La estadística, el cálculo de probabilidades y hasta la astrología estaban a favor del Athletic, pero había que certificarlo sobre el césped en los últimos noventa minutos de la primera fase de esta novedosa Europa League. En realidad nadie sabía a ciencia cierta la suerte ... que podían correr los once equipos que contaban con posibilidades matemáticas de acabar entre los ocho primeros. La imagen de la víspera con equipos de Champions mirando los móviles sobre el césped para saber cómo habían acabado era lo suficientemente esclarecedora. Lo único cierto y seguro es que al Athletic le bastaba con sumar un punto para asegurarse su sitio entre los mejores.

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El partido llegaba con mucho ruido externo, que nunca es bueno por lo que incide en la concentración del equipo. Cuando se habla tanto de lo accesorio se suele olvidar lo principal y esto no era otra cosa que resolver el pleito que se planteaba sobre el césped dejando de lado, aunque fuera momentáneamente, el que se dirime en su periferia. Afortunadamente primó el sentido común y San Mamés vivió una noche europea que aunque no pasará a la historia, sirvió para celebrar un bonito fin de fiesta con una última victoria que pone un vistoso broche a la trayectoria del equipo. El gol de Martón, ejecutando con clase y sangre fría, fue el adorno que hacía falta para que el marcador reflejara lo que había pasado en el campo con más fidelidad.

Marcó Martón porque Valverde decidió sacarle al campo cuando el ruido exterior alrededor de su futuro también está afectando al chaval. Y marcó porque Sancet, otro que salió desde el banquillo para sumar minutos, vio su desmarque y le regaló un pase definitivo. También anduvo por allí Djaló, que tuvo tiempo para intentar una jugada personal que acabó en saque de esquina. El repaso al equipo que acabó sobre el campo es el mejor resumen del partido.

Y Valverde pudo darse el lujo de permitirse esa licencia porque para cuando ordenó los cambios todo el pescado estaba más que vendido. Tratándose de la competición continental, no está nada mal que el equipo disponga de tanta holgura como para dar entrada a los meritorios. En realidad el trabajo estaba hecho de antes. Se trataba solo de evitar un patinazo tan monumental como improbable y, efectivamente, no se produjo.

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La victoria pone un vistoso broche a la trayectoria del equipo en esta primera fase

El Athletic solo tuvo algún motivo de preocupación en los primeros compases del partido. La ocasión marrada por Nico en el primer minuto podía despertar viejos fantasmas, más cuando los checos tuvieron un par de aproximaciones con cierto peligro, más por concesiones de los defensas rojiblancos que por méritos propios, pero, afortunadamente, fue solo una primera impresión. En cuanto los de Valverde se asentaron y tomaron la medida a los movimientos de los checos, el partido se desniveló hacia el área visitante.

Ni siquiera hubo tiempo para lamentar el gol anulado a Vivián. Un rápido contrataque de Iñaki culminado por su hermano puso las cosas en su sitio. El gol tuvo la virtud de terminar de convencer al Athletic de su superioridad al tiempo que ponía al Viktoria en su papel de equipo valiente y voluntarioso, pero inferior tanto en el plano de las individualidades como en conjunto.

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Precisamente esa valentía de los checos facilitó las cosas a los de Valverde que se han pasado sus últimas comparecencias en San Mamés dándose cabezazos contra una pared. Había espacios para correr, para los cambios de orientación, para los desmarques… y sin necesidad de hacer nada del otro mundo los Williams, Berenguer y compañía fueron aprovechando las oportunidades no para poner cerco al área rival, sino para explorar distintos caminos hacia la portería.

El gol de Yeray sobre la hora debió cerrar el partido, pero un exceso de confianza provocó el error que permitió que los checos recortaran distancias. A esas alturas el resultado de San Mamés ya era irrelevante por lo que estaba sucediendo en otros campos, pero el Athletic merecía algo más que una victoria por la mínima para celebrar la fiesta de su clasificación. Y ahí llegó Martón para aprovechar los huecos que dejaba un rival que en inferioridad numérica seguía buscando un empate imposible.

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