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Iker Muniain está a punto de jugar 500 partidos con el Athletic, una cifra que no se alcanza por casualidad. Hubieran podido ser medio centenar más de no mediar dos graves lesiones, y ahora el capitán sería el tercer jugador que más veces ha vestido ... la rojiblanca, justo detrás de dos mitos como Iribar y Rojo. Si nada se tuerce, esta misma temporada alcanzará ese objetivo; está a ocho partidos de Susaeta, once de Iraola y quince de Joseba Etxeberria, que ocupan los puestos quinto, cuarto y tercero, respectivamente. El propio Txetxu Rojo, con 541 partidos en su haber, está a su alcance a medio plazo. A punto de cumplir los 30 años, a Muniain le queda todavía suficiente recorrido en el Athletic.
En ese medio millar de partidos que posiblemente cumplirá este mismo lunes, el de la Txantrea ha marcado 71 goles y ha dado innumerables pases decisivos. Dos Supercopas figuran en su palmarés, además de los subcampeonatos que ha ido coleccionando el Athletic en los últimos tiempos. Pero lo abrumador de los números no le deja a salvo de la polémica aunque, generalmente, ésta tenga más que ver con su vida personal, contada y fotografiada en las redes sociales, que con su rendimiento en el terreno de juego.
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Y es que da la impresión de que Iker Muniain encarna en su persona y en su forma de vivir el cambio entre los viejos y los nuevos tiempos y eso es difícil de digerir en un club tan apegado a la tradición, sobre todo entre los socios más veteranos, aunque tampoco faltan los más jóvenes que sostienen que un jugador del Athletic, mucho más si porta el brazalete, nunca debe olvidar lo que representa.
El capitán personifica la contradicción de un club que mira constantemente a su pasado para encontrar unas referencias sólidas en un mundo cada vez más líquido en el que los viejos valores, como la ejemplaridad o la discreción, están siendo laminados por nuevos referentes que sirven de modelo a las nuevas generaciones que miden el éxito -si es inmediato mucho mejor- en dinero o en seguidores en las redes sociales.
Al socio 'de toda la vida' no le gustan las camisas y los coches de colores estridentes, y mucho menos que sus jugadores se exhiban fumándose un puro en vacaciones, pero también debe admitir que Muniain es mucho más que ese cliché. Sin ir más lejos, desde que el Athletic incluyó las cláusulas de rescisión en sus contratos, fue el primero en firmar sin poner precio a una posible salida, todo un gesto de lealtad y un mensaje que posteriormente captaron otros compañeros.
Aquel niño prodigio que ingresó en Lezama como infantil y necesitó solo cuatro años para debutar con el primer equipo saltándose prácticamente todo el escalafón, no ha conseguido cumplir las enormes expectativas que despertó en sus inicios, cuando asombraba a propios y extraños por su descaro, ambición y técnica individual. Era la promesa de un crack de talla mundial, que ha devenido en un jugador clave para el equipo, un titular con una media de treinta partidos por curso, con muy buen manejo de la pelota aunque muy justo de presencia física para el fútbol atlético de hoy en día. Para terminar de complicarlo, las necesidades del equipo le han desplazado a una banda cuando hay un consenso general en apreciar que su fútbol luce más y es más efectivo jugando en los alrededores de la media luna del área.
Dos graves lesiones, en el Sánchez Pizjuán en 2015, en una disputa con Ever Benega, y en San Mamés, en 2017, en el tiempo de descuento ante el Zorya -en un partido de infausto recuerdo para el Athletic-, han condicionado su carrera. Ambos percances, rotura de ligamento cruzado, primero en la rodilla izquierda y después en la derecha, cortaron sus dos mejores rachas de fútbol, cuando más estaba recordando a aquel chavalín imparable de sus primeros tiempos que iba para figura internacional.
Pero otra de sus virtudes es su negativa a rendirse por muy adversas que sean las circunstancias. «Me sobran los motivos para levantarme», dijo cuando se lesionó por segunda vez. Muniain es de los que no se esconde en el campo, de los que reaccionan al fallo buscando de inmediato una nueva oportunidad para rehacerse. A veces, esa búsqueda constante de protagonismo puede confundirse con la obcecación y la falta de visión táctica. Su participación en la final contra el Barcelona obviando una lesión (tuvo que ser sustituido en el descanso) fue motivo de censura, pero refleja en buena medida su forma de ser.
Los apodos suelen describir con precisión quirúrgica a sus titulares. Cuando Iker llegó al vestuario del primer equipo, sus compañeros le bautizaron como Bart Simpson; ahora es el capitán del Athletic y va a cumplir el medio millar de partidos vestido de rojiblanco. Rompiendo moldes.
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