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Tres lesionados, uno de ellos (Sedekerskis), capitular. Dos que venían contando poco para el entrenador (Jaramaz y Savkov). Uno que cruza los dedos de los pies para no recaer en el esguince de tobillo (Hall). Y otro que viajó entre semana a Francia para asistir ... al nacimiento de su hija (Luwawu-Cabarrot), a la que regaló una muestra de su enorme clase sobre el parqué. Enfrente, el formidable y larguísimo plantel del Barça, autor hasta la fecha de un baloncesto armónico que sólo contaba la derrota en su duelo inaugural europeo con el Zalgiris. Parecía que no existía modo de que la visita al Palau acabara bien y, sin embargo, el Baskonia del sello 'Pablo Laso' cuajó la mejor tortilla de patata alavesa.
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Mucho mérito el de un conjunto capaz de reponerse, nada menos que en la casa del ogro, tras su apagón eléctrico en Villeurbanne a última hora. El premio justo a su dominio ante el Barça, la valentía, el compromiso atrás frente a tantos peligros, la renuncia a las especulaciones y las alianzas tejidas por tantos hombres en favor de la causa azulgrana. Claro que cabe rotular los diplomas de honor con los apellidos de Luwawu-Cabarrot, un alero que supura talento; del descarado Ndiaye enarbolando el letrero del 'cuatro' hasta cederle la plaza al siempre centrifugador Moneke; y de Hall más Ndiaye, que sumaron entre ambos lo que se espera de un 'cinco'. Incluso de Howard, quien padece la jauría de cancerberos enemigos, hasta clavar el dardo que creíamos de la rúbrica. Pura apariencia ante la sucesión azulgrana de tiros libres errados que encerraron el corazón de la hinchada en la angostura de un puño.
Si ya el triunfo coral representa un motivo de fiesta mayor –Real Madrid y Barcelona sometidos en el breve intervalo de cinco días–, de qué tamaño es el gozo al contemplar la evolución de Forrest. El base de cuestionables dotes para el reparto de juego que había cuajado algún partido muy malo firmó en el Palau un segundo tiempo memorable. Sin duda, uno de los factores diferenciales en el primer enfrentamiento de Joan Peñarroya con el Baskonia a diez días de cumplir el aniversario de su despido.
El 'uno' de mando bajo sospecha, el que no conocía otro baloncesto que el americano, va tomando cuerpo a los ojos de un técnico que cree en él. Ante el hasta ayer rival invicto dentro de la ACB ejerció de hombre-orquesta. Concentrado atrás salvo en la bandeja final que erró Punter, Forrest revalidó la tendencia del club hacia los bases muy físicos. Un puñal en las penetraciones sin importarle que trataran de contenerle grandes o pequeños. Pura verticalidad que genera réditos.
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