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Las distancias presupuestarias puede que sean muy marcadas, pero el Baskonia vive un presente en el que se ha ganado el derecho a mirar a la cara a un gigante como el CSKA sin bajarle la mirada. Así se espera que lo haga este ... viernes, cuando el poder moscovita visite el Buesa Arena por decimosexta vez en la Euroliga. Aquel triunfo ruso por 73-83 el 20 de marzo de 2002 ante un TAU Cerámica resacoso tras haber alzado unos días antes su tercera Copa del Rey sería el inicio de una saga apasionante de enfrentamientos entre ambos. En el coliseo azulgrana, el dominio ruso es patente, con diez victorias y cinco derrotas registradas. En Vitoria también murieron las tres eliminatorias de ‘play off’ disputadas por los dos, todas resueltas a favor del CSKA con más de un capítulo notorio de polémica arbitral. La máquina inmisericorde en sus versiones mutantes a lo largo de los últimos quince años con un Baskonia casi siempre dispuesto a la batalla, consciente de que no hay mejor noche para exprimir la épica que aquella en la que el coloso ruso llama a la puerta del Buesa Arena.
De alguna forma, la progresión deportiva del CSKA, que se alimenta de inversiones millonarias, contrasta con el legado histórico de un club que, durante décadas, fue símbolo del poder soviético, aferrado a los principios de disciplina y severa austeridad del ejército ruso. El caso es que aquella versión espartana también pasó en su momento por Vitoria para protagonizar una suerte de prólogo arcaico al serial que este viernes escribirá un nuevo capítulo en el lujoso escenario de la Euroliga.
El 17 de septiembre de 1987, un CSKA de enunciado eslavo en todos y cada uno de los apellidos de sus jugadores se midió al Taugrés en un duelo amistoso que tuvo lugar en el polideportivo de Mendizorroza. Hasta 3.000 espectadores llenaron las gradas para el choque que servía de presentación del Baskonia pocos días antes de que arrancara de forma oficial la temporada 1987-88.
En el banquillo azulgrana, Manu Moreno daba forma a un equipo con David Lawrence y Larry Micheaux como pareja de estadounidenses y puntales de la talla de Pablo Laso, Josean Querejeta, Alberto Ortega, Fede Ramiro, Félix de la Fuente y Juanjo Urdiain. El vitoriano era entonces un modesto que estrenaba el patrocinio con Taulell tras las negociaciones mantenidas por el entonces presidente, José Antonio Santamaría, con la firma cerámica castellonense. Aquel acuerdo había permitido al Baskonia medirse durante la pretemporada con otro poderoso como el Cibona, comandado por Drazen Petrovic en Alcora, en pleno ‘territorio Taulell’. El equipo vitoriano cayó con honra ante los croatas (89-99) a primeros de aquel septiembre.
Dos semanas después le tocaba plantar cara a todo un CSKA. Aquella versión del equipo soviético ya no tenía a Aleksander Gomelsky al mando, centrado en su labor con el equipo nacional. El técnico Jurij Selikhov gobernaba una plantilla que había registrado la ‘deserción’ de Valery Tikhonenko, pero que mantenía a Sergei Tarakanov y Viktor Pankrashkin como capitanes generales. Tuvo que quedarse en Moscú Vladimir Tkatchenko debido a la desviación de un disco de su ya entonces castigada columna vertebral, el sostén de sus 220 centímetros de altura. Soldados acreditados como Vladimir Gorin o Sergey Popov completaban el plantel junto a jóvenes con futuro como Dimitri Minaiev o Valery Goborov. Entre estos últimos, un ala-pívot de 23 años que parecía romper los esquemas clásicos del baloncesto ruso, Aleksander Volkov.
La ausencia por lesión de Vladimir Tkatchenko en aquel amistoso disputado en el polideportivo de Mendizorroza apenas hizo disminuir la sensación de insultante superioridad física que transmitían el resto de las ‘torres’ sanas del CSKA de Moscú. En realidad, en las filas baskonistas ni David Lawrence, que con el andar de las semanas se convertiría en una de las decepciones de la temporada, ni Larry Micheaux pudieron ser protagonistas ante ‘cincos’ intimidadores como Valery Goborov o Viktor Panskrashkin.
A ambos jugadores les une un destino trágico. Dos vidas truncadas de manera imprevista que, de alguna forma, retrataron la época de decadencia del baloncesto soviético, que se precipitaría pocos años después al calor de los hechos históricos que agitaron Europa y que terminarían con la caída del muro de Berlín y la desmembración de la Unión Soviética. En la época en que visitó Vitoria, Goborov era uno de los jugadores de mayor proyección, comparado con un Arvydas Sabonis entonces ya consagrado como estrella. El interior ucraniano perdió la vida el 7 de septiembre de 1989, a los 23 años de edad, después de que su coche se estrellara contra un pilar del túnel de la moscovita avenida Lenin.
Por su parte, Panskrashkin fue el símbolo funesto de toda una generación de grandes jugadores que debieron amoldarse a los nuevos tiempos sin que su gloria pasada les reportara soporte económico alguno para vivir. El gigante murió retirado y solo en su domicilio el 24 de julio de 1993 víctima de la tuberculosis. Tenía únicamente 35 años.
Aquel joven ucraniano sería uno de tantos en forzar el deshielo de la guerra fría con su salto a la NBA para militar en los Atlanta Hawks. Sin embargo, en su paso por Vitoria fue uno más dentro de una plantilla que no perdió la ocasión de visitar un almacén de ropa deportiva para hacerse con alguna pieza imposible de encontrar en Moscú.
El CSKA era por aquel entonces un equipo sumido en las dudas. Acumulaba tres temporadas sin lograr el título de la Liga soviética, superado por el potencial del Zalgiris de Arvydas Sabonis. Sin embargo, seguía siendo un plantel de primera línea continental. Dos meses antes de su visita a Vitoria, parte de su plantel había engrosado la selección soviética que se vio sorprendida en la final del Europeo de Atenas por la Grecia de Nikos Galis, pero que en el siguiente verano lograría el oro olímpico en Seúl tras un formidable choque contra Yugoslavia.
En el duelo amistoso que trajo al CSKA por primera vez a Vitoria, todos los pronósticos se cumplieron a rajatabla, sin apenas opción a la sorpresa. El Baskonia se vino arriba de inicio con un parcial inicial de 12-2 espoleado por el buen hacer de Alberto Ortega. La entrada en cancha de Tarakanov devolvió el choque a marcadores más lógicos, aunque los azulgranas aguantaron en igualdad hasta el descanso (46-48).
A partir de ahí, la maquinaria moscovita se aplicó con saña en una segunda mitad en la que borró del mapa a los vitorianos para cerrar el duelo con un abultado 77-115 con 19 puntos de Tarakanov y 22 de Gobonov. En las filas azulgranas, Ortega logró 23 puntos y Micheaux 16. El CSKA seguiría con su gira por España y no volvería a Vitoria hasta quince años después, ya en competición oficial.
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