Los dos acusados se culpan entre sí del crimen de Josetxu

Durante la instrucción del caso y pese a permanecer en prisión provisional, nunca antes habían declarado. Ni si quiera para intentar salir a la calle con sus alegaciones. Hasta ayer. Ante el jurado que deberá decidir sobre su inocencia o culpabilidad y con testimonios llenos de contradicciones y clamorosas lagunas, ambos se acusaron mutuamente de haber acabado con la vida de José Antonio Delgado, Josetxu, informático de 54 años, vecino de Getxo, el pasado 6 de septiembre de 2019 en Pedrola (Zaragoza).

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Hedangeline, vestida con pantalón negro y chaqueta de sastre gris, se presentó con dulce acento latino como «una víctima más, como el fallecido, de Mohamed». Aseguró que él y otros dos individuos dominicanos de los que no sabe ni el nombre, la mantenían «atada con bridas» y «dormida con pastillas» en la nave-taller en la que vivían. Su compañero sentimental, Mohamed, por contra, le atribuyó a ella la planificación y autoría del asesinato, ayudada por «dos paisanos», a los que él tampoco identificó.

La pareja se enfrenta a peticiones de pena de entre 37 años de cárcel cada uno, por parte de la Fiscalía, y la prisión permanente revisable, que solicita la acusación particular, por matar, robar, secuestrar, torturar y vender después el coche de la víctima. Ambos fueron ya juzgados la semana pasada por el asalto a otro hombre, que sobrevivió, y les queda otro juicio pendiente por hechos similares perpetrados antes que el crimen de Josetxu.

La fiscal Ana Díez recordó al tribunal popular que «no se olviden de la víctima. Podía haber sido cualquiera, mi hermano, un amigo, su primo, su sobrino...». Según su relato, aquella tarde del 6 de septiembre de 2019 «le embaucaron» para que condujera su 'Mercedes' deportivo rojo desde Getxo, donde residía, hasta Luceni, a tres horas de camino, «convencido de que iba a una cita amorosa». Estefanía Rojo, la abogada bilbaína de la familia de Josetxu, recordó que «era una persona alegre, siempre con una sonrisa en la boca y pendiente de los suyos». «Su pérdida se nota demasiado», lamentó.

La representante del Ministerio público advirtió al jurado de que los acusados «tienen derecho a mentir e incluso a llorar para despertar su compasión». «No se dejen engañar. Aquí el único que no está y que no se puede defender es la víctima». La letrada Rojo pidió a los jurados que no sientan miedo, pese a la gran responsabilidad. «Es uno de los juicios en los que más pruebas de cargo he visto. No tendrán dudas».

Hedangeline, que sólo contestó a preguntas de la fiscal y de su abogado, declaró que Mohamed le había quitado «el celular» y pedido las claves de sus redes sociales y negó que contactara por Badoo con la víctima. «Me obligaron a que me quedara parada en la carretera hasta que llegó el señor», dijo. Esa fue, según afirmó, su única participación en los hechos. Cuando la fiscal le recordó que había intentado arrojar un anillo y una pulsera de la víctima por el baño tras su detención mientras la Guardia Civil registraba la nave, culpó a Mohamed de haberle dado las joyas para que se deshiciera de ellas.

Por su parte, Mohamed reconoció parcialmente haber participado en el plan para «robar todo lo que tenía al vasco», como le llamó. Y asumió que ambos habían sacado dinero de su cuenta. «Yo voy a admitir todo, pero cada uno que se coma su marrón», espetó y atribuyó el asesinato a la mujer. «Cuando mató al hombre estaba como fría, tranquila», apuntó sin desvelar cómo le había dado muerte.