Como en las malas películas, en unos pocos minutos se podía adivinar el desenlace final del choque que presenciamos anteayer en el Buesa Arena. Apenas habían transcurrido dos minutos y el Baskonia no había conseguido anotar un solo punto. A Markus Howard se le había ... ocurrido tirar dos castañas seguidas mientras Valencia anotaba y comenzaba a abrir brecha en el marcador. Una mirada al 'careto' de Dusko Ivanovic anunciaba que aquello podía terminar mal. El Valencia Basket tiene personalidad propia de la mano de Álex Mumbrú. Además, ha conformado una plantilla de afroamericanos fuertes como robles, que salen a defender al máximo desde el primer hasta el último minuto de partido. Podría decirse que son los continuadores del As Mónaco de pasadas temporadas.
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Los jugadores del Baskonia, como grupo, son capaces de grandes gestas siempre que su estado de ánimo sea vibrante. Por contra, son poca cosa cuando la frialdad se apodera de su estado de ánimo. Días así de desdibujados pueden ocurrir en una larga competición, por tanto no conviene dramatizar por muy dolorosa que sea la derrota. El resultado tiene una repercusión: la pérdida de posición en la tabla clasificatoria final frente a los valencianos en caso de empate. Se pierde el 'average' particular respecto a los taronjas, aunque también es cierto que queda mucha tela que cortar hasta el reparto de plazas de play off y play in.
Como casi siempre, solo Tadas Sedekerskis dio el nivel necesario. Quizás Chima Moneke lo intentó, pero no fue suficiente. Lo que pasó es que el Baskonia inició el partido tarde, sin la concentración necesaria. En algunos encuentros ocurre así, no suele ser importante cuando los dos equipos aceptan ese ritmo en los primeros minutos, ocurre en todos los partidos de la NBA. Sin embargo, el Valencia no lo permitió y se puso el traje de faena desde el primer minuto. Los baskonistas se vieron sorprendidos, se molestaron y bajaron los brazos hasta llegar al final con la ridícula anotación de 62 puntos.
Un accidente, la pérdida de una oportunidad de futuro, la tensión semanal consecuencia del ridículo, la decepción de los aficionados, el quebranto que supone para el entrenador... El fracasado día pasará. Buscando entre sus responsabilidades, lo que no puede olvidar el club es que esta circunstancia es consecuencia de la cortedad de la plantilla. Y por encima de todo, una vez leídas las declaraciones del director deportivo respecto a Khalifa Diop, sería recomendable buscar una solución sobre el caso del tan anhelado jugador grande que arme el equipo.
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