Barça 89-93 Baskonia

Brujería baskonista en el Palau

Porque hubo baloncesto del bueno y emociones extremas para otro final al filo del abismo en el que, por momentos, en ciertas acciones, parecía funcionar la mano invisible de la hechicería. Que la línea de tiros libres se convirtiera en poco menos que una silla eléctrica para los baskonistas parecía cosa de sortilegio lanzado desde las filas blaugranas. Moneke erró uno de sus dos intentos a poco más de un minuto para el final como antesala de un triple de Kevin Punter con el que el choque se sumergía en el último minuto con un 87-89. Una penetración fulminante de Forrest desde el flanco derecho mantenía las opciones baskonistas antes de que la locura se precipitara.

De nuevo, la línea de 4,60 como límite entre la luz y las tinieblas, con Punter infalible en sus dos intentos y Donta Hall negado en sus dos posteriores lanzamientos desde la misma distancia. Puro mal de ojo para los supersticiosos. Quedaban 26 segundos para la conclusión, con un 89-91 a favor de los alaveses pero con la posesión del lado catalán. Dinamitador ante el Mónaco en el arranque de la semana y héroe en el infierno de Belgrado, Hunter era el elegido para dictar sentencia. Era un 'mano a mano' con Trent Forrest al que el anotador del Bronx superó tras descartar la opción del triple. La zona se abría con la única oposición de una ayuda defensiva de Jaramaz que llegaba tarde. Parecía una bandeja fácil para semejante 'killer' pero el aro baskonista se cerró. Cosa de brujería. El balón cayó el manos de Cabarrot, que cobró una falta tras la que volvió a la línea de tiros libres con cuatro segundos para la bocina final. Ya no hubo encantamiento que impidiera al alero francés anotar sus dos intentos. Quizás el blindaje de su recién estrenada paternidad ayudara.

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Había que frotarse los ojos mientras se recuperaban las pulsaciones para comenzar a digerir lo acontecido en el Palau blaugrana. El Baskonia obró una victoria mágica, ese tipo de golpes de efecto que aportan un asterisco a la autoestima de un grupo combativo y crecido ante la adversidad. Sin tres aleros, Sedekerskis, Rogkavopoulos y Raieste, y obligado a descartar a Kamar Baldwin para cuadrar la pareja de extracomunitarios, Pablo Laso logró encontrar la fórmula para repartir esfuerzos dentro de una piña reducida de jugadores con la que no solo se batió a un Barcelona gigantesco. A diferencia de anteriores encuentros, esta vez sí se dominó el partido frente a un rival que quizás también pagó el peaje del esfuerzo de la semana doble de Euroliga. En el reparto de méritos, emergió la figura de un Trent Forrest vertical e incansable, con un despliegue físico a ambos lados de la cancha que lo convirtió en el héroe del Palau. El gran director de una batalla resuelta con una victoria coral, labrada en el dominio interior encarnada en la superioridad reboteadora de Hall y Diop, con Moneke de nuevo en su línea de excelencia y el carácter multiusos de Luwawu-Cabarrot. A falta de salud, el Baskonia apuntaló un triunfo de los que marcan el carácter.