Los Williams

Iñaki Williams nació en Bilbao y Nico en Pamplona, y se formaron como futbolistas, desde niños, en el territorio Athletic, así que ambos encajan por doble razón en el modelo. Lejanos, afortunadamente, están los tiempos en los que no pudo jugar Miguel Jones, quien llegó a Bilbao con seis años y jugó en el Barakaldo y el Indautxu antes de irse al Atlético de Madrid de Luis Aragonés, Adelardo, Ufarte, Griffa, Glaría… Tampoco a Gárate le dejaron jugar porque nació en Argentina, ni a Pereda, que era de Medina de Pomar, aunque ambos se habían formado como futbolistas en el Indautxu. No fue por racismo ni nada parecido sino por una aplicación esencialista y torpemente estricta de la idea de vasquidad. Tampoco iba de ideologías, como se piensa a veces, erróneamente, en el resto de España. El Athletic es precisamente el lugar de encuentro de los aficionados de cualquier ideología; en los tiempos más duros fue tal vez la institución más ejemplar, en la que coincidían personas de los pensamientos sociales y políticos más diversos, incluso extremos, que se identificaban al menos en el sentimiento Athletic y en la idea de preservar la tradición de jugar con futbolistas de la tierra, lo contrario sería como permitir que se extinga una especie hermosa y única. Desde hace ya muchos años se incluye en el ideario, vamos a decir, a quienes se han formado aquí.

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Iñaki Williams debutó hace diez años. La inmensa mayoría de los aficionados lo acogió como lo que es, otro vasco más, se le aplaudieron sus virtudes, la velocidad, el esfuerzo incansable, su potencia, intensidad, resistencia, entrega, y se le criticaron sus limitaciones técnicas, que ha ido corrigiendo paulatinamente, de manera que ahora mismo es mucho mejor jugador que cuando empezó. Por otro lado, el futbolista se ha hecho querer por su simpatía, su compañerismo, su ingenuidad en el mejor sentido de la palabra. Ha sido titular con todos sus entrenadores. Jugó tal vez demasiado como delantero centro, cuando es notoria su dificultad para desenvolverse en los espacios cortos, ante equipos cerrados, mientras destaca especialmente con mucho campo por delante, por las bandas. Todos sus entrenadores han valorado su capacidad de integración con los compañeros, su influencia positiva en el vestuario, su optimismo.

La historia de los Williams es verdaderamente conmovedora, como un cuento navideño con final feliz, está ahora mismo en las pantallas de los cines. La plenitud le ha llegado a Iñaki al lado de su hermano Nico, más brillante sin duda futbolísticamente, pero que tanto ha aprendido de él, a quien ha contagiado la responsabilidad, la alegría en el juego y el amor a los colores, de tal manera que, sea el futuro de Nico el que sea, nunca olvidará estas temporadas de sueños compartidos. En el fútbol no son en absoluto secundarios determinados intangibles, como la sintonía, el compañerismo –y en este caso su ejemplo máximo, la hermandad–, el afán de emulación. Nico progresa para no defraudar a su hermano e Iñaki es un excelente modelo a seguir. Juntos ya forman parte del santoral rojiblanco de los inolvidables.