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Para medir el tamaño histórico de José Francisco, 'Txetxu', Rojo Arroita basta con pasar revista a la inmensa lista de familiares, amigos y aficionados del Athletic que se han reunido en el funeral por el genial extremo rojiblanco, que ha tenido lugar en una Basílica ... de Begoña desbordada por la marea de cariño y devoción que despertaba el jugador fallecido el pasado viernes a los 75 años. El último traje no tiene bolsillos y Txetxu, siempre generoso, dejó entre los que le conocieron el infinito legado de los que viven y se van como «un caballero». Con esa palabra le definen los suyos.
Entre esos privilegiados está su gran amigo, Joseba Betzuen. El también exrojiblanco habló en la ceremonia en nombre de la familia, de la esposa, Lourdes, y sus cuatro hijos, Jessica, Txetxu, Patricia y Nayua, y sus hermanos. Durante su discurso, Betzuen desempolvó una vieja conversación con Txetxu. «Una vez le pregunté cómo hacía para correr a esa velocidad y pasar con esa precisión desde la banda. Y me dijo que al jugar tan cerca del público veía las caras de la gente, les escuchaba, y que eso le daba alas».
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«Nuestro Txetxu», repetía Betzuen, para quien más allá de los éxitos deportivos, la «mayor grandeza» de Rojo «era su corazón». «Contigo –le agradeció– aprendimos a ser grandes personas». Y, en medio de una profunda tristeza, se permitió un guiño alegre. «Contigo aprendí hasta a hacer el nudo de la corbata. Lo que no aprendí es a darle con el empeine al balón como él para hacer aquellos pases. Una vez lo intenté e hice un agujero en el campo».
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Betzuen agradeció a los presentes su asistencia y cariño. Allí estaban compañeros de Rojo como José Ángel Iribar, Javier Clemente, Javier Irureta, Daniel Ruiz Bazán, Andoni Goikoetxea, José Ramón Alexanco, Juan Antonio Zaldua, Andoni Zubizarreta, Manolo Sarabia, Carlos Ruiz, Miguel de Andrés, Santi Urkiaga... y José Ángel Rojo, 'Rojo II', hermano de Txetxu. A esa plantilla histórica se sumaron en la Basílica camadas posteriores de la cantera rojiblanca con la presencia de Julen Guerrero, Rafa Alkorta, Andoni Aiarza, Óscar Tabuenka, Andoni Lakabeg, Patxi Salinas, Ritxi Mendiguren, Javi González, Imanol Etxebarria, Ismael Urzaiz, Genar Andrinua... Y del Athletic de hoy acudieron Iker Muniain, Óscar de Marcos, Mikel Balenziaga, Iñigo Lekue e Iñaki Williams, más Garazi Murua, del equipo femenino.
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También estuvieron expresidentes como Ana Urquijo, Fernando García Macua, Aitor Elizegi, José María Arrate, José Julián Lertxundi, Fernando Lamikiz y Josu Urrutia. La directiva actual tuvo una amplia representación con el presidente, Jon Uriarte, a la cabeza, junto al ahora entrenador del equipo, Ernesto Valverde. En nombre del Celta, equipo al que entrenó Rojo, vino Vladimir Gudelj. Junto al altar había coronas de clubes como el Real Madrid, la Real Sociedad, el Celta y los veteranos del Athletic. La Basílica, con la presencia del Alcalde de Bilbao, Juan María Aburto, se llenó con el recuerdo de Rojo.
La ceremonia cerraba el círculo a su inolvidable biografía. Allí al lado, en las campas de Begoña y el viejo frontón de cemento, comenzó Txetxu a patear balones en aquella cuadrilla a la que bautizaron como el 'Peñarol'. Enseguida, con su zurda como llave, ingresó en el Athletic, su club ya siempre. Vistió 17 años la camiseta rojiblanca. Ganó dos Copas, casi una Liga y perdió aquella final de la UEFA de 1977 ante la Juventus. Sentado sobre el césped tras el partido, encarnó una decepción que fue la de todos.
Varias generaciones de hinchas rojiblancos crecieron imaginando su zancada larga y armoniosa junto a la raya de cal a través de aquellas retransmisiones radiofónicas. Los más afortunados pudieron verle en San Mamés; los demás le admiraron de oídas, pero, aun así, conservan viva su estampa, mentón arriba, corriendo la banda izquierda. En ese lado está el corazón.
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Su tamaño como futbolista fue enorme y, como apuntan compañeros como Dani, sus «valones humanos» eran incluso mayores que los deportivos. La Basílica de Begoña dio fe. Su familia, los jugadores de ayer y de hoy del Athletic y muchísimos aficionados que crecieron soñando con ser como él se acercaron para decirle adiós.
Casi había que ponerse de puntillas para ver a alguna de esas viejas figuras del fútbol; de puntillas como en el antiguo San Mamés para ver quién remataba aquellos centros templados y exactos que salían de la bota zurda del número 11. Era el dorsal que tantos niños pidieron coser en sus camisetas. La Basílica estaba abarrotada. Lleno total en 'La Catedral' de Begoña para el 'agur' al mito del Athletic que ha dejado encendida para siempre la luz en la banda izquierda. «Un aplauso para Txetxu», pidió Betzuen. «Harás feliz a mucha gente allá donde estés».
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