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luis lópez
Domingo, 7 de octubre 2018
Si las cosas van bien, dentro de unos años (décadas quizá) la isla de Zorrozaurre estará poblada por modernos edificios de viviendas, empresas tecnológicas, ... centros docentes... Y, entre todos ellos, habrá refrescantes zonas verdes. Será el barrio más puntero de la ciudad, un ejemplo de reactivación urbana, de renacimiento. Pero también con fogonazos de identidad y tradición. Porque en el sureste de la isla sobrevivirán los edificios centenarios y mayoritariamente humildes que hoy siguen la línea de la calle Ribera de Deusto. Será como el casco viejo del lugar, la zona histórica, un exotismo cara a cara con la ría. Habrá quien lo vea como el barrio de pescadores; incluso quien no resista la tentación de bautizarlo como el nuevo 'soho'. Pues bien, ese sitio ya está en perfecto estado de revista.
Durante las últimas décadas esos edificios, de entre 130 y 160 años de edad en su mayoría, y algunos con cierto aire señorial, languidecieron y pasaron a formar parte de uno de los entornos urbanos más degradados de la ciudad. Pero cuando se ideó el futuro de Zorrozaurre, el plan urbanístico contempló conservarlos. Y darles, por supuesto, un buen lavado de cara. La rehabilitación de este histórico parque inmobiliario se inició en el ya lejano 2009 y, a falta de leves retoques, acaba de concluir, según explica el concejal de Obras y Servicios, Asier Abaunza. En concreto, la Sociedad Urbanística de Rehabilitación de Bilbao S.A. (Surbisa) ha actuado en 191 viviendas y 51 locales. Allí viven los 400 habitantes de la isla.
Durante esta década de trabajos se han afrontado obras por valor de más de 12 millones de euros en los 42 edificios residenciales que se han acogido al programa. Buena parte de ese gasto, según fuentes municipales, lo han soportado las arcas públicas, ya que han concedido subvenciones por valor de 7,47 millones de euros. Eso supone que la ayuda media a cada propietario ha sido de 56.719 euros. En el futuro los residentes también podrán solicitar subvenciones para obras que les hayan quedado pendientes –accesibilidad, eficiencia energética...-, aunque desde el Ayuntamiento consideran que en la mayoría de los casos no será necesario porque durante los trabajos de la última década se han acometido, fundamentalmente, reformas integrales.
Ahora la situación es curiosa porque el barrio ha quedado bonito –salvo alguna excepción que ha ignorado el plan de rehabilitación–, pero todas esas casas pintorescas están como en un páramo. En un entorno yermo a la espera de que Zorrozaurre se vaya desarrollando, y para eso harán falta décadas. El plan del concejal Abaunza es que el año que viene se licite la urbanización de los extremos norte y sur de la isla, donde las cosas están más adelantadas. Si no hay tropiezos, la zona estará urbanizada en 2021. Es decir, habrá calles, canalizaciones... Las tripas. A partir de entonces llegará lo más peliagudo, que será dotar de vida a toda esa superficie: encontrar empresas que quieran trabajar allí, gente que quiera vivir allí, universidades que quieran dar clases allí...
Luego está la parte central de la isla, donde la situación aún está en mantillas porque «el suelo pertenece a muchos pequeños propietarios», explica Asier Abaunza. «No hay ninguna fábrica grande, como la de Vicinay, y cada pabellón es de uno o varios dueños». Eso supone contactar con mucha gente –en ocasiones herederos de los titulares originales–, ponerla de acuerdo... Para eso está la junta de concertación que, según las previsiones municipales, se constituirá el año que viene. Cuando en el seno de ese organismo se sepa quién tiene qué, y qué quiere hacer, llegará el momento de licitar la urbanización.
Si se le pregunta a Abaunza cuándo va a estar todo terminado, toma como referencia la aventura de Abandoibarra: «Se empezó a construir en los primeros años 90 del siglo pasado, y el último edificio se terminó hace cuatro años». ¿Nos esperan entonces más de dos décadas de obras? «Por lo menos. Porque en Zorrozaurre la obra es mucho mayor, hay más de 800.000 metros cuadrados de intervención y cientos de propietarios...». Eso sí, mañana se producirá la definitiva transformación, ahora sí, de la península en isla, con la retirada de la última línea de tierra que une esta franja de terreno con Deusto.
Resumiendo, que los 400 vecinos de Zorrozaurre convivirán durante mucho tiempo con los trabajos para construir el Bilbao del futuro, y sus renovadas casas de colores serán testigos de como un páramo se convierte en el barrio más moderno de la ciudad. Si las cosas van bien.
«En el barrio el sentido de pertenencia es impresionante», se arranca Anabel Toyos, portavoz de la asociación de vecinos de Zorrozaurre. «Soy la octava generación de mi familia que vive aquí», en un enclave que ya se mencionaba en la Carta Puebla de la fundación de Bilbao, de 1300, donde se hablaba de un núcleo de población y un fondeadero en la zona.
Anabel recuerda que hace unos diez años el Ayuntamiento reunió a los vecinos en la iglesia y les contaron que, como iban a tener que aguantar «muchos años de obras», las arcas públicas les compensarían con «muchas ayudas» para rehabilitar sus casas. «Que nos iba a salir casi gratis, nos dijeron». La portavoz vecinal admite que al principio todo fue bien, porque los primeros en adherirse al sistema de subvenciones recibieron «hasta el 80% de lo invertido». Pero luego vino la crisis económica, los recortes, y quienes llegaron más tarde se tuvieron que conformar con porcentajes inferiores. Además, algunos no pudieron afrontar obras «como el aislamiento, que en esta zona es vital».
«Hay mucha gente de fuera que piensa que nos ha tocado la lotería, pero no –aclara–. Es cierto que ahora las casas han quedado preciosas, pero, salvo en casos contados, con mucho esfuerzo por parte de los vecinos. Gran cantidad de ellos se ha tenido que endeudar por muchos miles de euros».
En cualquier caso, recuerda que convivir con las obras durante años será un alto precio que pagar. «Algunos vecinos se marcharon tras la rehabilitación porque ya se olían lo que venía». Por ejemplo, «los cortes de agua». Además, en los últimos tiempos se ha producido una escalada de robos y actos vandálicos que han puesto en pie de guerra al vecindario. Tras hacer público su hartazgo, el Ayuntamiento ha incrementado la seguridad y, por el momento, se han calmado los ánimos en el barrio.
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