eder garcía
Sábado, 24 de febrero 2018, 01:03
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La muerte de Inocencio Alonso García, el ertzaina de 51 años fallecido este jueves en los altercados ocurridos entre aficionados del Athletic y el Spartak, ha dejado una profunda huella entre sus compañeros de la Brigada Móvil. Seis de ellos ofrecen, bajo condición de ... anonimato, su testimonio en primera persona de los graves sucesos ocurridos en las cercanías de San Mamés.
«Estaba a cien metros de ‘Ino’ cuando se desplomó. Di el pésame a su hermano a la una de la madrugada», recuerda uno de los veteranos de la unidad, a la que entró el mismo año que el compañero fallecido. Han pasado ya más de dos décadas. Andoni -un nombre ficticio como todos los que aparecen en estos testimonios- estuvo en uno de los puntos calientes de los disturbios, el cruce entre Sabino Arana y Luis Briñas. «Solo vimos cuatro rusos borrachos. No vimos ningún ultra. De hecho, hubo muchos más en los disturbios con los seguidores del Olympique de Marsella hace dos años», asegura. «Fueron los radicales del Athletic los que se enzarzaron con ellos», continúa. “En un bar de las inmediaciones identificamos a unos 150 antes de ir hacia el estadio. Encontramos bolsas llenas de piedras que escondían en coches, puños americanos... Yo mismo retiré una barra de hierro», cuenta quien ha estado “en muchas guerras” a lo largo de estos años.
Miguel también tiene más de dos décadas a sus espaldas en la Brigada. Estuvo desplegado desde el mediodía en Bilbao-La Vieja. Pasadas las tres, cerca del Puente de San Antón vieron cómo varios individuos metían bolsas con piedras «de las que están en las vías del tren» en un ‘Seat’. Cuando abrieron el maletero, encontraron este material junto a barras de hierro y una porra extensible «que uno de ellos tiró a la ría». «Estaban preparando el recibimiento a los rusos», afirma convencido. Sobre los rusos, coincide con su compañero. «Se suponía que iban a comer por el Casco Viejo, pero casi no vimos a ninguno. ‘¿Dónde se han metido?’, pensamos».
Avanzada la tarde, acudieron en apoyo de sus compañeros ante otro de los focos de altercados más importante: el cruce de Sabino Arana con Luis Briñas. «Tuvimos que cargar para ayudar a mis compañeros. Eran muy pocos. Debía haber por los menos tres veces más para hacer frente a lo que ocurría», apunta. La intensidad del enfrentamiento le hace pensar que ambos bandos habían quedado para pegarse allí. «Mira la trayectoria de las bengalas», dice. «Los ultras del Athletic estaban esperando a los rusos y estos parecen actuar por escuadras, están alineados y en guardia”, añade quien se había pasado “tres horas viendo vídeos de estos en Youtube”. Su conclusión, como la de todos sus compañeros, es clara: “No tenemos fuerza. Nos quedan grandes estos eventos”.
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Álex fue uno de esos ertzainas que tuvieron que recibir la ayuda del grupo de Miguel. Comenzó la tarde en Abando y en Moyua. Su misión, conducir a los seguidores rusos hacia San Mamés. La normalidad fue la tónica de la marcha. Solo algunos insultos esporádicos. Lo grave ocurrió después, en el mencionado lugar, al lado de la estación del metro. «Salieron por la derecha y tiraron de todo». Atribuye parte de la responsabilidad de los altercados a los rusos- «un 30%»-, pero como sus compañeros, cree que los radicales locales llevaron el peso de los actos violentos. «No entiendo cómo se pudo consentir una concentración el miércoles y otra el mismo jueves». Estuvo en la primera y recibió los insultos de los ultras autóctonos. «A los rusos tenías que dar, no a nosotros», le espetaron en su misma cara. Al día siguiente, su discurso cambió: «Me decían que estaban allí, que nos tenéis que defender». Su jornada terminó en el propio estadio. Tenían que desalojar a la afición visitante. Ya no hubo más problemas. «Seguramente unos y otros sabían lo que había pasado».
Koldo vivió la trifulca que tuvo lugar en la propia explanada de San Mamés. Los radicales del Athletic que pretendían reunirse en Zunzunegi se enfrentaron a los rusos situados en la plaza del estadio. «Bajaron a increparles», cuenta. «Entonces, cinco o seis rusos se saltaron el cordón y comenzó la trifulca. Se empezaron a pegar y los ultras del Athletic tiraron bengalas. Me cayeron tres al lado», añade. Con el partido empezado, más problemas. A varios seguidores del Spartak se les impidió el acceso al campo al estar borrachos. En ese momento, unos 150 radicales vascos que debían entrar al estadio aparecieron en la explanada conducidos por la Ertzaintza desde la parte trasera del edificio de EiTB. Por razones que desconocen, no entraron. Más carreras. Más golpes. «Hubo tres o cuatro detenciones», narra. A sus 34 años, cuatro en este destino, Edu tiene ya una experiencia en estas lides. Apoel, Marsella... «Últimamente todo ha sido enmascarado con el fútbol».
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«Hay suerte. Como te hagan frente, nos van a matar», afirma Diego, que entró en el cuerpo con base en Iurreta hace seis años. Vivió en primera persona el primer estallido de violencia, el ocurrido en la confluencia entre Sabino Arana y Felipe Serrate. Y después, lo ocurrido ya comenzado el partido. Fue de los últimos en marchar, cansado por acarrerar durante horas con un equipo que pesa 25 kilos.
A Arkaitz le tocó custodiar a 150 radicales rojiblancos en la parte trasera del edificio de la UPV. «Tenían dos navajas, tres o cuatro puños americanos, cuatro bucales de boxeo, dos porras extensibles, un collar metálico de perro, pilas...», comenta. Tuvieron que retenerlos hasta el comienzo del partido para evitar que se unieran a los otros 150 que protagonizaron los incidentes en la explanada del estadio antes mencionados. Tras el encuentro, se encargó de custodiar a los seguidores rusos. «Nos dieron más problemas los del Marsella», coincide con Andoni. «Nos han pillado. Esperábamos a los rusos y fueron los de aquí», concluye.
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