juanjo brizuela
Martes, 23 de febrero 2016, 00:01
Tendría claro que todos los años se debería celebrar en una ciudad donde se pueda generar una atmósfera especial. Desde la distancia, A Coruña ha ayudado a que durante 4 días el «ambiente del baloncesto» se exprese en toda su dimensión. El basket tiene ... algo especial y diferente, una rivalidad patente en cada uno de sus encuentros pero donde si la gente quiere pasárselo bien, tiene un espectáculo garantizado. La Copa ACB es sin duda el mejor producto que tiene el baloncesto español, mucho mejor que la propia Liga Endesa y que la propia selección nacional. Muchos ingredientes para cuatro días llenos de basket: partidos, rivalidad, fiesta, calle, Minicopa, trato mediático, actividades extra, Fan Zone, la carpa del Laboral Kutxa Baskonia.
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Porque si el baloncesto dependiera de la Copa debería facilitar cada año año un mínimo de 2.000 entradas para la hinchada del Baskonia, una afición gracias en parte a la cual se ha propiciado que la Copa sea lo que es en la actualidad. Porque cuando el Baskonia juega lo hacen más de 12 jugadores en el campo. Porque el bendito color azulgrana se vuelve hegemónico y porque cuando el Baskonia no juega, el basket también se convierte en un espectáculo que va de la cancha a la grada y de la grada a la cancha.
Ese enorme espectáculo estuvo a punto de durar un día más para los baskonistas. Laboral Kutxa Baskonia llegaba a A Coruña como un equipo que estaba en la lista de favoritos. Merecidamente. El factor emocional hizo además que esta Copa fuera un #HemenGaude en toda regla después de la ausencia del año pasado y esto levantó el ánimo tanto a la gente de Vitoria-Gasteiz como a gran parte del basket nacional: «Vuelve el Baskonia», se oía. Aunque en realidad no vimos al Baskonia de estos últimos meses.
Independientemente de los resultados, el Baskonia no estuvo cómodo en ninguno de los dos partidos. Podríamos recurrir al tópico de que es la Copa, pero esta versión del Baskonia dejó algunas lagunas que han estado bien cubiertas en otros partidos de la temporada. El ritmo no fue el mismo, fue desigual y en momentos a merced del equipo contrario que, claro, también juega. Pero el ritmo es una seña de identidad de este equipo. Y cuando no es dueño de él, sufre. Y sufrió.
Lección 1. Esfuerzo hasta el final
La lección aprendida del viernes frente a Obradoiro, la del esfuerzo hasta los últimos segundos, la de jugar cada posesión como si fuera la última tanto en defensa como en ataque, la del esfuerzo generoso sin par, fue de esas lecciones que posiblemente queden marcadas para lo que queda de temporada. Este equipo necesita estar siempre al 110% porque en el momento que no lo haga, sufre. Adams y James son los estandartes de esta seña de identidad y posiblemente en ellos se haya hecho más patente que el Baskonia no ha sido el que nos tenía acostumbrados. A rachas, con destellos puntuales (algunos extraordinarios, por cierto), pero también con bajones evidentes, nos muestran que su rol en este equipo es más importante del que creíamos y por tanto, se les necesita y mucho.
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Hanga, Causeur y Bourousis han mantenido el tipo pero han sido más dependientes de lo que estamos acostumbrados y eso el equipo lo ha notado, incluso su cansancio y escasa rotación en algunos momentos de los dos partidos. ¿Por qué? Porque quizá la asunción de responsabilidad haya sido más evidente que en otros momentos de la temporada, pero también porque otra de las señas de identidad de este equipo es que cualquier jugador del Baskonia se muestra peligroso y, en ello, el supuesto Plan B, no ha estado al nivel habitual: James, Blazic, Bertans, Diop y Tillie han estado por debajo y eso el equipo lo ha sentido. Señal de que se les necesita. Seguramente se ha echado en falta el puesto de 4 más y mejor cubierto: un Bertans un poco más en forma, un Tillie con más continuidad en el juego e incluso en algunos casos a un Diop con más minutos. Además la baja de Shengelia nos hizo tanto daño como el dolor del menisco de su dañada rodilla.
A pesar de todo ello, Laboral Kutxa Baskonia ha vuelto a estar escasamente a una posesión de la final de la Copa. Eso dice mucho de este equipo y es quizá el argumento aprendido más importante de esta Copa. Aunque pueda tener lagunas, la ambición individual de cada jugador hace que contagie al resto del grupo y es entonces cuando el equipo se rearma: un rebote más, una línea de pase más agresiva, un pase más, una salida en ataque más. Eso hizo garantizar el triunfo ante el Obradoiro y eso hizo estar hasta el final contra el Real Madrid. Pero sin duda, mantenerse fiel a su identidad de juego basada en un ritmo alto, donde la defensa sea el recurso energético que permita al equipo disfrutar en campo abierto y acertar en los tiros liberados es lo que más se ha echado en falta en estos dos días de competición.
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Dos detalles más de esta 80º edición de la Copa del Rey ACB. El Real Madrid suma un título más fruto de un equipo que ha vuelto a demostrar que quizá estaba transitando un recorrido para llegar en condiciones de máxima competitividad a esta Copa, hasta alzarse con el título, a pesar de que los resultados le estaban siendo tan adversos que mostraba dudas de su rendimiento. El juego físico de sus interiores, con Chapu, Reyes, Lima, Hernangómez y Ayón ha asegurado que Llull, Chacho Rodriguez y Carroll puedan disfrutar más de su juego. Y otro título de Pablo Laso. Al contrario, las derrotas del Valencia Basket y del FC Barcelona han vuelto a recuperar la pasión por este torneo y hacen saltar un tanto las alarmas competitiva en ambas entidades. Finalmente, el aplauso merecido a un Herbalife Gran Canaria que año tras año sigue dando pequeños pasos en su progresión como proyecto de club, de la mano de un extraordinario Aíto García Reneses que ha conseguido un grupo que está convencido de sus virtudes y que es capaz de maniatar las del rival.
Esto no para. Hoy un nuevo entrenamiento, una nueva semana de partidos y la competición continúa y de qué manera para el Laboral Kutxa Baskonia. Si el baloncesto dependiera de la Copa, tiene ahora un enorme reto delante que es el Top 8 de la Euroliga y en el que los vitorianos, quién lo iba a decir, dependen de sí mismos. Seguro que estas lecciones de la Copa servirán para los próximos partidos. Ahora sólo queda asentar la identidad del juego y hacer que la suma de cada jugador y la ambición nos permita llegar allá donde sea posible.
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