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Los jugadores del Baskonia ya sienten el picor que genera el jugarse un título en tres días. Esta noche saltan al parqué del Olimpic con la misión de alargar la estancia en Badalona hasta el domingo. Con la esperanza de que las molestias físicas de ... Howard y Hommes no vuelvan a reproducirse y la certeza de contar con dos timoneles en plena forma. Los estiletes de la trepidante victoria azulgrana en Málaga, en un ensayo legítimo de lo que le espera en su arduo camino hacia su séptimo título de Copa.
Darius Thompson y Max Heidegger son los dueños del juego que Peñarroya orquesta desde la banda. «Nosotros somos los entrenadores sobre la cancha», asumen casi de forma simultánea. Llevan poco más de dos semanas cambiándose en el mismo vestuario, pero basta unos minutos de conversación con ambos para saber que han conectado de primeras. Hasta lucen un apósito en la mano derecha. «Es para ir a juego. Nada grave», bromea el base israelí, logrando sacar una sonrisa a su impertérrito compañero.
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Su labor desde esta noche será «tener a todo el mundo involucrado». «Tratamos de generar tiros fáciles para el equipo para que ellos anoten». Thompson se ruboriza al escuchar que también tiene capacidad para meter canastas. «Prefiero pasar. Lo amo desde que era un niño. El 'alley oop' con el pívot es mi jugada favorita». Para Heidegger no hay distinciones. «Meter un triple como los del otro día está muy bien». Pero el base llegado en verano del Lokomotiv Kuban alza los hombros y guarda silencio.
Ante un más que previsible partido igualado, ninguno desvela sus cartas. «Hay que hacer la jugada correcta». «Claro, si tengo oportunidad de anotar, penetrar, doblar el balón, eso se sabe en el momento...», añade Heidegger, que siempre completa las respuestas del jugador del que parte por detrás en la rotación. Ambos esquivan con rapidez las cuestiones referidas a alzar la séptima Copa azulgrana. «Mejor ir día a día». Lo contrario sería faltar el respeto a un Joventut liderado por Tomic, pero en el que los jugadores azulgranas también resaltan la importancia de Andrés Feliz y Guillem Vives. «Son buenos jugadores y vitales en el equipo. Feliz mejor en ataque y Vives para apretar en defensa». «¿Así que a mí me tocará Vives?», se pregunta Heidegger, que reconoce que no les ha visto jugar pero que el cuerpo técnico ya le ha mostrado que «hacen un gran trabajo».
Mientras la plantilla de la Penya al completo optó por darse un baño de masas y presenciar desde el fondo opuesto a la tribuna de prensa los dos primeros cruces de cuartos, los baskonistas velaban armas en el hotel La Marina. Se espera que mil espectadores desplazados desde Vitoria jaleen a la escuadra alavesa. «A ellos también tenemos que involucrarles en el juego. Pueden ser importantes», coinciden los bases, ambos poseedores de un pasaporte de un país que no les vio nacer. En el caso del director de juego titular, por cuestiones maritales. Su mujer es italiana, la que considera su casa y le anima a aprender castellano. «No descarto jugar de 'azzurro' en el futuro», dice. Por su parte, el recién llegado cuenta con la nacionalidad estadounidense, austriaca (por su padre) e israelí (por su madre), aunque reconoce que solo domina el inglés. «Puedo entender algo, también alemán, pero no logro hablarlo». Gracias a ello pueden jugar de forma simultánea al resto de estadounidenses y no les preocupa formar parte de la nómina de candidatos al descarte que Peñarroya deberá comunicar antes de las 14.00 horas. Solo les inquieta la peor sensación que les acecha sobre la cancha. «Cuando no logras controlar los altibajos del equipo».
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