Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada, sentido Cantabria, por la avería de un camión
El obispo de Bilbao, Joseba Segura, se acerca al altar precedido por los otros sacerdotes. Jordi Alemany

Adiós a la parroquia de San Rafael Arcángel, en Zabala: «¿Y no puede venir algún cura viejecito?»

En una misa de acción de gracias celebrada ayer, el obispo desvinculó el cierre de la crisis de vocaciones: «Nos toca concentrar comunidades, porque están débiles y tienen que agruparse»

Sábado, 8 de junio 2024, 01:15

A los feligreses de San Rafael Arcángel, en el barrio de Zabala, se les agolpaban ayer los recuerdos. Era un día propio para ello: el obispo de Bilbao, Joseba Segura, presidía una misa de acción de gracias por todos los años de funcionamiento del templo, ... lo que viene a ser una forma de referirse de manera diplomática y positiva a una despedida. La diócesis cierra la parroquia y la iglesia recupera ahora su función original, como capilla de la residencia Conde de Aresti. El propio Segura admitió en la homilía que, pese a que el cambio se considera lo mejor para el porvenir pastoral de la comunidad, no se puede evitar el «sentimiento de pérdida».

Publicidad

La parroquia de San Rafael es un caso raro. La construyó en 1925 el arquitecto Ignacio María Smith Ibarra para servir a las necesidades espirituales de la residencia –y hay que decir que le quedó realmente coqueta, como una invitación al recogimiento–, pero en 1956 se cedió su uso al obispado y se convirtió en la parroquia del barrio. Esta compleja identidad tiene reflejo directo en su estructura, con doble acceso: existe una entrada directa desde la propia residencia y otra desde la calle Zabala.

«Ha sido muy importante para el barrio y muchos la vamos a echar en falta», lamentaba minutos antes de la misa una de las fieles, Mari Carmen Garnica, que echaba la vista atrás: «Estoy a punto de cumplir 65 años y con 6 ya venía aquí a hacer teatro», dice, además de tener unas palabras para el histórico párroco don Emilio, «que hablaba con todo el mundo, hasta con las cuadrillas que se jugaban el vinillo a las cartas». Javier Rodríguez, que lleva tres décadas ayudando en la parroquia, también repasaba ese estrecho vínculo con su biografía: «Aquí hemos tenido el funeral de mi madre, bodas de amigos, el bautizo de mi hijo pequeño... Da pena que se cierre, porque ha significado mucho para Zabala». Uno de los sacerdotes se acerca a escuchar.

–Padre, parece que le tienen mucho cariño a la parroquia.

–Me alegro.

–Y también a los curas...

–¡Eso ya no me lo creo!

«Este es un proceso muy pensado, porque es muy sensible. Cuesta mucho para los que están detrás de la decisión, porque una parroquia de barrio es un símbolo y un hogar. La respuesta de la feligresía ha sido consoladora: entienden que no es un capricho, aunque haya algo de dolor», agradece otro de los curas, Álex Andreu, de 32 años. La parroquia formaba parte hasta ahora, junto a otras cinco, de la Unidad Pastoral Torre Urizar, de la que se hacen cargo tres sacerdotes.

Publicidad

Ágape y aplauso

Se acercan las seis, la hora de la eucaristía, y la iglesia presenta ya la afluencia de las grandes ocasiones. Acude la presidenta del patronato de la Fundación Conde de Aresti, Pilar Aresti: «No puedo evitar una sensación triste, porque han sido muchos años y siempre parece un final, pero también tengo la esperanza de que algún día se reconduzca», explica. Desde la residencia pasan varios ancianos: unos, acompañados por familiares; otros, junto a alguna monja de las Hijas de la Caridad, que desarrollan su labor en el centro. «Tengo tanta pena que no puedo ni hablar –dice una de las religiosas, que empuja la silla de ruedas de una señora–. Llevo aquí 40 años y tengo 90, pero sigo trabajando por los pobres. ¿No habrá algún cura viejecito como yo que pueda venir aquí?».

En realidad, el obispo hizo hincapié en que el motivo del cierre de la parroquia no es la crisis de vocaciones. En su homilía, citó el Eclesiastés («todo tiene su tiempo») y se refirió al «ciclo de la vida» y los cambios que implica: «Nos toca concentrar comunidades. No porque no haya curas, ya veis aquí que curas hay –bromeó, volviéndose hacia los cinco que concelebraban con él–, sino porque las comunidades están débiles y tienen que agruparse para vivir la fe con calidad humana». Segura recordó que el cierre de la parroquia no significa que San Rafael Arcángel desaparezca como lugar de culto, ya que se pueden celebrar allí misas ocasionales, y se sumó al sentir general describiendo la jornada como «día de sentimientos encontrados».

Publicidad

La atípica eucaristía de despedida terminó de manera aún menos convencional. Primero, el padre Álex invitó a todos los asistentes a «un pequeño ágape». Y, después, el propio obispo animó a concluir con un fuerte aplauso. Ya se sabe que pocas cosas ahuyentan mejor las penas que un buen aplauso y una merienda.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad