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Un remate acrobático de Guruzeta en el tiempo de prolongación minimizó los daños para el Athletic en el tiempo de prolongación. El punto sumado a ... última hora puede saber a poco o a gloria, pero las circunstancias mandan y los factores que inciden en un partido muchas veces nacen muy lejos del rectángulo de juego. Competir en Europa tiene sus servidumbres y hay que gestionarlas de la mejor manera posible con los recursos de que se dispone. El Athletic empató en San Mamés contra el Sevilla después de igualar en el partido inaugural en Roma. Perdió en Girona después de ganar al AZ Alkmaar, en aquel partido maldito de los penaltis fallados, volvió a empatar contra un Mallorca en inferioridad después de un triunfo afortunado ante el Slavia y ahora ha vuelto a sumar un punto tras su victoria europea ante el Ludogorest.
Recordando las circunstancias que ha rodeado a cada uno de estos partidos, podemos encontrar de todo, pero con un elemento común: la obligación de cambiar más de media alineación cada vez. Ocurre que, hasta ahora, las rotaciones habían sido numerosas pero no habían incidido demasiado en la estructura del equipo. Se trataba de meter piernas frescas pero manteniendo una alineación reconocible. En Valladolid, Valverde se lio la manta a la cabeza y sus cambios tuvieron más trascendencia en lo cualitativo que en lo cuantitativo.
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La ausencia del lesionado Iñaki Williams es la primera que salta a la vista, no solo por su incidencia en el juego del equipo sino porque, éste sí, es un intocable que lo aguanta todo como lo demuestra su récord de partidos jugados sin faltar a uno solo. Pero al margen de esta ausencia, notable por sí misma, Valverde apostó fuerte por los jóvenes con una propuesta atrevida en un ataque formado por Nico Serrano y Nico Williams en las alas, Unai Gómez de enlace y Berenguer como nueve de circunstancias. A ellos se les sumaban Jauregizar y Prados en la base y Adama en el lateral izquierdo. De Marcos era el único del equipo que superaba los 30 años que están a punto de alcanzar Yeray y Berenguer.
El comienzo del partido de la chavalería fue prometedor, pero ahí acabó la cosa. Desde que Jauregizar vio la amarilla a los veinticinco minutos, los problemas se fueron sucediendo para que Valverde fuera sacando su catálogo de soluciones sobre la marcha. El VAR indultó a Prados, pero seguir con los dos medios centros amonestados era una invitación al suicidio, así que el Athletic encaró la segunda parte con tres cambios que movieron toda su estructura ofensiva.
Más que un partido al uso, aquello pareció una masterclass de Valverde explicando las múltiples variantes y subvariantes que se pueden emplear barajando a fondo a la plantilla. El delantero centro se puede convertir en extremo para que el que está en la media punta pase al eje del ataque y viceversa. Aquello fue una exhibición de combinatoria en la que solo Nico Serrano permaneció en su sitio original mientras estuvo en el campo.
A lo largo de la segunda parte la estructura estuvo más variable que el tiempo, pero el partido se fue oscureciendo para los dos equipos; impotentes unos para ver la portería contraria e incapaces los otros para atisbar siquiera el área rival. Aquello iba para empate a cero de manual, pero ya sabemos que en estos casos nunca hay que descartar del todo la capacidad del Athletic para hacerse daño. Una defensa blanda que permitió dos acciones ofensivas del Valladolid dentro del área propició lo que parecía científicamente imposible, esto es, que marcara el equipo local.
Del llanto y crujir de dientes que nos estaba provocando aquel Athletic tan inocuo, pasamos entonces al preceptivo rasgado de vestiduras en estas circunstancias. Teníamos unos doce minutos por delante para flagelarnos recordando otras desgracias similares.
Aunque Valverde parecía haber agotado su catálogo todavía le quedaba la solución del doble delantero centro, casi contra natura en su ideología futbolística, pero el equipo seguía sin cobrar un solo remate entre los tres palos. No sabíamos si el portero del Valladolid era bueno o malo cuando en el tiempo de prolongación Ruiz de Galarreta se disponía a botar una falta que había provocado Djaló al borde del área. Las probabilidades de que el Athletic le pusiera a prueba a balón parado también eran más bien escasas, pero, afortunadamente, el fútbol, siempre caprichoso, decidió hacerles un guiño a los rojiblancos. Guruzeta cazó un remate inverosímil, el único del partido dirigido a la portería, y el Athletic consiguió aliviar la factura europea sobre la campana.
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