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josé domínguez
Lunes, 4 de noviembre 2019, 01:05
La borrasca 'Amelie' sometió en la madrugada de ayer al Golfo de Bizkaia a tres horas de vientos huracanados que se cebaron con numerosas localidades de la provincia. Aunque su potencia siguió siendo notable hasta bien entrada la tarde, fue principalmente entre las tres y ... la seis de la mañana cuando golpeó con más saña, con ráfagas de hasta 170 kilómetros por hora como la registrada en el Cabo Matxitxako, según reconoció el coordinador de la Agencia Vasca de Meteorología Euskalmet, Santiago Gaztelumendi. Un vendaval en toda regla que, acompañado en el mar por olas de hasta ocho metros de altura, dejó un reguero de daños a su paso. Por fortuna, sólo se registró un herido, un operario foral que se afanaba en reabrir una carretera cortada por la caída de árboles en Bermeo.
El destrozo más aparatoso fue sin duda el desplome de buena parte de la fachada trasera de una torre de once pisos en Deusto. Pasadas las cinco y media de la mañana, un paño de ladrillos y cemento de 16 metros de altura por ocho de ancho se vino abajo, dañando en su caída el tejado del edificio de al lado. La lluvia de escombros que cayó sobre la cubierta y la violencia del impacto fueron tales que los cascotes abrieron un boquete enorme y rompieron también el techo de un dormitorio del cuarto derecha, desparramándose sobre la cama, los muebles y el suelo. Por suerte, nadie dormía allí en ese momento. «Estábamos fuera de puente. Además, desde que se independizó nuestro hijo mayor hace tres años es la habitación de invitados», deslizaba aliviada su propietaria, Feli Ikaran.
El Departamento de Seguridad del Gobierno vasco elevó el aviso amarillo activado el sábado a alerta naranja por la previsión de fuertes vientos, que efectivamente no dieron tregua. Además del máximo registrado en Matxitxako, las rachas alcanzaron los 155 kilómetros por hora en el alto de La Cerroja, en Carranza, 142 en el monte Oiz o 132,7 en La Garbea (Zalla). En Bilbao, la furia de los elementos se tradujo en rachas que rozaron los 100 km/hora hasta el amanecer.
La virulencia del vendaval arrancó de cuajo muchos árboles y algunos cayeron sobre carreteras que quedaron cortadas total o parcialmente hasta mediodía. Principalmente se vieron afectadas la BI-631 en Sollube, la BI-625 en Arrigorriaga, la BI-631 en Mungia y la BI-630 en Carranza. También las ramas cayeron sobre tendidos ferroviarios, obligando a cortar el servicio en la línea de Euskotren entre Basauri y Usansolo y en la de Cercanías de Renfe que conecta Barakaldo y Muskiz.
Precisamente en Barakaldo el viento provocó casi medio centenar de intervenciones de los servicios de urgencia. La más llamativa tras salir volando parte de la cubierta metálica de la residencia Sanitas, en el barrio de San Vicente.
Las turbulencias se llevaron una carpa en Bakio y parte de la cubierta de uno de sus frontones, así como varias planchas que cubren la tribuna del campo de fútbol en Lezama donde juega el Bilbao Athletic. También provocaron un corrimiento de tierra en el polígono industrial de Amorebieta y que un yate a la deriva se estrellara contra las rocas del paseo Zugazarte de Las Arenas, en Getxo,cerca del Hotel Embarcadero.
Como era de prever, la jornada trajo de cabeza a los ocho parques de Bomberos de Bizkaia, que realizaron más de 100 actuaciones, incluidas la retirada de canalones o antenas y señales caídas. Con todo, uno de los cuerpos de policía que más trabajo tuvo fue el de Mungia, que registró más de 300 avisos.
A medida que avanzó el día el viento perdió potencia, aunque desde Euskalmet se advierte que todavía habrá rachas fuertes de cerca de 100 kilómetros en «zonas expuestas», como el litoral o las montañas. Las precipitaciones, sin embargo, no serán numerosas. Al menos hoy, aunque mañana podrían producirse de nuevo fenómeno tormentosos.
En el número 5 de la calle Sagrada Familia de Deusto no daban crédito a lo sucedido. «Eran las seis menos cuarto cuando nos despertó un estruendo enorme y sentimos que se movía la estructura de todo el edificio», aseguraba Ana Gutiérrez. Ella vive en el tercero y fue la que avisó a su vecina Feli Ikaran, que entonces se encontraba en Gijón. «Salimos pitando y llegamos a casa sobre las once», explica la damnificada. Cuando abrió la puerta, «se nos cayó el mundo encima». Ayer pasaron la noche en casa de su hijo pequeño a la espera que se determine la cuantía de los daños del inmueble y quién se hará cargo de las reparaciones.
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