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El curso que ahora empieza va a ser muy especial en Bilbao porque llega la prueba del algodón para los grandes proyectos. Sí, siempre son los mismos. Lo que ocurre es que tras años de promesas, bosquejos, declaraciones de intenciones y apelaciones al futuro estamos ... en el momento de las concreciones, de ver qué hay detrás de la pirotecnia acostumbrada. Hablamos, naturalmente, de Zorrozaurre, de Artxanda, de La Nueva Casilla y de la Zona de Bajas Emisiones. Pero no hablamos de la llegada del TAV ni del soterramiento de Abando, lejanos e imprecisos futuribles, casi ciencia ficción, que ni siquiera tienen fecha de materialización tras décadas de retrasos y descrédito.
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Tampoco hablamos de la revitalización de la ría de Bilbao, otro de los grandes afanes de la ciudad. Siempre está en la agenda este asunto. Pero siempre, tras largos periodo de atonía y silencio, aparece un informe por hacer que lo despeja hacia un punto indeterminado del porvenir. Ya en 2018 el Ayuntamiento expuso su plan de recuperar la ría para el deporte, la hostelería, el ocio y el transporte, pero hacía falta un estudio pormenorizado sobre su estado (calados, corrientes, etcétera). El informe llegó en 2021. No pasó nada. Luego, en enero de 2023, las administraciones firmaron un protocolo, una especie de ventanilla única, para facilitar la llegada de empresas a un entorno con un entramado competencial muy complejo. No pasó nada tampoco. Y ahora, este mismo verano, el Consistorio ha licitado la redacción de otro artefacto bautizado como 'Plan Especial de protección y conservación para usos y actividades de la cuenca Nervión-Ibaizabal y la cuenca del Cadagua a su paso por la Villa de Bilbao'. Estará listo dentro de año y medio. Habrá que acordarse de esto en el arranque del próximo curso.
Así que los asuntos que van a pasar por un examen de realidad en los próximos meses son, al menos, estos:
En el último año los avances en Zorrozaurre han sido impresionantes y muy visibles porque ya está terminada la urbanización en las puntas norte y sur, con sus calles y aceras y todo lo demás. También se está levantando un buen número de promociones residenciales de vivienda libre y protegida que quizás alivie el asfixiante mercado inmobiliario de la ciudad. En breve comenzarán a surgir edificios de pisos también en la zona de los rellenos, en la margen izquierda del canal de Deusto. El ladrillo sigue siendo lo que tiene mejor salida en los desarrollos urbanísticos.
En cuanto a obra pública, se terminarán este otoño los dos tanques de tormentas para contener el riesgo de inundaciones, que se comenzaron a construir en 2022 con un presupuesto de siete millones. Y se está trabajando bajo la ría para construir las canalizaciones de abastecimiento, saneamiento y suministro eléctrico de la isla.
Pero el eslogan de Zorrozaurre es que quiere ser un sitio 'para vivir y trabajar'. Así que desde el primer momento es un elemento crucial el parque tecnológico, con parcelas en las puntas norte y sur. Desde hace mucho tiempo el Ayuntamiento asegura que hay abundantes empresas interesadísimas en implantarse ahí, pero pasan los años y sigue siendo un misterio cuáles son.
40 años
durará la concesión para la empresa que levante y gestione La Nueva Casilla.
106.000 metros cuadrados
de edificabilidad reserva para empresas el parque de Zorrozaurre.
Ahora, con el entorno ya urbanizado y listo para la acción, llega el momento de palpar el interés real de la iniciativa privada. Lo único tangible por ahora es que la Red de Parques Tecnológicos, donde se integra el de Zorrozaurre, está en el proceso para levantar el nuevo edificio Tarabusi, que será la sede del polo empresarial y donde estará el BAIC-Centro Vasco de Inteligencia Artificial. Pero hay sitio para muchas más cosas ahí, que está por ver cuáles son.
Es cierto que tanto en la isla como en otros puntos de Bilbao se ha comprobado que siempre hay empresas proclives a implantarse en edificios que les cede gratis el Ayuntamiento. Pero queda por ver qué compañías están en disposición y con voluntad de invertir, de levantar sedes en las parcelas disponibles. Y qué universidades quieren hacer lo propio, porque de lo que se trata es de que la actividad económica y la formación se estimulen y alimenten mutuamente.
Otro clásico: hay que reactivar Artxanda como el gran pulmón de Bilbao. Es un objetivo del equipo de gobierno municipal desde hace muchos años que se concretó en el ya lejano 2021 con el Plan de Activación de Artxanda. Se plantea un parque de aventura cerca del merendero de Pikotamendi; hay otro espacio reservado para practicar deportes de alta intensidad en la zona escarpada de Bagatza; y también se piensa en un centro pedagógico y lúdico para niños en Santo Domingo, además de en alojamientos naturales, tipo bungalow, en esa misma zona.
Es cierto que el Ayuntamiento está haciendo inversiones importantes. Ya está terminado el paseo mirador que discurre junto a la carretera desde Enekuri y las pasarelas de madera que suben desde Elorrieta; está en marcha la obra del parque del Encuentro -cuya primera fase se terminará previsiblemente este año-, e incluso se ha lanzado la renovación del restaurante Antón para sacarlo a concesión y darle un poco de vida a la zona con el fin de que recuerde aquel pasado tan animado que tuvo.
Pero está habiendo problemas para atraer a la empresa privada, sin la que no se entienden los planes municipales. De lo adelantado en el primer párrafo, tres años después sólo hay avances en el parque de aventura que, tras varios intentos fallidos, parece que se reactiva con la aparición de una firma interesada en la concesión. Posiblemente, este mismo mes se conocerá la adjudicación. Lo malo es que esta es una pequeña parte de todo lo que se había planteado. En el resto, no hay avances conocidos. Tampoco sobre qué uso se le dará al emblemático edificio Nogaro, que el Ayuntamiento compró en 2021 por 1,7 millones para tener un papel relevante en toda esta estrategia y que ahora es utilizado como almacén.
Este curso será el momento de ver si las inversiones de dinero público (con algunas obras concluidas, otras casi) logran reactivar Artxanda, atraer a la gente y también a las empresas para que monten ahí actividades que hagan atractiva la zona.
No está muy claro que La Nueva Casilla, de momento, tenga que estar en esta lista selecta de grandes proyectos de ciudad. En unos meses se verá si será solo un nuevo polideportivo o mucho más. La cuestión es que el Ayuntamiento quiere tumbar el viejo pabellón y, además, regenerar el entorno con una nueva plaza más agradable y con una actuación en Autonomía que exima a esta arteria de su vocación de frontera entre dos Bilbaos.
Se trata, en fin, de crear un punto de relación que genere más proximidad entre los barrios de Rekalde, Amézola, Irala e Indautxu. El urbanismo es una herramienta potente para hacerlo, pero no suficiente. El nuevo edificio será una pieza clave. Como mínimo, ha de ser un moderno polideportivo con piscina. Pero lo que se busca es mucho más: que haya lo que denominan en el Consistorio un «equipamiento complementario». ¿Y qué es esto? «Propuestas que tengan como objetivo fortalecer el equipamiento como referente en el barrio, en la ciudad e incluso en el territorio, convirtiéndolo en consecuencia en un tractor urbano».
Ahí está la clave. Lo que se quiere es que en La Nueva Casilla haya un espacio que «impulse la centralidad cultural y el ocio diurno, además de la captación y retención del talento». Así de ambicioso, aunque también de inconcreto, es el planteamiento municipal. Sin esa nueva dimensión que reactive la zona el asunto se quedará como poco más que un nuevo equipamiento deportivo en un entorno más bonito.
Hacer una cosa u otra, es decir, decidir hasta dónde llegar, queda en manos de las empresas que concurran al concurso para hacerse con el macrocontrato que lo incluye todo: tumbar el viejo pabellón, idear lo que quieren hacer ahí, construir el nuevo equipamiento y explotarlo durante las próximas cuatro décadas. El pasado mes de julio el Ayuntamiento licitó esta concesión, dos años y medio después de anunciar el derribo de La Casilla y tras un intrincado proceso de diálogo competitivo con firmas que, a priori, estarían interesadas en el tema. A finales de este año, previsiblemente, se conocerá qué proponen y cuál se lleva el gato al agua.
La zona de bajas emisiones (ZBE) tiene mucho de revolución de la movilidad en cada ciudad en la que se implanta. Ahora le ha tocado a Bilbao. Se trata de evitar el acceso al centro, a Abando e Indautxu, a los vehículos más contaminantes para mejorar la calidad del aire y contribuir a la bajada de emisiones que provocan el cambio climático.
Esto va poco a poco. Entró en vigor en junio, pero sin multas, así que poco se ha notado el cambio durante este verano. A partir del 16 de septiembre comenzarán las sanciones a los vehículos que entren indebidamente, que son los que no tienen certificado ambiental (de gasolina anteriores a 2001 y diésel previos a 2006). Son, ya se ve, los más viejos y suponen únicamente el 14% de los que se mueven cada día por la ciudad. Pero en junio de 2025 la prohibición se extenderá a los que tienen distintivo B (gasolina anteriores a 2006 y diésel previos a 2015). Estos ya son muchos más, la tercera parte de los que circulan por las calles de Bilbao.
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Así que este curso que empieza ahora va a ser el de los grandes cambios en la movilidad. En menos de un año desaparecerán del centro casi la mitad de los coches que ahora circulan. Habrá que ver cómo funciona todo esto porque el sistema es complejo: hay un buen número de moratorias y exenciones que hay que justificar (residentes, taxistas, repartidores, comerciantes, casos puntuales variados...), lo que exigirá una gran eficiencia en la gestión municipal. Además, habrá que ver cómo todo este lío afecta a la calidad del aire en la ciudad, que el Ayuntamiento siempre dice que es muy buena. Y si tiene algún impacto en los barrios periféricos, donde previsiblemente se quedarán parte de los vehículos contaminantes que no puedan llegar hasta el centro.
También está pendiente la ofensiva judicial que agentes como el Real Automóvil Club Vasco Navarro (RACVN) impulsan contra la ZBE porque, a su juicio, restringe la movilidad a personas por razón de renta, es decir, a aquellas que no se pueden comprar un coche nuevo y supuestamente -porque no siempre es así- menos contaminante. Y todo esto va a pasar, o no, en este curso que ahora está comenzando.
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