Ander Herrera y Dani García lamentan uno de los goles de la Real Sociedad

Real Sociedad 3-0 Athletic

El Athletic paga cara su debilidad en las dos áreas

El equipo de Valverde ve truncada su buena racha con una clara derrota en Anoeta, donde se condenó por su falta de eficacia en ataque y sus fallos en defensa

Sábado, 30 de septiembre 2023

Suelen decir los entrenadores, de forma que todo el mundo tenga muy claro la dificultad de su trabajo y el mérito de sus jugadores, que no es nada fácil ganar partidos en la Liga. Y es cierto. La frase, sin embargo, se podría enunciar en ... otro sentido: destacando lo fácil que es también perder partidos. Al Athletic, por ejemplo, le bastaron tres errores en defensa y otros tres en ataque para hundirse en Anoeta y contemplar como la Real, mucho más contundente en las dos áreas, acababa paseándose en el derbi. El golpe fue duro para los rojiblancos, que vieron interrumpida su buena racha justo en el escenario donde las derrotas se hacen más dolorosas. Y no sólo eso. La debilidad en su retaguardia, que ya comenzó a apreciarse ante el Getafe, se reveló este sábado como un problema inquietante.

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Real Sociedad

Remiro, Tierney (Aihen, m.24), Le Normand (Pacheco, m.61), Traoré, Zubeldia, Merino (Turrientes m.80), Zubimendi, Barrenetxea (Oyarzabal m.61), Kubo, Brais, Sadiq (A.Silva, m.60)

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Athletic

Simón, Yuri, De Marcos, Yeray, Vivian (Paredes, m.74), Herrera (Prados, m.71), Nico (Berenguer, m.63), Muniain (Raúl García, m.71), D. García, Williams, Guruzeta (Villalibre, m.45)

  • Goles. 1-0. M. 29. Le Normand; 2-0. M. 48. Kubo; 3-0. M. 65. Oyarzabal

No fue la noche del Athletic, donde pocos jugadores se salvaron de la quema. Quizá solo Iñaki Williams, aunque falló dos grandes ocasiones que pudieron cambiar la suerte del derbi. Y no fue la noche de Valverde, que asumió un riesgo excesivo con la elección de un centro del campo sospechoso no ya por su elevada media de edad sino por su escaso rodaje. En las siete jornadas anteriores, Dani García sólo había disputado un puñado de minutos, Herrera apenas había contado hasta la lesión de Ruiz de Galarreta y Muniain cada vez jugaba menos. Ante el Getafe, apenas cinco minutos y con todo decidido. No parecía, en fin, la mejor manera de ganarle el pulso a la potente línea medular txuriurdin compuesta por Zubimendi, Merino y Brais. Y así se acabó demostrando.

Nunca hay que esperar que el fútbol brille en los derbis, partidos que se cuecen sobre todo con el vapor sentimental. De manera que el público de Anoeta asistió desde los primeros minutos a un partido intenso, de disputas enconadas, en el que los dos equipos se anulaban el uno al otro en la mayoría de las ocasiones. A la Real le incomodaba la presión alta del Athletic y su buen trabajo de zapa para cerrar bien las bandas e intentar desactivar todo lo posible las fuentes de luz del centro del campo rival. El problema de los rojiblancos es que ese buen trabajo no iba acompañado de una mínima continuidad en sus despliegues en ataque. Los pupilos de Imanol apenas sufrían en las cercanías de su área, ya que el Athletic no encontraba caminos ni por dentro ni por la bandas.

Se podía hablar, en fin, de una cierta igualdad cuya consecuencia más evidente era que Unai Simón y Remiro apenas tenían deberes. Dicho así, al Athletic no parecían irle mal las cosas. Sin embargo, era una falsa impresión. El equipo de Valverde acaba siendo débil cuando se concentra con fe de carbonero en picar piedra y se olvida de hilar fino con el balón. O más que olvidarse, es incapaz de hacerlo en condiciones. En esos casos, suele meterse en problemas de un modo u otro. Y así ocurrió justo a la media hora, cuando, tras un saque de falta, un mal despeje y un rebote desafortunado en el cuerpo de Berchiche permitieron a Le Normand abrir el marcador con una volea a quemarropa.

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El Athletic reaccionó con carácter. A Guruzeta se le fue alto un remate de cabeza desde el borde del área y Nico Williams, casi desaparecido hasta entonces, comenzó a hacer daño por su banda.

Dos jugadas clave

En el minuto 34, un magnífico centro suyo no pudo aprovecharlo su hermano, que llegando en carrera golpeó muy mal un balón de oro a dos metros de la portería. Esta jugada acabó siendo premonitoria: el Athletic iba a tener un día negado frente a la portería rival. Todo lo contrario que la Real, un equipo al que le cuesta hacer gol pero que este sábado fue un reloj suizo en sus llegadas.

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El partido se decidió tras el descanso con una demostración sangrante de la diferencia de eficacia de los dos equipos. El Athletic, con Villalibre en el campo en lugar de un desafortunado Guruzeta, estuvo cerca de empatar en el minuto 47. Merino falló y el balón le quedó muy franco a Iñaki Williams dentro del área, pero su remate se le marchó fuera por poco. Pues bien, justo en la jugada siguiente, un gran pase de Brais desde la izquierda que Sadiq dejó pasar le permitió a Take Kubo firmar el 2-0. El desajuste defensivo de los rojiblancos fue grave. Preocupante. Y, por cierto, la celebración que se inventó el jugador japonés fue como para mandarlo un mes a un monasterio sintoísta para que haga ayuno y penitencia.

El equipo de Valverde no se recuperó de ese mazazo. Quizá lo hubiera hecho si Muniain, muy bien asistido por Iñaki Williams, hubiera acortado distancias en el minuto 53. Sin embargo, su remate, malo y flojo, lo desvió Remiro. No tuvo su día el capitán rojiblanco. Lleva tiempo sin tenerlo y su protagonismo en el juego decae a ojos vista. A día de hoy, se antoja casi imposible que pueda hacer olvidar a Sancet cuando tiene el encargo de sustituirle.

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Un nuevo error defensivo pasada la hora de juego supuso el 3-0, obra de Oyarzabal, al que Imanol le había dado descanso y no apareció hasta la segunda parte. El capitán txuriurdin recibió un regalo de Zubimendi, Unai Simón dudó en la salida y acabó viendo cómo su compañero de selección le driblaba con mucha clase. Y se acabó. El resto del partido se jugó a beneficio de inventario. Y fue una pena que en ese inventario no figurase un gol de la honrilla que, en el minuto 80, pudo marcar de volea Beñat Prados. No hubiera servido de nada, pero hubiese sido bonito.

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