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En la entrevista que nos concedió para el suplemento con el que conmemoramos sus 75 años, José Ángel Iribar dijo que había que huir de los pesimistas como de la peste. La verdad es que, al escucharle, no pude dejar de sentirme un poco aludido; al menos lo suficiente como para hacer propósito de enmienda y empezar a buscar la más mínima razón que me permitiera ser optimista respecto al Athletic de Ziganda. Cualquier cosa, vaya, antes de que Iribar quiera huir de mí. La búsqueda está siendo muy ardua. Hay días en los que se antoja una misión imposible y te vienes abajo, como el sábado pasado tras lo visto en el Sánchez Pizjuán. Y hay muchos momentos de debilidad, períodos más o menos largos de flaqueza en los que uno echa de menos un poco de ayuda. He llegado a desear la colaboración de un perro adiestrado, un sabueso al que darle a oler una camiseta del Athletic firmada por Txetxu Rojo y te encuentre, por ejemplo, a un hincha rojiblanco que vaya por ahí mostrando orgulloso las entradas que ya tiene reservadas para la final de la Europa League en Lyon.
Todavía no he dado con un tesoro semejante, pero ayer, en una de esas conversaciones de móvil que uno oye en el Metro aunque no quiera, hice un buen hallazgo. Recordando cómo había eliminado el Real Madrid al PSG y valorando la evidencia de que el equipo de Zidane es uno en la Liga y otro muy diferente en la Champions, un chaval se mostró convencido de que el Athletic también podría vivir esa metamorfosis y darnos una alegría en Europa después de darnos tanta pena en las competiciones domésticas. Si están muy motivados, por qué no, se preguntaba. Y añadía un dato de peso. «Los mejores partidos los han hecho contra los buenos. Eso es por la motivación. Son unos cabrones», concluía.
Me he aferrado a ese clavo ardiendo, por supuesto, de cara al duelo de esta noche en el Vélodrome. Es un campo complicado y un rival con solera y peligroso. Pues bien, precisamente por ello -recordemos, por ejemplo, el partido de Mestalla, descontando por supuesto los errores de Kepa-, nadie nos prohíbe ser optimistas. ¿Por qué no pensar que una buena versión del Athletic podría encarrilar hoy el pase a cuartos? Iribar, desde luego, nos aplaudiría.
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