La cátedra otorgaba el papel de favorito al Athletic y los de Valverde no defraudaron. Este equipo está de dulce, con la autoestima por las nubes, y cuando un equipo está imbuido del espíritu del ganador, los triunfos llegan prácticamente por la simple aplicación de ... la ley de la gravedad, o sea, por su propio peso.

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Luis García Plaza es uno de esos entrenadores que caen bien porque tiene un discurso coherente y sincero. Recordó que la batalla de su equipo se dirime en la Liga y que lo de la Copa es muy bonito pero sin exagerar, o sea que si sale bien, bienvenido sea, pero si sale mal tampoco es una tragedia. Así que el Alavés se presentó en San Mamés con la libertad de espíritu que te da el no estar jugándote nada, lo que, por cierto, a veces te hace más peligroso. De hecho, en el arranque del partido los babazorros le buscaron las cosquillas a la defensa del Athletic en un par de ocasiones, más por indecisiones de los rojiblancos que por aciertos de los atacantes, sí, pero a los de Valverde les costó un ratillo encontrar la manera de evitar los balones cruzados a la espalda de Lekue. Lo consiguió de la forma más elemental: quitándoselos al rival en el centro del campo y obligándole a recular. Ahí emergió un Beñat Prados inconmensurable en la recuperación y en la distribución.

Ya está dicho antes de ahora que a este Athletic le sale todo, o casi todo. Aquello de que el fútbol es un estado de ánimo es una verdad como un templo. Y el Athletic es ahora mismo, el equipo más optimista del mundo, hasta el punto de que la principal tarea de Valverde va a ser la de mantener al personal con los pies en el suelo y las orejas tiesas.

La rotación era obligada en una semana de tres partidos, pero el técnico movió la plantilla con cautela, sin tocar la estructura y dando los relevos imprescindibles que cualquier aficionado del Athletic hubiera sugerido antes del choque. Los relevos funcionaron a la perfección, así que miel sobre hojuelas.

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El dúo Berenguer-Muniain no tiene el mismo flow que los 'Williams brothers' y el Athletic lo notó en las bandas, menos profundas y bastante más lentas que en otras ocasiones, sobre todo por el lado de un Muniain trabajador e implicado pero a cuyo motor le faltan unas cuantas revoluciones para rendir al ritmo de este equipo. Tampoco fue mayor problema para que el balón estuviera casi siempre rondando el área del Alavés. El Athletic atacaba pero no terminaba de rematar, unas veces por imprecisión, otras por precipitación. Hasta que llegó Villalibre en una jugada personal que parecía destinada a morir en la línea de fondo y acabó con un zurriagazo ante al que a Sivera solo le quedó componer una bonita estatua.

El rosario de ocasiones hasta el descanso no sirvió para sentenciar. Al contrario, el Alavés volvió del vestuario más despierto que el Athletic y Julen tuvo dos oportunidades para demostrar su nivel. Aunque suene reiterativo, este equipo está tocado por una varita mágica, así que cuando peor estaba y justo después de los dos únicos sustos de la noche, se inventó una jugada en la banda derecha que Villalibre remató en plancha para cerrar, ahora sí, la eliminatoria.

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Lejos de parecerse a un clásico partido de Copa, emocionante, áspero y peleado, el choque fue una pasarela por la que desfilaron los candidatos a ganarse un puesto en el equipo. Beñat Prados fue el más sobresaliente como subrayó la ovación con la que le despidió la grada, pero qué decir de un Asier Villalibre que marca a pares y en unos cuantos ratos se ha encaramado a lo más alto de la lista de goleadores del equipo. También Julen Agirrezabala dejó claro en dos intervenciones que la portería está bien guardada.

Otros a los que no se les puede clasificar como meritorios, pero que están buscando un sitio al sol, también levantaron el dedo para llamar la atención de Valverde. Herrera jugó los noventa minutos al nivel exigible a su calidad y Berenguer volvió a estar bullidor aunque esta vez no acertó en un mano a mano con el portero.

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En contra de lo que suele ser lo habitual en este tipo de partidos, todos los no habituales aprovecharon su oportunidad certificando que, ahora sí, el Athletic tiene fondo de armario suficiente para seguir manteniendo ese fútbol trepidante que acaba rompiendo a quien se le ponga por delante.

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