
400 cenas al día para los musulmanes sin techo
Ramadán ·
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El colectivo insiste en que la pelea con navajas de Santutxu es una «excepción» que no define la «normalidad» del reparto de comidaLa cena empieza a las 19.30 horas en el espacio «autogestionado» de Karmela, en pleno corazón de Santutxu. A esa hora ya están ocupadas ... todas las plazas y hay gente esperando que se libere un hueco para poder comer. En las mesas hay repartidos 15 kilos de arroz, 230 barras de pan, 400 huevos cocidos, 25 kilos de dátiles y unos 500 litros de harira, una nutritiva sopa marroquí que no suele faltar en las comidas con las que se rompe el ayuno en Ramadán.
Mostapha Aitoukdim y una docena de voluntarios se esfuerzan desde horas antes para que a nadie le falte un plato de comida. El martes dieron de cenar a unas 350 personas, pero ha habido días en los que han rozado los 500 menús. La inmensa mayoría de los que acuden son musulmanes de diversas nacionalidades. Hay gente de Marruecos, Argelia, Mali, Mauritania... La característica común de los que acuden al centro Karmela es que «prácticamente todos viven en la calle», explica Mostapha, un licenciado en Ingeniería, que fue el primer educador marroquí de los centros de menores de Bizkaia y que en la actualidad ejerce como intérprete y coordinador de la asociación para la integración del colectivo marroquí Atansiquia.
Una patrulla de la Policía local controla el entorno del centro de Santutxu. Mostapha insiste en que, a pesar de la gran cantidad de gente que pasa por ahí, apenas ha habido problemas en las semanas en las que llevan dando comidas. Recalca que la gran mayoría de los usuarios son los primeros interesados en que todo discurra con normalidad. Por eso les duele lo que ocurrió el pasado domingo, cuando se produjo una pelea con navajas que se saldó con dos detenidos y varios heridos de escasa consideración.
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Mostapha apunta que todo empezó cuando uno de los agresores lanzó un escupitajo a uno de los voluntarios. El que inició los incidentes -explica- no se quedaba nunca a cenar y lo que hacía era recoger una pequeña bolsa con alimentos que también se reparte a las personas que tienen algún sitio para dormir. Los voluntarios insisten en que un «pequeño suceso» no pueden empañar el trabajo que realizan allí.
Uno de los últimos en llegar es Omar, un joven mauritano que apenas lleva unos meses en Bilbao. Es un chico alto y sonriente. Tiene cuatro pequeños cortes junto a los ojos que le hicieron de niño para identificarle como al resto de los miembros de su etnia. Está agradecido por la comida y contento porque, al final, después de tres meses de espera, ha conseguido una cita con los servicios sociales de base.
El martes también había colaborando menores del centro de Amorebieta, que acudieron con dos educadoras. Mostapha les insistía en que mirasen a su alrededor. Se lo decía para recordarles que deben aprovechar la oportunidad y estudiar. Porque, si no lo hacen, cuando cumplan 18 años pueden verse en la calle como muchos de los que habían ido ese día al centro.
El reparto de comida está organizado por la comunidad musulmana de Bilbao, explica Mostapha. No cuentan «con financiación pública». Lo hacen gracias a las aportaciones que consiguen de particulares y comercios. A nivel institucional, lo único que hacen es informar al Ayuntamiento para coordinarse en materia de seguridad.
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