El niño prodigio que eleva la exigencia en Milán

Su baloncesto sorprende. En los calentamientos pasa inadvertido. No se adorna ni hace exquisiteces. Tampoco las necesita ni se detiene en ello. A los entrenadores les seduce con su lectura de juego, tanto desde el poste bajo como en la bombilla. Desde allí irrumpe con una fantástica habilidad para cargar el rebote pese a no ser ni él más alto ni el más fuerte. Y para rematar, es propietario de una muñeca de seda con la que acostumbra a desembocar el balón con dulzura en el aro, con preferencia a estar ligeramente escorado de las posición central de la línea exterior. 42% en triples en sus últimas cuatro campañas en la Euroliga; 4 de 4 en su debut en la NBA firmó el jugador italiano, pero con nacionalidad estadounidense también.

No por sus dos últimas temporadas en la la mejor liga del mundo, sino por la procedencia materna. Julie Vollertsen era una jugadora profesional de voleibol que obtuvo la plata olímpica en Los Ángeles 84, la primera presea en este deporte para los norteamericanos. Pero es Italia el país que siempre ha sido y se mantiene como la referencia del voley, a donde se mudó tras el final de los Juegos. A los pocos meses le entrevistó en la televisión Leonardo Melli, que alternaba su oficio con el de abogado y el hobby del baloncesto. Y el resto, ya se lo imaginan. Aunque Melli estuvo a punto de decantarse por pegar brincos por encima de la red.

Le ayudó que en su Reggio Emilia natal, tierra de canastas, apenas había opciones para los chicos que querían jugar al voleibol. Aunque no tardó en demostrar sus dotes para jugar al baloncesto eran netamente superiores a las de su padre. Mientras jugaban en las categorías inferiores del club de su ciudad, una epidemia de gripe en el primer equipo propició su convocatoria y posterior debut con 13 años en la Serie A. Un niño prodigio que dos años más tarde sería el MVP del prestigioso 'Jordan Classic Camp'. Su manera de jugar ya era adulta pero bisoña.

«Hablemos de ruina y espina», canta Vetusta Morla. De quien en plena adolescencia tiene que frenar su progresión, su vida, por una rotura del ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda. Pánico, polvo y herida. Lo olvidadizo del deporte actual. Lo difícil que es volver. Retomar una historia en el punto que lo dejaste. El interior italiano lo hizo con 18 años. Milán no podía desperdiciar semejante talento y fortaleza mental.

Firma por cinco temporadas, con una cesión al Pesaro y escasos minutos en el Armani Jeans. Hasta que en 2015 aparecería Andrea trinchieri desde la coqueta ciudad alemana de Bamberg para reclutarle para un Brose con Theis, Wanamaker, Strelnieks, Darius Miller... y relanzar su carrera. Despuntó tanto en la Bundesliga como en la Euroliga y recibió la llamada de Zeljko Obradovic para acudir a su proyecto del Fenerbahce. Rechazó ofertas de Utah, Atlanta y Brooklyn. Quería ganar la Euroliga.

La rozó en 2018. Firmó 28 puntos y 6 rebotes en la final de la Final Four de Belgrado, pero el destino le tenía reservado el título y el MVP a Doncic en su último partido en Europa. Insistió otro año y no encontró premio en Vitoria ante un excelso Larkin.

Se fue Obradovic y se fue Melli. Los Pelicans le garantizaron 8 millones en dos temporadas. Tuvo un buen arranque pero no se sintió importante. Tampoco en los últimos meses, traspasado a Dallas, donde Doncic alabó su juego y conectaron muy bien en los escasos minutos que compartieron en pista. Con 30 años y 105 partidos en la NBA a sus espaldas, regresa a la Euroliga con la misma fijación por la que se atrevió a rechazar a a la mejor liga del mundo. El Milán prescindió de Zach LeDay, uno de sus mejores jugadores, para hacerle un hueco en busca de mejorar su tercer puesto del año pasado. La franquicia de Giorgio Armani (33 años desde su último título continental) y el rubio de ojos claros tienen una anhelo común que esperan resolver el 29 de mayo de 2022 en Berlín.