Nadie iguala las ocho temporadas de Xavier Pascual Vives (Gavà, 1972) al frente del banquillo del Barça. Momentos, como las dos Ligas pérdidas en el Buesa Arena, no muy lejanos que forman parte el pasado. El entrenador catalán triunfa también en el extranjero y seduce ... con un discurso pausado en el que habla de que «los proyectos ya no existen». Hijo único –el abogado de Urdangarín, Mario Pascual Vives, no es su hermano–, orgulloso de «unos valores como la honestidad y el respeto» y con contrato hasta 2024, aspira a meter de nuevo en los play off de la Euroliga a un Zenit en plena fase de crecimiento.
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– ¿Infunde ahora menos respeto el Buesa Arena?
– Ni por asomo. Va a ser difícil. Sabemos bien cómo es el Baskonia, va a recuperar gente y el partido contra el Panathinaikos no refleja para nada la realidad. No tuvo jugadores y sin ellos no se puede hacer nada. Seguro que van a querer reaccionar.
– ¿Cómo se ve al Baskonia desde la distancia?
– Si me pongo a pensar en el pasado, cuando toda mi trayectoria en la Copa ha sido un equipo a batir, se hace extraño. El Baskonia es un club al que le tengo mucho respeto, lo mismo que a Neven. Para mí, tiene jugadores de muy buen nivel. Las cosas no están yendo según las expectativas generadas pero aún tiene mucho que decir en la Euroliga. Con Neven puede encontrar el camino para meterse o luchar hasta el final por los play off. Ya ha sido capaz de competir contra los mejores este año. Le ha ganado dos veces al Barcelona, un equipo prácticamente imbatible.
– ¿Se hace más complicado preparar un duelo ante un rival que depende más de la calidad individual que del colectivo?
– Son un equipo casi nuevo. Todos tenemos altibajos, así que puede ser más habitual en ellos. A mí me gustaría que se tuviera más paciencia en los clubes y entre los aficionados. Y no lo digo solo por los entrenadores. Al final, si se trabaja bien, las cosas acaban saliendo mejor, pero se necesita tiempo.
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– Pero la sensación es la contraria. Todo va más rápido y la gente espera que todo sea igual.
– Esa es la realidad. El mundo del deporte se ha convertido en inmediatez. Hace años se hablaba de proyectos. Los proyectos ya no existen. Ahora solo son una extensión del éxito. Cuando hablas de crear un nuevo proyecto, nadie tiene paciencia. Se pierden dos partidos y se cambian jugadores o entrenadores.
– ¿Cómo se vive desde dentro?
– Con naturalidad. Forma parte de nuestro trabajo actual y no lo podemos controlar. Solo puedes mentalizarte de hacerlo lo mejor posible e irte a dormir cada día sabiendo que has dado lo mejor de tí. A nosotros normalmente nos ficha el director deportivo, pero nos echa el presidente o propietario, que por lo general tiene menos conocimiento de baloncesto y se guía por los resultados. Pero es la vida que nos gusta vivir. No nos podemos quejar. Es solo la parte mala.
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– ¿Qué le hizo embarcarse en el Zenit, creado en 2014?
– En 2019 no tuve equipo. Tuve conversaciones con varios clubes, grandes medianos y pequeños, pero nada me acabó de llenar lo suficiente. Cuando destituyeron a Plaza, la gente del Zenit fue muy directa y sincera conmigo y me gustó. Visualicé un club que podía crecer con el paso del tiempo, trabajar con tranquilidad, sin interferencias en las decisiones técnicas, tácticas y de organización. De momento, nos ha ido bien. Hemos logrado que se hable más de baloncesto aquí pese a no ser ni el primer ni el segundo deporte favorito. Como club vamos creciendo y la gente nos respeta más en Europa. Falta un poco de experiencia en la organización pero cada día somos mejores que el día anterior.
– ¿Estuvo el Baskonia entre esos clubes que se interesó por su situación cuando destituyó a Perasovic?
– No quiero hablar públicamente de ninguna de esas historias.
– ¿Se puede construir en el Zenit ese ADN ganador que vivó en el Barça o el Panathinaikos?
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– Eso es lo más difícil. Crear esa mentalidad de esfuerzo, querer ganar cada día, de que todo tiene importancia, que no basta con ser profesional sino que tiene que emerger dentro de ti el tener un compromiso con el club para que realmente merezcas estar en él. Esto hay que crearlo y en Barcelona y Panathinaikos viene de serie.
– ¿Es ese gen competitivo el que permite ganar partidos sin jugar del todo bien?
– Sí y no. Esto muchas veces va relacionado con el talento, que emerge en momentos decisivos. Pero claro, esa calidad la suelen tener los equipos que a lo largo de los años se han ganado su reputación de ganadores. Yo cuando hablo del ADN del club es algo que tiene que entrar dentro de la mentalidad del vestuario y del jugador que fichas. Y para esto se necesita mucho tiempo.
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– ¿Y esa idiosincrasia se puede llegar a perder?
– Para poder ganar necesitas buenos jugadores, presupuestos, entrenador… que todo esté en la misma dirección. Ganar es una cosa y ser competitivo es otra. Si tienes el presupuesto 16 o 17 de la Euroliga, tienes muchas posibilidades de no ganar. No hay ningún entrenador que pueda ganar sin jugadores. Puedes conseguir que el rendimiento sea superior y alcances una posición mejor de la esperada, pero el ADN va más allá del resultado. Es que te merezcas estar ahí, es sentir un club pese a no tener lazos estrechos de pertenencia, es esfuerzo, mentalidad de competir siempre, cosas mucho más difíciles de lo que la teoría dice.
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– ¿De qué es lo que estaría más orgulloso el Xavi Pascual de 18 años que estudiaba ingeniería al verse ahora?
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– He evolucionado como entrenador y persona, pero mis valores no han cambiado demasiado y eso siempre es algo positivo. He demostrado una buena dosis de educación, honestidad, respeto, en la victoria y en la derrota, y eso creo que hace que la gente tenga un respeto hacia mi trayectoria.
– ¿Contento de liderar la corriente de entrenadores españoles en el extrenajero?
– No, me siento uno más. Hay muchos y muy buenos, dentro y fuera de España. No me siento mejor ni más abanderado por estar fuera.
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– De todo lo que aprendió en más de dos años de asistente con Dusko Ivanovic, ¿qué es lo que más ha aplicado?
– Es un maestro para mí. Siempre le estaré agradecido por la oportunidad de trabajar con él y para mí ha sido, es y será siempre uno de los mejores de Europa.
– ¿El estilo lo marcan los jugadores?
– El deporte de élite te enseña que lo más importante es ganar. Y para ello tienes que usar las cualidades de tus jugadores. Si tienes maratonianos, no vas a ganar los cien metros lisos. Y viceversa. En función de las características, juegas de una forma u otra. A parte de esto, está la metodología y preparación de los partidos, que ahí es donde los entrenadores podemos diferenciarnos. Más mano izquierda o menos, más directo en el trato… diferentes maneras de gestionar los grupos y la enseñanza. Pero estilo y metodología son dos cosas diferentes que a veces se confunden.
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– ¿Hay que tratar a todos los baloncestistas por igual?
– Hay normas en las que tiene que estar dentro todo el mundo y no saltárselas, pero luego cada persona necesita un trato diferente. Por eso, es indispensable conocer a los jugadores para saber cómo intervenir en cada momento. Las personas tienen que estar equilibradas para poder darte el mejor rendimiento.
– ¿Por eso con Mike James tuvo una buena relación?
– Y la seguimos teniendo. Tuvimos nuestras cosas también, como con muchos otros jugadores. Cosas que quedan dentro. Hay que exigir cosas comunes a todo el mundo, pero también comprender a las personas y cómo animarlas a competir bien.
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– En Vitoria funcionó, pero con muchos enfados con Perasovic.
– Los chicos maduran. A veces ponemos etiquetas a los jóvenes cuando aún tienen mucho recorrido. Pensamos que cuando con 22 años han contestado a un entrenador ya son malas personas. Corremos mucho también con esto. Las personas evolucionamos, cambiamos con el tiempo porque tenemos más aplomo. Hay una base, con un carácter menos controlable, pero ellos también cambian y aprenden de sus errores, como todas las personas.
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