Lo de Valencia fue un pinchazo que siempre puede pasar, que acabó con una racha de imbatibilidad de catorce partidos. Lo de Cádiz fue un accidente del que nadie puede estar a salvo a lo largo de toda una temporada. Lo de este lunes no ... fue un siniestro total porque si el Almería está donde está, no es por casualidad. De haber acertado Marezi en su mano a mano con Simón en el último minuto estaríamos hablando de una catástrofe con todas las letras. Y no vale recordar que Raúl acababa de cabecear al poste dos minutos antes. El suyo fue el único remate del Athletic en todo un segundo tiempo cuya mayor parte el Almería jugó con diez.
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Entre pitos y flautas, los rojiblancos completaron su tercera salida consecutiva sin marcar un solo gol. Pero lo que es más preocupante es que anoche tampoco se vio la forma en que podría marcar un equipo que se fue hundiendo en su propia torpeza. El cabezazo ya reseñado de Raúl en las postrimerías del partido, un remate al muñeco de Villalibre antes del descanso y un cabezazo de Paredes en un saque de esquina al que Maximiano respondió con la parada de la noche, no es un bagaje presentable para un aspirante a la Champions que se está enfrentando al peor colista de Europa.
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La noche acabó dando la razón a los del 'ya lo decía yo', esos seguidores aficionados a la superstición y a la cábala que están convencidos de que su equipo es eso que se conoce como un 'levantamuertos'. Todos los equipos tienen esa fama entre sus seguidores, porque todos han soltado alguna vez un petardazo en el momento más inoportuno. El Athletic no es una excepción, ni siquiera esta temporada en el que se le ve mucho más solvente que otros años.
El viejo argumento de que no hay rival pequeño y que hoy en día nadie gana fácil a nadie, tiene una validez relativa en este caso. A estas alturas de la temporada, cuando dos equipos están separados por 39 puntos quiere decir que media un abismo entre ambos. Una versión de las más normalitas del Athletic de este año hubiera bastado para dar buena cuenta de un Almería tan voluntarioso como limitado. Un enfadado Valverde tuvo que reconocer que su equipo no estuvo bien, que es una forma muy suave de describir lo que pasó en realidad. Porque en realidad su equipo estuvo entre penoso y lamentable.
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No se pueden hacer distinciones. Los dieciséis jugadores que utilizó Valverde comparecieron con una empanada king size. Sería injusto hacer distinciones entre los que estuvieron mal y los que estuvieron peor. Ellos solitos fueron dándole vida a un Almería que salió asustado pero que vio muy pronto que lo de enfrente no era mejor.
Ni siquiera la expulsión de Ramazani facilitó las cosas. Al contrario, el Almería se encerró más y se limitó a esperar en su área a que el Athletic perdiera el balón, a veces por un mal centro, otras en un mal pase, un mal control o en alguna acción de género cómico, como en aquel saque de falta entre Berenguer y Muniain que acabó en una contra peligrosa del Almería.
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Valverde tendrá que analizar con los suyos de puertas adentro qué ha pasado en las últimas salidas ligueras. La Copa no sirve ni de excusa ni de explicación en esta ocasión. La rotación, tampoco. Los que jugaron de inicio han demostrado con creces que pueden hacerlo muchísimo mejor. Lo que resulta más difícil de explicar es que todos estuvieran por debajo o muy por debajo se su nivel. Los dos cambios que hizo el técnico en el descanso son la prueba evidente de que las cosas no estaban funcionando. Valverde retiró a Villalibre y a Unai Gómez, quizá porque eran los más fáciles de señalar. Podía haber cambiado a unos cuantos más, aunque cuando lo hizo en la segunda parte, los relevos tampoco aportaron nada. Al contrario, podría decirse que hubo incluso más confusión general y tanta torpeza individual. Desde luego, lo que siguió faltando fue la finura imprescindible para completar cualquier jugada digna de ese nombre. Cuando todos esperábamos ver a un aspirante a la Champions, nos encontramos con el viejo Athletic espeso y torpe que creíamos definitivamente olvidado. Así se las ponían a Fernando VII, pero ni así aprovecharon los rojiblancos la oportunidad de empezar a entreabrir la puerta de Europa.
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