «La principal razón de los problemas de comportamiento de los chavales siempre ha sido la actitud de sus padres. Muchos les dan pantallas cuando son pequeños sólo para que se callen», asegura. Ese «chupete digital» del que habla Beriain. «Esa limitación (del móvil) en los centros tendrá poca incidencia si fuera de ellos las familias no se implican a fondo en la limitación de la exposición de sus hijos e hijas a las pantallas», apunta Jon Gorriño, director del instituto público Fray Juan de Zumarraga, de Durango.

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En su contexto

  • 96,8% de los estudiantes vascos de ESO disponen de su propio 'smartphone', según un informe de Unicef de 2021. Lo adquieren, de media, a los once años.

  • Salud y Educación La asociación de familias Altxa Burua ha reunido más de 20.000 firmas para pedir a Educación que prohíba los móviles en los colegios. También interpelan a Salud para que tome cartas en la cuestión de las pantallas, que consideran «de salud pública».

  • 3 horas diarias emplean la mitad de los adolescentes vascos a las redes sociales y a navegar por Internet. Los fines de semana, ese tiempo aumenta hasta superar las cinco horas al día.

«Ser responsables y actuar»

La comunidad escolar rema en esa dirección. Así lo subraya Reyes Lengaran, coordinadora de Bige, la federación vizcaína de ampas de la escuela pública. En los últimos días han organizado sesiones con el experto Telmo Lazkano sobre los riesgos de las pantallas y cómo educar en un uso responsable. «Hemos tenido un éxito aplastante», dice. El tema interesa.

«Seguramente, la mayor parte de las escuelas e institutos optará por una regulación más estricta del móvil. Pero ahora nos toca a nosotras, como familias, la segunda parte: ser responsables y actuar», afirma Lengaran. Desde la federación, ofrecen su apoyo para organizar charlas y talleres sobre éste y otros temas, como salud mental y emocional, educación sexual, parentalidad positiva...

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En Kirikiño, unas 200 familias de la ikastola ya se han adherido a Altxa Burua. Haizea Etxebeste y Josu Bergara explican que su labor es de concienciación. Organizan formaciones y charlas, comparten artículos... «Hemos conseguido sensibilizar y que se hable del tema», aseguran. Este curso también se ha logrado que no todos los estudiantes de 6º de Primaria tengan móvil. Poco a poco, gracias a la «presión de grupo», la edad de acceso al teléfono se va retrasando.

Etxebeste recuerda el momento en el que su cabeza hizo 'click'. «Estábamos unos diez aitas y amas esperando a que acabase una extraescolar, todos mirando el móvil». Decidió que era suficiente. Ahora, de la mano del equipo directivo, han colocado carteles por toda la ikastola que recuerdan a los visitantes que están en un espacio libre de teléfonos. Aunque queda todavía mucho trabajo por hacer.

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Sólo hay que aguardar a la salida de clase para constatarlo. Nada más traspasar las puertas de la ikastola, un adolescente saca su teléfono del bolsillo. Dobla el cuello sobre la pantalla casi en un ángulo recto, postura que no abandonará ni siquiera cuando baje las escaleras del metro de la Línea 3. No utiliza auriculares y resuenan en el vagón los vídeos de TikTok que consume uno tras otro, en un bucle que no cesa durante varias paradas, hasta que este cronista lo pierde de vista en la vorágine del metro en hora punta.

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