El año pasado se dieron el 'sí, quiero' en Bizkaia 3.453 parejas, casi un centenar menos que en 2019 y cerca de doscientas por debajo de 2022. Fue el ejercicio con menos enlaces, sin tener en cuenta el 2020 y el 2021, desde hace ... casi tres décadas. Que entre las prioridades de muchas parejas no está pasar por el altar está claro, y desde el sector ya advertían, tras el 'boom' que se produjo hace un par de años por el «embudo» creado durante la pandemia, de que en 2023 y 2024 se recuperaría la normalidad y se registrarían descensos en las celebraciones.
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Pero el bajón no significa ni mucho menos que los negocios que se mueven en torno al amor estén en horas bajas. Hay menos matrimonios, sí, pero ha cambiado el concepto y ha subido el gasto. Estas celebraciones están en constante evolución y una boda de este año tiene poco que ver con las de hace una década, y menos con las de hace dos. Las 'festibodas', término acuñado por los propios profesionales, van al alza, con espectaculares puestas en escena y montajes de luz y sonido que nada tienen que envidiar a cualquier evento musical. Y las parejas también buscan la exclusividad y alargar su fiesta más allá de un solo día.
La wedding planner Keltze de Azalola señala que los novios saben que «es la única fiesta de ese nivel» que celebrarán «en su vida», rodeados de «su familia y amigos», por lo que «priorizan disfrutar». Sus invitados, por supuesto, pero también ellos. Aunque para conocer cómo es ahora una boda, vayamos por partes. La primera es el recinto, y en su búsqueda priman la «exclusividad» y la «intimidad». «No quieren un sitio donde haya otra boda o una comunión, como hace unos años, que podía haber hasta cuatro en el mismo restaurante», explica.
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La tendencia es «elegir fincas privadas» y, si se va de presupuesto, «no rebajan en el sitio, prefieren recortar en el número de invitados». Triunfan los «exteriores» y los enlaces «de mañana», porque en los de tarde la celebración «se pasa volando». Y, para algunos, duran varios días. «Se busca la experiencia fin de semana, que se pueden quedar treinta personas, las más cercanas, a dormir y levantarse al día siguiente todos juntos a desayunar», expone.
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Uno de los lugares que cumple esas exigencias es el Palacio Horkasitas, en Arcentales. «Tenemos capacidad para alojar a 23 personas y eso gusta, porque no es un sitio solo para los novios, sino para la familia más cercana o los amigos más especiales», destaca su propietaria, Aída Rodríguez. En su caso no cocinan, sino que trabajan con dos caterings y los clientes eligen el que más les gusta. Ella es defensora de la combinación de cóctel y banquete, que queda «más elegante». Y los pintxos, matiza De Azaola, «no tienen que salir necesariamente más baratos».
Antes de pasar al restaurante, además de los «ocho canapés calientes y ocho fríos» de rigor, hay lo que se llaman «estaciones», como champán de bienvenida, cortador de jamón, mesa de gildas, de quesos, de vermús... «pequeños detalles» hacia los invitados. De ahí que haya cambiado hasta «la forma de dar de comer», con un banquete «más corto» ya que los protagonistas del día «no quieren ese encorsetamiento ni estar obligados a cumplir un protocolo sentados», sino «hablar» con sus allegados.
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Otro de los cambios que ha apreciado la wedding planner es que «antes se hacían muchas fotos posadas mientras el resto estaban en el cóctel, pero ahora no quieren perderse ese tiempo con familia y amigos y, aunque algo hay que posar, piden fotos robadas».
Y después llega «la macrofiesta». «Hay bodas hasta con toro mecánico», asegura Rodríguez, que dispone en el palacio de una carpa beduina de 320 metros en la que se hace el banquete. Por lo general, la barra libre «dura una media de seis o siete horas», y en torno a la una de la madrugada termina el evento en el exterior -hay una zona interior en la que es posible quedarse hasta las tres-, y muchos invitados «te ponen pegas porque les parece poco tiempo». Durante la fiesta aparecen las recenas, que llevan años implantadas pero que cada vez van más al detalle, con foodtrucks, crepes hechos al momento, palomiteros... Y también algunos llevan bandas que tocan en directo.
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Aunque, sin duda, «el mayor cambio» de los últimos años es, en opinión de Álex Muñoz, de la Asociación del Sector Nupcial del País Vasco, «el aspecto visual». El también responsable de Exel Eventos bromea con que, «antiguamente, se ponía un DJ con cuatro focos encima que parecía un semáforo».
- ¿Y ahora?
- Hay pantallas gigantes, láseres... En una boda tienes un BBK Live en miniatura. El fin de semana del festival montamos una que parecía The Prodigy.
«Efectos» como el fuego frío o el megatrón (pistola de humo) se encuentran en buena parte de los enlaces. Pero estas y otras características de las «festibodas» llevan implantadas «un par de años». La novedad ahora es otra, la Hora Loca. «En un momento de subidón», animadores entran con los novios. «y con una serie de ganchos entre los invitados», siguiendo alguna temática, como 'La casa de papel', la que más éxito tiene, la selva, 'Star Wars', 'Harry Potter'... «Hay un show de una hora, se dan chupitos, que pueden ser con alcohol y sin alcohol, en formato jeringuilla, palos de colores...», describe. De todo para «la fiesta de sus vidas».
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Los datos
3.453 parejas se casaron el pasado año en Bizkaia, un 7,2% menos que en 2022, año en el que se alcanzaron las 3.721 por el atasco producido en 2020 y 2021 por las restricciones derivadas de la pandemia. De hecho, si no se tienen en cuenta esos dos ejercicios, el dato de 2023 es el más bajo en tres décadas.
95 invitados de media acuden a los enlaces en Bizkaia, según los datos de un informe elaborado por Bodas.net, el profesor de Esade Carles Torrecilla y Google. La media nacional se sitúa en 117 personas.
30.000 euros cuesta una boda en Bizkaia, según los profesionales del sector. El estudio de Bodas.net reduce el importe a 21.280 euros.
320 bodas canónicas se celebraron el año pasado en Bizkaia, un 9,3% del total de las nupcias. En 2014 las ceremonias religiosas ascendieron a 816, un 22,3% del total.
Si hay una tendencia que va todavía más rápido que la de la reducción del número de bodas es la del descenso de los matrimonios canónicos. El año pasado, según los datos del Instituto Vasco de Estadística, se celebraron 320 enlaces en los templos católicos vizcaínos, un 9,3% del total de las nupcias oficiadas en el territorio. En 2019 fueron casi un centenar más (414, casi el 12% del total). Destaca el descenso que se ha producido en apenas una década, ya que en 2014 las ceremonias religiosas ascendieron a 816, un 22,3% del total. En la basílica de Begoña, este año tendrán «entre 20 y 30», explica Enrique Franco, el sacristán. El mundo «ha cambiado», razona, y señala que «algunos no se casan porque cuesta mucho dinero, otros porque están apuntados a un piso desde que son solteros y si se casan no tienen derecho...». Y tanto «cambian los tiempos» que «tenemos parejas que se casan y a la vez bautizan a su hijo», y otras que «no se casan y bautizan al niño». Eso refleja, en muchos casos, que «la creencia está, pero las circunstancias personales son distintas que antes».
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