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Dos son las variables que históricamente han determinado si el Último Lunes de Gernika sale bueno o malo, así que vamos con ellas antes de sumergirnos en los placeres de la huerta. Pero por si no quieren esperar ahí va un 'spoiler': la alubia vuelve ... a ser otra vez la indiscutible reina de esta fiesta multicolor en la que hay baile de precios. El primer termómetro es el de la afluencia de visitantes. El gran escaparate del agro del territorio está recibiendo con los brazos abiertos a miles y miles de visitantes desde las nueve de la mañana. La cifra definitiva se conocerá a lo largo de la jornada, y aunque el ambientazo está garantizado puede darse por seguro que hoy no será uno de esos días de récord.
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Aunque el tiempo acompaña, y estando a la altura del año a la que estamos se anuncian temperaturas agradables y ausencia de lluvias durante toda la jornada, las grandes marcas se alcanzan cuando el lunes coincide con el puente de noviembre. Además, el desarrollo del mercado se está viendo afectado un poco por la huelga del transporte público. O el miedo que generaba al menos. Las unidades de Euskotren llegan desde primera hora hasta arriba de gente, pero eso no compensa la falta de bizkaibuses. Como siempre, hay parkings disuasorios a la entrada de la villa foral que van llenándose a buen ritmo, pero en una jornada que suele regarse con buen txakoli no es la opción preferida de la mayoría.
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Y esto nos lleva al segundo elemento que marca decisivamente el devenir de la feria. ¿A menos gente, menos ventas? «Los compradores más madrugadores suelen ser los que vienen con lista y a gastar más dinero, así que el arranque siempre es bueno», explica Mikel de Biortzatxu Baserria de Arrieta mientras despacha. De que el ritmo de compra se sostenga durante las siguientes horas dependerá todo. Hay 241 stands habilitados en ese epicentro de olores y sabores que conforman la calle Artekale y su entorno.
«Género hay mucho... pero caro», suelta entre la multitud Javier Beaskoetxea, que hace de cicerone en el Último Lunes para su pareja Isabel, que se estrena hoy en la feria. Un paseo confirma que, por ejemplo, las alubias de Gernika cuestan hasta 20 euros el kilo frente a los 18 del año pasado, los tomates llegan a 6 (5 en 2023), el queso de Idiazabal puede costar hasta 27 (25) y la botella de txakoli 10 (9). ¿Por qué? No existe una respuesta única. Los baserritarras aluden a la inflación, al «desastroso» verano con poco calor que ha mermado las cosechas, a plagas en ciertas explotaciones, a la subida del IVA. Aunque también hay productos más baratos que en 2022: la mermelada, las guindillas de Ibarra, las manzanas, la harina de maíz... y otros que se mantienen, como el talo. «Si se busca con paciencia igual se encuentra algo más barato», dice alguien. «Aquí no hay gangas, todo es producto de calidad», sentencia una vendedora.
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Y es verdad. Las verduras y hortalizas aparecen deslumbrantes a la espera de que alguien se las lleve. El exotismo lo pone este año la berenjena de Asia y una berza picuda... y que las rosqulllas ya se pueden pagar con bizum. «¿Sois los que vendéis queso a Eneko Atxa?», pregunta una mujer a los chicos de los Quesos Amalur. «Y Tamara Falcó los usó para un postre raro en 'Masterchef', con virutas», responden orgullosos. La explicación no se traduce en una venta. «La mayoría viene con una idea predeterminada de lo que quieren comprar y no se salen de la lista», explican después.
Aunque las cosas de comer y beber son los productos estrella, no son ni mucho menos los únicos que se ofrecen en la feria. Está por ejemplo la maquinaria agrícola que aparece aparcada en las esquinas de la calle principal y que los urbanitas miran como si fueran platillos volantes. Nunca se habla de estas cosas, pero si usted está buscando una segadora con chasis de aluminio y tres velocidades sale por unos 1.900 euros. También las hay de juguete justo al lado, y tienen tirón entre los más jóvenes. «Ahí está la cantera», augura la gente del stand de la empresa Garrastatxu.
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Además de olores y sabores en Gernika hay hoy sensibilidad a flor de piel. La que genera el recuerdo de las raíces por muy lejos que uno esté de casa. Entre la multitud de la feria hay dos invitados de excepción: los alcaldes de Alconchel (Badajoz) y El Burgo Ranero (León), modestas localidades de Extremadura y Castilla y León desde las que llegaron a la villa foral cientos de inmigrantes en los años 50 y 60. Fueron clave para levantar las industrias de la zona, ahora en franco declive, y ese nexo histórico se va a convertir ahora en un acuerdo de colaboración para el futuro. Y qué mejor día y viandas para cerrar un pacto, habrá pensado el regidor local, José Mari Gorroño.
Hablando de visitantes exóticos, el municipio vive un boom del turismo igual que todo el territorio, y a alguno hoy los ojos se le han puesto como platos. ¡Bendito el día elegido! Venir a recorrer las calles «inspirados por Picasso» y acabar con un queso de Idiazabal y medio pastel vasco bajo el brazo. Es lo que les ha ocurrido a los alemanes Dieter y Adelaide. La cuña llegará a Hannover bien envasada al vacío, pero el dulce «tiene las horas contadas». Entre sus mil virtudes, la feria del agro también es un reclamo histórico. Empezó a organizarse en los años siguientes a que Gernika fuera declarada villa en 1366. El 660 aniversario del Último Lunes está a la vuelta de la esquina.
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